En la narrativa en desarrollo del Antiguo Testamento, la historia de Mefiboset es un relato conmovedor y emotivo de lealtad, gracia y las consecuencias de la agitación y el conflicto. Para entender cómo Mefiboset quedó lisiado, debemos profundizar en el contexto histórico y familiar proporcionado en los libros de 1 y 2 Samuel.
Mefiboset, cuyo nombre significa "disipador de vergüenza", era el hijo de Jonatán y el nieto del rey Saúl, el primer rey de Israel. Jonatán, conocido por su profunda amistad y pacto con David, jugó un papel significativo en los eventos que llevaron a la condición de Mefiboset. La historia de la lesión de Mefiboset se menciona brevemente en 2 Samuel 4:4:
"Jonatán, hijo de Saúl, tenía un hijo lisiado de ambos pies. Tenía cinco años cuando llegó la noticia sobre Saúl y Jonatán desde Jezreel. Su nodriza lo tomó y huyó, pero mientras se apresuraba a irse, él cayó y quedó discapacitado. Su nombre era Mefiboset." (2 Samuel 4:4, NVI)
Este versículo establece el escenario para entender las circunstancias que llevaron a la cojera de Mefiboset. La trágica noticia que llegó a la casa fue la muerte del rey Saúl y Jonatán en la batalla contra los filisteos en el monte Gilboa, como se registra en 1 Samuel 31. La desaparición del rey y su hijo precipitó un estado de pánico y miedo entre su casa y seguidores, ya que era costumbre en las culturas del antiguo Cercano Oriente que la parte victoriosa eliminara a toda la familia del rey derrotado para evitar cualquier reclamo al trono.
En medio de este caos, la nodriza de Mefiboset, impulsada por el miedo y el instinto de proteger al joven príncipe, intentó huir. En su prisa, dejó caer a Mefiboset, resultando en una lesión que lo dejó lisiado de ambos pies. Este accidente no solo alteró la condición física de Mefiboset, sino también su posición social y sus perspectivas futuras. De un posible heredero al trono, se convirtió en una figura marginada, dependiente de la misericordia de otros.
La narrativa de Mefiboset no termina con su lesión. Años después, después de que David había establecido su reino, recordó su pacto con Jonatán. Este pacto, marcado por una profunda amistad y lealtad, incluía una promesa de mostrar bondad a la familia de Jonatán (1 Samuel 20:14-17). La fidelidad de David a su promesa se ilustra bellamente en 2 Samuel 9, donde pregunta por cualquier miembro sobreviviente de la casa de Saúl a quien pudiera mostrar bondad por el bien de Jonatán.
Siba, un sirviente de la casa de Saúl, informa a David sobre Mefiboset, que vivía en Lo-debar, un lugar de oscuridad y desolación. La respuesta de David es de gracia y restauración. Llama a Mefiboset al palacio, y el encuentro está lleno de humildad y reverencia. Mefiboset, probablemente aprensivo sobre su destino, se inclina ante David, refiriéndose a sí mismo como un "perro muerto" (2 Samuel 9:8, NVI). David, sin embargo, lo tranquiliza con palabras de bondad y una promesa de devolverle toda la tierra que pertenecía a su abuelo Saúl. Además, David extiende un gesto extraordinario de inclusión al invitar a Mefiboset a comer en la mesa del rey regularmente, tratándolo como a uno de sus propios hijos (2 Samuel 9:7, 11).
Este acto de gracia es significativo en varios aspectos. En primer lugar, demuestra la adhesión de David a su pacto con Jonatán, reflejando la importancia de la lealtad y la fidelidad en las relaciones. En segundo lugar, subraya el tema de la gracia y el favor divinos, donde los marginados y quebrantados son restaurados y honrados. La historia de Mefiboset es un recordatorio poderoso de cómo la bondad de Dios puede transformar vidas, trayendo dignidad y esperanza a los oprimidos.
Además, la historia de Mefiboset puede verse como un presagio del mensaje del Nuevo Testamento de gracia a través de Jesucristo. Así como David buscó a Mefiboset para mostrarle bondad, Dios busca a la humanidad para ofrecer gracia y restauración a través de Jesús. La inclusión de Mefiboset en la mesa del rey es una imagen vívida de la naturaleza inclusiva del reino de Dios, donde todos son bienvenidos, independientemente de su pasado o sus condiciones físicas.
La historia de Mefiboset, sin embargo, toma otro giro durante la rebelión de Absalón contra David. En 2 Samuel 16, nos enteramos de que Siba, el sirviente de Mefiboset, engaña a David al afirmar que Mefiboset se ha quedado en Jerusalén con la esperanza de reclamar el trono de su abuelo. David, en su angustia y sin verificar la verdad, concede todas las posesiones de Mefiboset a Siba. Más tarde, cuando David regresa a Jerusalén después de la derrota de Absalón, Mefiboset viene a su encuentro, y se hace evidente que Siba había mentido. Mefiboset explica que no pudo huir debido a su cojera y que Siba lo había traicionado (2 Samuel 19:24-30).
David, enfrentado a relatos contradictorios, decide dividir la tierra entre Siba y Mefiboset. La respuesta de Mefiboset es de profunda lealtad y satisfacción, ya que expresa que su alegría radica en el regreso seguro de David en lugar de en las posesiones materiales (2 Samuel 19:30, NVI). Este episodio destaca aún más el carácter de Mefiboset y la profundidad de su gratitud y lealtad hacia David.
En conclusión, la cojera de Mefiboset fue el resultado de un trágico accidente durante un tiempo de gran agitación y miedo. Su historia, sin embargo, es mucho más que un cuento de discapacidad física; es una historia de gracia, restauración y lealtad. A través de las acciones de David, vemos un reflejo de la bondad inquebrantable de Dios y el poder transformador de la gracia. El viaje de Mefiboset desde un lugar de desolación hasta un asiento en la mesa del rey sirve como un recordatorio poderoso de la esperanza y la dignidad que se pueden encontrar en el abrazo inclusivo y amoroso de Dios.