Nehemías, una figura significativa en el Antiguo Testamento, sirvió como copero del rey Artajerjes de Persia. Su historia es una de liderazgo, fe y perseverancia, ya que lideró el esfuerzo para reconstruir los muros de Jerusalén y restaurar la comunidad de Israel después de su exilio. El libro de Nehemías comienza con una escena impactante y emotiva que prepara el escenario para toda la narrativa.
En Nehemías 1:2-3, leemos sobre las noticias que Nehemías recibió, las cuales lo afectaron profundamente y catalizaron su misión. Los versículos dicen:
"Hanani, uno de mis hermanos, vino de Judá con algunos otros hombres, y les pregunté acerca del remanente judío que había sobrevivido al exilio, y también acerca de Jerusalén. Me dijeron: 'Los que sobrevivieron al exilio y están de vuelta en la provincia están en gran aflicción y deshonra. El muro de Jerusalén está derribado, y sus puertas han sido quemadas con fuego.'" (Nehemías 1:2-3, NVI)
Estas noticias fueron profundamente preocupantes para Nehemías por varias razones, cada una de las cuales puede ser desglosada para entender la gravedad de la situación y sus implicaciones para el pueblo judío.
En primer lugar, el estado físico de Jerusalén era grave. Los muros de la ciudad estaban derribados y sus puertas habían sido quemadas con fuego. En tiempos antiguos, los muros de una ciudad eran cruciales para su defensa y seguridad. Sin muros, Jerusalén era vulnerable a ataques de enemigos circundantes, dejando a sus habitantes en un estado constante de miedo e inseguridad. La destrucción de las puertas simbolizaba además una falta de control y protección, ya que las puertas eran esenciales para regular quién podía entrar y salir de la ciudad.
Las noticias de los muros derribados y las puertas quemadas también llevaban un significado más profundo y simbólico. Jerusalén no era cualquier ciudad; era la ciudad santa, el centro del culto judío y la ubicación del Templo, que era la morada de Dios entre Su pueblo. El estado de la ciudad era un reflejo de la condición espiritual de la nación. La devastación de Jerusalén indicaba que el pueblo aún sufría las consecuencias de su desobediencia y exilio, y que la restauración de su relación con Dios estaba incompleta.
La reacción de Nehemías a estas noticias revela su carácter y su profunda preocupación por su pueblo y su relación con Dios. En Nehemías 1:4, leemos:
"Cuando oí estas cosas, me senté y lloré. Durante algunos días estuve de duelo, ayuné y oré ante el Dios del cielo." (Nehemías 1:4, NVI)
La respuesta de Nehemías fue de profundo dolor y oración sincera. Su llanto y duelo muestran su empatía y compasión por sus compañeros judíos que estaban sufriendo. Su ayuno y oración indican su dependencia de Dios y su reconocimiento de que la solución a su situación no era meramente física sino también espiritual. Nehemías sabía que la reconstrucción de Jerusalén requería intervención y guía divina.
Las noticias que Nehemías recibió también destacaban las luchas sociales y económicas del remanente judío. La frase "gran aflicción y deshonra" señalaba las dificultades que enfrentaban, incluyendo pobreza, opresión y falta de recursos. La deshonra mencionada aquí no era solo una cuestión de vergüenza pública sino también un reflejo de la relación rota del pacto con Dios. El pueblo de Israel estaba destinado a ser una luz para las naciones, un modelo de la justicia y rectitud de Dios. Su estado actual estaba lejos de este ideal, y le dolía a Nehemías ver a su pueblo sufriendo y su testimonio ante las naciones comprometido.
La oración de Nehemías en los versículos siguientes (Nehemías 1:5-11) proporciona más información sobre su comprensión de la situación y su dependencia de Dios. Comienza reconociendo la grandeza y fidelidad de Dios:
"Señor, Dios del cielo, el grande y temible Dios, que guarda su pacto de amor con los que lo aman y guardan sus mandamientos." (Nehemías 1:5, NVI)
Nehemías luego confiesa los pecados de los israelitas, incluyendo los pecados de su propia familia, reconociendo que su situación actual era resultado de su desobediencia:
"Confieso los pecados que nosotros, los israelitas, incluyendo yo y la familia de mi padre, hemos cometido contra ti. Hemos actuado muy mal hacia ti. No hemos obedecido los mandamientos, decretos y leyes que diste a tu siervo Moisés." (Nehemías 1:6-7, NVI)
Esta confesión muestra la humildad de Nehemías y su comprensión de la necesidad de arrepentimiento. No se distancia de los pecados de su pueblo sino que se incluye en la confesión, demostrando solidaridad y una responsabilidad colectiva.
Nehemías también recuerda las promesas de Dios, recordándole a Dios Su pacto y la promesa de restaurar a Su pueblo si regresan a Él:
"Recuerda la instrucción que diste a tu siervo Moisés, diciendo: 'Si son infieles, los dispersaré entre las naciones, pero si regresan a mí y obedecen mis mandamientos, entonces, aunque su pueblo exiliado esté en el horizonte más lejano, los reuniré de allí y los traeré al lugar que he elegido como morada para mi Nombre.'" (Nehemías 1:8-9, NVI)
Este llamado a la fidelidad y promesas de Dios es un aspecto clave de la oración de Nehemías. Muestra su profundo conocimiento de las Escrituras y su confianza en el carácter inmutable de Dios.
Finalmente, Nehemías pide a Dios éxito y favor mientras se prepara para acercarse al rey con su solicitud de regresar a Jerusalén y liderar los esfuerzos de reconstrucción:
"Señor, que tu oído esté atento a la oración de este tu siervo y a la oración de tus siervos que se deleitan en reverenciar tu nombre. Da éxito hoy a tu siervo concediéndole favor en la presencia de este hombre." (Nehemías 1:11, NVI)
La oración de Nehemías es un modelo de oración intercesora, combinando adoración, confesión, recuerdo de las promesas de Dios y súplica. Refleja su profunda fe y su compromiso de buscar la voluntad y guía de Dios para abordar la grave situación en Jerusalén.
Las noticias que Nehemías recibió en Nehemías 1:2-3 fueron un catalizador para su misión de reconstruir Jerusalén, pero también sirven como un poderoso recordatorio de la importancia de la fe, la oración y la dependencia de Dios frente a desafíos aparentemente insuperables. La historia de Nehemías no trata solo de la reconstrucción física sino también de la renovación espiritual, la restauración comunitaria y el cumplimiento de las promesas de Dios. A través del liderazgo y fidelidad de Nehemías, vemos un ejemplo profundo de cómo Dios puede usar a individuos para llevar a cabo Sus propósitos y restaurar a Su pueblo.