El libro de los Jueces es una narrativa compleja y a menudo inquietante que relata los ciclos de desobediencia, castigo, arrepentimiento y liberación experimentados por los israelitas. Uno de los episodios más desconcertantes y sombríos ocurre en Jueces 19-21, donde estalla una guerra civil entre la tribu de Benjamín y las otras tribus israelitas. Este conflicto culmina en un voto trágico y un intento desesperado de reconciliación, que finalmente lleva a la negativa de los israelitas a dar sus hijas a los benjaminitas.
Las raíces de esta negativa se remontan a un evento espantoso en Jueces 19, donde la concubina de un levita es brutalmente violada y asesinada por hombres de Guibeá, una ciudad en Benjamín. En respuesta a esta atrocidad, el levita desmiembra su cuerpo y envía las piezas por todo Israel, incitando indignación y clamando por justicia. Las tribus de Israel se reúnen en Mizpa y exigen que los benjaminitas entreguen a los hombres responsables del crimen. Sin embargo, los benjaminitas se niegan a cumplir, eligiendo en su lugar defender a sus parientes.
Esta negativa lleva a una devastadora guerra civil, con los israelitas derrotando finalmente a los benjaminitas. En su ira y dolor, los israelitas hacen un voto precipitado y de gran alcance en Mizpa: "Ninguno de nosotros dará su hija en matrimonio a un benjaminita" (Jueces 21:1, NVI). Este voto tenía la intención de castigar a la tribu de Benjamín y asegurar que un crimen tan atroz no quedara impune. Sin embargo, también tuvo la consecuencia no deseada de amenazar la propia supervivencia de la tribu de Benjamín.
Después de la guerra, los israelitas se dan cuenta de la casi exterminación de una de sus propias tribus. Su victoria es agridulce, y lloran por Benjamín, reconociendo la gravedad de sus acciones. Se reúnen en Betel y lloran ante el Señor, preguntando: "¿Por qué, Señor, Dios de Israel, ha sucedido esto? ¿Por qué debería faltar hoy una tribu en Israel?" (Jueces 21:3, NVI). En su dolor, buscan una solución para preservar la tribu de Benjamín mientras honran su voto.
Para abordar este dilema, los israelitas idean dos soluciones controvertidas. Primero, descubren que nadie de Jabes de Galaad se había unido a la asamblea en Mizpa, violando así el juramento colectivo. Envían una expedición a Jabes de Galaad, matando a sus habitantes excepto a 400 jóvenes vírgenes, que luego son dadas a los benjaminitas como esposas (Jueces 21:10-14). Este acto, aunque perturbador, se ve como una forma de proporcionar esposas a los benjaminitas sobrevivientes sin romper directamente su voto.
Sin embargo, 400 esposas no son suficientes para sostener la tribu, por lo que los israelitas idean otro plan. Instruyen a los benjaminitas a esconderse en los viñedos durante el festival anual en Silo y capturar a las hijas danzantes de Silo como esposas (Jueces 21:19-23). Este plan permite a los benjaminitas adquirir esposas sin que las otras tribus den directamente a sus hijas, cumpliendo así técnicamente con el voto.
La negativa a dar sus hijas a los benjaminitas está arraigada en el deseo de los israelitas de mantener su voto y asegurar justicia por el crimen cometido en Guibeá. Sin embargo, también refleja la compleja interacción de justicia, misericordia y responsabilidad comunitaria en la antigua sociedad israelita. Las acciones de los israelitas revelan una profunda tensión entre la necesidad de castigar el mal y el imperativo de preservar la unidad y continuidad de las doce tribus.
Además, este episodio destaca los peligros de hacer votos precipitados y las consecuencias de gran alcance de las decisiones colectivas. El voto inicial de los israelitas, hecho en el calor de la ira y el dolor, lleva a una serie de acciones moral y éticamente inquietantes. Sirve como una advertencia sobre la importancia de buscar la guía y sabiduría de Dios antes de hacer compromisos vinculantes.
Desde una perspectiva teológica, la historia de los benjaminitas y la negativa a dar hijas en matrimonio subraya la ruptura de la sociedad humana y la necesidad de intervención divina. Prefigura la redención última que viene a través de Jesucristo, quien derriba las barreras de enemistad y división, ofreciendo reconciliación y restauración a todos los que creen en Él.
En conclusión, la negativa de los israelitas a dar sus hijas a los benjaminitas en Jueces 21 es un tema multifacético que refleja su deseo de mantener la justicia, honrar su voto y preservar la unidad de la nación. Es una historia que nos desafía a considerar las complejidades de las relaciones humanas, las consecuencias de nuestras acciones y la necesidad de la gracia y guía de Dios en todos los aspectos de la vida.