La cuestión de por qué Dios eligió a Saúl para ser el primer rey de Israel es una profundamente intrigante que nos invita a profundizar en los contextos históricos, teológicos y narrativos del Antiguo Testamento, particularmente el libro de 1 Samuel. Para entender esta elección, necesitamos considerar la narrativa más amplia de la transición de Israel de una teocracia—donde Dios era visto como el gobernante directo—a una monarquía. Esta transición está llena de deseos humanos, intenciones divinas y las complejidades del liderazgo.
En 1 Samuel 8, los ancianos de Israel se acercan al profeta Samuel y le exigen un rey que los gobierne "como todas las naciones" (1 Samuel 8:5, ESV). Esta solicitud desagrada a Samuel, y él ora al Señor. Dios responde diciendo: "Obedece la voz del pueblo en todo lo que te digan, porque no te han rechazado a ti, sino que me han rechazado a mí para que no sea rey sobre ellos" (1 Samuel 8:7, ESV). Esta declaración establece el escenario para entender por qué Dios elegiría a Saúl.
La solicitud de un rey fue, en parte, un rechazo de la realeza única de Dios sobre Israel. Sin embargo, también reflejaba el deseo del pueblo de una autoridad humana centralizada para liderarlos, especialmente en asuntos militares. Dios instruye a Samuel que advierta al pueblo sobre los peligros potenciales de tener un rey (1 Samuel 8:10-18), pero el pueblo persiste en su demanda. Dios entonces le dice a Samuel que "les haga un rey" (1 Samuel 8:22, ESV).
La selección de Saúl como rey se narra en 1 Samuel 9 y 10. Saúl es descrito como "un joven apuesto. No había un hombre entre el pueblo de Israel más apuesto que él. Desde sus hombros hacia arriba era más alto que cualquiera del pueblo" (1 Samuel 9:2, ESV). Esta descripción física es significativa porque se alinea con las expectativas del pueblo de cómo debería ser un rey: alguien que encarne fuerza y liderazgo.
En 1 Samuel 9, Saúl está en una misión para encontrar los burros perdidos de su padre cuando se encuentra con Samuel. Dios ya le había revelado a Samuel que Saúl sería el elegido: "Mañana a esta hora te enviaré un hombre de la tierra de Benjamín, y lo ungirás como príncipe sobre mi pueblo Israel. Él salvará a mi pueblo de la mano de los filisteos. Porque he visto a mi pueblo, porque su clamor ha llegado a mí" (1 Samuel 9:16, ESV). Este nombramiento divino subraya que la selección de Saúl no fue arbitraria, sino que fue parte del plan de Dios para abordar las necesidades inmediatas de Israel, particularmente sus luchas militares con los filisteos.
La unción de Saúl por Samuel en 1 Samuel 10 es un momento crucial. Samuel toma un frasco de aceite, lo vierte sobre la cabeza de Saúl y lo besa, diciendo: "¿No te ha ungido el Señor como príncipe sobre su pueblo Israel? Y reinarás sobre el pueblo del Señor y los salvarás de la mano de sus enemigos circundantes" (1 Samuel 10:1, ESV). Esta unción significa que Saúl es elegido por Dios, no solo por el pueblo, para cumplir un papel específico.
Uno podría preguntarse por qué Dios elegiría a alguien que, a medida que se desarrolla la narrativa, finalmente fallaría en su reinado. El reinado de Saúl está marcado por éxitos iniciales pero luego empañado por la desobediencia y la falta de confianza plena en Dios. En 1 Samuel 13, Saúl ofrece un holocausto en ausencia de Samuel, violando el mandato de que solo un sacerdote debería realizar tales rituales. Samuel reprende a Saúl, diciendo: "Has actuado neciamente. No has guardado el mandamiento del Señor tu Dios, con el cual te mandó. Porque entonces el Señor habría establecido tu reino sobre Israel para siempre. Pero ahora tu reino no continuará" (1 Samuel 13:13-14, ESV).
Teológicamente, la selección y el posterior fracaso de Saúl sirven como una lección profunda. Dios le dio al pueblo lo que querían: un rey que parecía adecuado, pero también demostró a través del reinado de Saúl que las apariencias externas y las expectativas humanas no son suficientes para un liderazgo piadoso. El reinado de Saúl destaca la necesidad de obediencia a Dios y la importancia de un corazón que busque el corazón de Dios, cualidades que más tarde se encontrarían en David, el sucesor de Saúl.
Además, la historia de Saúl ilustra la complejidad de la soberanía divina y el libre albedrío humano. Dios eligió a Saúl, conociendo su potencial y sus defectos, para cumplir un papel en la historia de Israel. Los fracasos de Saúl no fueron una sorpresa para Dios, pero fueron instrumentales para enseñar a Israel, y a nosotros, sobre la naturaleza del verdadero liderazgo y la dependencia de Dios.
En la literatura cristiana, estos temas a menudo se exploran para enfatizar que las elecciones de Dios son intencionales, incluso cuando nos parecen desconcertantes. C.S. Lewis, en su libro "El problema del dolor", discute cómo la voluntad de Dios y el sufrimiento humano pueden coexistir de maneras que finalmente conducen a una mayor comprensión y crecimiento. De manera similar, A.W. Tozer en "El conocimiento del Santo" reflexiona sobre la sabiduría inescrutable de Dios, quien ve el fin desde el principio y orquesta la historia según su plan divino.
En conclusión, Dios eligió a Saúl para ser rey como parte de una narrativa más amplia que incluye los deseos del pueblo, las necesidades inmediatas de Israel y las lecciones a largo plazo sobre liderazgo y obediencia. La apariencia física y la promesa inicial de Saúl cumplieron con las expectativas del pueblo, pero su reinado finalmente demostró las limitaciones del juicio humano y la necesidad de la guía divina. A través de Saúl, Dios enseñó a Israel, y continúa enseñándonos, que el verdadero liderazgo no se trata de apariencias externas, sino de un corazón alineado con la voluntad de Dios.