¿Qué enseña el capítulo 1 de Nehemías?

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El capítulo 1 de Nehemías comienza con una narrativa profundamente personal y conmovedora que prepara el escenario para todo el libro. Este capítulo no es solo un recuento histórico, sino una lección profunda en liderazgo, fe y el poder de la oración. Al adentrarnos en Nehemías 1, descubrimos temas de compasión, arrepentimiento y llamado divino, todos los cuales son esenciales para comprender el carácter y la misión de Nehemías.

El capítulo comienza con Nehemías, quien está sirviendo como copero del rey Artajerjes en la capital persa de Susa. Esta posición era de gran confianza e influencia, ya que el copero era responsable de asegurarse de que el vino del rey no estuviera envenenado. A pesar de su prestigiosa posición, el corazón de Nehemías permanece profundamente conectado con su pueblo y su tierra natal, Judá. Cuando su hermano Hanani y algunos otros hombres vienen de Judá, Nehemías pregunta ansiosamente sobre la condición del remanente judío y Jerusalén.

Nehemías 1:3 registra su devastador informe: "Los que sobrevivieron al exilio y están de vuelta en la provincia están en gran aflicción y deshonra. El muro de Jerusalén está derribado y sus puertas han sido quemadas con fuego." Esta noticia afecta profundamente a Nehemías. Los muros de una ciudad en tiempos antiguos eran cruciales para la protección y simbolizaban fuerza y estabilidad. Los muros rotos de Jerusalén representaban vulnerabilidad, deshonra y un fracaso en reflejar la gloria de Dios entre las naciones.

La respuesta de Nehemías a esta noticia es inmediata e intensa. El versículo 4 dice: "Cuando oí estas cosas, me senté y lloré. Durante algunos días estuve de duelo, ayuné y oré ante el Dios del cielo." Esta reacción revela la profundidad de la compasión de Nehemías y su profundo sentido de solidaridad con su pueblo. Su duelo, ayuno y oración no son solo expresiones de dolor personal, sino una forma de intercesión por su nación.

La oración de Nehemías, registrada en los versículos 5-11, es un modelo de oración sincera y efectiva. Comienza con adoración, reconociendo la grandeza y fidelidad de Dios: "Señor, Dios del cielo, el grande y temible Dios, que guarda su pacto de amor con los que lo aman y guardan sus mandamientos" (Nehemías 1:5). Nehemías reconoce la soberanía de Dios y su amor de pacto, estableciendo la base para su súplica.

Luego, Nehemías pasa a la confesión. No se distancia de los pecados de su pueblo, sino que se incluye en la culpa colectiva: "Confieso los pecados que nosotros, los israelitas, incluyendo yo y la familia de mi padre, hemos cometido contra ti. Hemos actuado muy mal contra ti. No hemos obedecido los mandamientos, decretos y leyes que diste a tu siervo Moisés" (Nehemías 1:6-7). Esta confesión es integral, reconociendo tanto el pecado personal como el corporativo. Refleja una profunda comprensión de la santidad de Dios y la seriedad del pecado.

Después de la confesión, Nehemías recuerda las promesas de Dios. Le recuerda a Dios sus palabras a Moisés: "Recuerda la instrucción que diste a tu siervo Moisés, diciendo: 'Si son infieles, los dispersaré entre las naciones, pero si vuelven a mí y obedecen mis mandamientos, entonces, aunque su pueblo exiliado esté en el horizonte más lejano, los reuniré de allí y los traeré al lugar que he elegido como morada para mi Nombre'" (Nehemías 1:8-9). Al invocar estas promesas, Nehemías demuestra su profundo conocimiento de las Escrituras y su fe en la fidelidad de Dios a su palabra.

Nehemías concluye su oración con una petición específica de favor: "Señor, que tu oído esté atento a la oración de este tu siervo y a la oración de tus siervos que se deleitan en reverenciar tu nombre. Da éxito hoy a tu siervo concediéndole favor ante este hombre" (Nehemías 1:11). "Este hombre" se refiere al rey Artajerjes, lo que indica que Nehemías se está preparando para dar un paso audaz de fe al buscar el permiso y apoyo del rey para reconstruir Jerusalén.

El primer capítulo de Nehemías nos enseña varias lecciones cruciales. Primero, destaca la importancia de la compasión y la empatía. La profunda preocupación de Nehemías por su pueblo y su ciudad lo impulsa a la acción. Como cristianos, estamos llamados a llevar las cargas de los demás y a preocuparnos profundamente por el sufrimiento y las necesidades de los demás (Gálatas 6:2).

Segundo, la respuesta de Nehemías a la crisis está arraigada en la oración. Su giro inmediato al ayuno y la oración subraya la necesidad de buscar la guía e intervención de Dios en tiempos de problemas. La oración no es solo un último recurso, sino una primera respuesta. Alinea nuestros corazones con la voluntad de Dios y nos abre a su dirección y provisión.

Tercero, la oración de Nehemías es un modelo de oración efectiva. Comienza con adoración, pasa por la confesión, recuerda las promesas de Dios y termina con una petición específica. Esta estructura nos ayuda a acercarnos a Dios con el corazón y la mentalidad correctos, reconociendo su grandeza, confesando nuestros pecados, apoyándonos en sus promesas y presentando nuestras necesidades.

Cuarto, la inclusión de Nehemías en la confesión del pecado nos enseña humildad y solidaridad. No se ve a sí mismo como separado de los pecados de su pueblo, sino que se identifica con ellos. Esto refleja una actitud de humildad e intercesión similar a la de Cristo.

Finalmente, la fe de Nehemías en las promesas de Dios y su disposición a actuar sobre esa fe es un poderoso ejemplo de confianza y obediencia. No solo ora y espera pasivamente; se prepara para tomar una acción audaz, confiando en que Dios le concederá favor y éxito.

En conclusión, el capítulo 1 de Nehemías es un pasaje rico e instructivo que nos enseña sobre el corazón de un líder piadoso, el poder de la oración y la importancia de la fe y la acción. La historia de Nehemías comienza con una carga, una oración y un plan, preparando el escenario para la notable reconstrucción de los muros de Jerusalén y la renovación espiritual de su pueblo. Al reflexionar sobre este capítulo, que seamos inspirados a responder a las necesidades a nuestro alrededor con compasión, a buscar a Dios fervientemente en oración, a confesar nuestros pecados humildemente, a apoyarnos en sus promesas con confianza y a actuar con audacia en fe.

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