En Deuteronomio 8:11, encontramos una advertencia profunda y conmovedora entregada por Moisés a los israelitas mientras están al borde de entrar en la Tierra Prometida. Este versículo es parte de un discurso más amplio que abarca todo el capítulo, donde Moisés enfatiza la importancia de recordar la providencia y los mandamientos de Dios. El versículo específico dice:
"Cuídate de no olvidar al Señor tu Dios, dejando de cumplir sus mandamientos, sus leyes y sus decretos que te doy hoy." (Deuteronomio 8:11, NVI)
Esta advertencia no es meramente una precaución contra un olvido pasivo, sino una severa amonestación contra el descuido activo de los mandamientos de Dios y las consecuencias subsiguientes que tal descuido conlleva.
Para entender la profundidad de esta advertencia, es esencial considerar el contexto en el que fue dada. Deuteronomio es un libro de discursos entregados por Moisés a los israelitas antes de que entren en Canaán. Sirve como una reiteración de la Ley y un recordatorio del pacto de Dios con Su pueblo. El capítulo 8, en particular, relata el viaje de los israelitas por el desierto y subraya las lecciones que debían aprender de sus experiencias.
Moisés comienza recordando al pueblo las dificultades que enfrentaron en el desierto, donde Dios los humilló y probó su fe. Proveyó maná del cielo para enseñarles que "el hombre no vive solo de pan, sino de toda palabra que sale de la boca del Señor" (Deuteronomio 8:3). Este período de prueba estaba destinado a preparar a los israelitas para un futuro de abundancia y prosperidad en la Tierra Prometida.
El núcleo de la advertencia de Moisés en Deuteronomio 8:11 radica en el peligro que la prosperidad representa para la fidelidad espiritual. A medida que los israelitas están a punto de pasar de una vida de dependencia de Dios para el sustento diario a una de relativa facilidad y abundancia, Moisés prevé la tentación de olvidar la fuente de sus bendiciones. Él elabora sobre esto en los versículos que siguen:
"Cuando hayas comido y estés satisfecho, alaba al Señor tu Dios por la buena tierra que te ha dado. Cuídate de no olvidar al Señor tu Dios, dejando de cumplir sus mandamientos, sus leyes y sus decretos que te doy hoy. De lo contrario, cuando comas y estés satisfecho, cuando construyas buenas casas y te establezcas, y cuando tus rebaños y manadas crezcan y tu plata y oro aumenten y todo lo que tienes se multiplique, entonces tu corazón se volverá orgulloso y olvidarás al Señor tu Dios que te sacó de Egipto, de la tierra de esclavitud." (Deuteronomio 8:10-14, NVI)
Aquí, Moisés identifica el orgullo como la causa raíz de olvidar a Dios. Cuando las personas se vuelven autosuficientes, hay una tendencia natural a atribuir su éxito a sus propios esfuerzos y a descuidar el reconocimiento de la mano de Dios en sus vidas. Este olvido orgulloso lleva a un incumplimiento de los mandamientos de Dios, lo que a su vez resulta en una decadencia espiritual y moral.
A lo largo de Deuteronomio, el acto de recordar es un tema recurrente. Moisés insta repetidamente a los israelitas a recordar su historia, su pacto con Dios y los mandamientos que Él les ha dado. Este acto de recordar no es meramente intelectual, sino que está destinado a ser transformador, moldeando su identidad y guiando sus acciones.
En Deuteronomio 8:2, Moisés dice:
"Recuerda cómo el Señor tu Dios te guió todo el camino en el desierto estos cuarenta años, para humillarte y probarte a fin de saber lo que había en tu corazón, si guardarías o no sus mandamientos."
El propósito de este recuerdo es doble: cultivar la humildad y fomentar la obediencia. Al recordar su dependencia de Dios durante los años en el desierto, los israelitas deben permanecer humildes y conscientes de su necesidad de Dios. Esta humildad es el antídoto contra el orgullo que lleva al olvido.
La advertencia en Deuteronomio 8:11 es tan relevante hoy como lo fue hace miles de años. En la sociedad contemporánea, donde la riqueza material y los avances tecnológicos a menudo conducen a un sentido de autosuficiencia, la tentación de olvidar a Dios está siempre presente. Los principios delineados en este pasaje ofrecen una sabiduría atemporal para mantener la vigilancia espiritual.
Primero, debemos reconocer la fuente de nuestras bendiciones. Santiago 1:17 nos recuerda que "toda buena dádiva y todo don perfecto descienden de lo alto, del Padre de las luces celestiales." Reconocer a Dios como el proveedor de todo lo que tenemos fomenta la gratitud y nos protege contra el orgullo.
Segundo, debemos permanecer diligentes en observar los mandamientos de Dios. Jesús reiteró la importancia de la obediencia en Juan 14:15: "Si me amas, guarda mis mandamientos." La obediencia es una expresión tangible de nuestro amor por Dios y una salvaguardia contra la complacencia espiritual que puede surgir de la prosperidad.
Tercero, debemos cultivar una práctica de recuerdo regular. Esto se puede lograr a través de disciplinas personales y comunitarias como la oración, el estudio de la Biblia, la adoración y la celebración de los sacramentos. Estas prácticas sirven para anclarnos en nuestra fe y mantenernos conscientes de la presencia y provisión de Dios en nuestras vidas.
Moisés no solo advierte sobre el acto de olvidar; también describe las terribles consecuencias que siguen. En Deuteronomio 8:19-20, él dice:
"Si alguna vez olvidas al Señor tu Dios y sigues a otros dioses y los adoras y te inclinas ante ellos, testifico contra ti hoy que ciertamente serás destruido. Como las naciones que el Señor destruyó ante ti, así serás destruido por no obedecer al Señor tu Dios."
Las consecuencias de olvidar a Dios son severas y abarcan tanto la destrucción espiritual como física. Este es un recordatorio sobrio de que nuestra relación con Dios no debe tomarse a la ligera. La historia de los israelitas, tal como se registra en el Antiguo Testamento, da testimonio de la verdad de esta advertencia. Una y otra vez, su olvido y desobediencia llevaron a períodos de sufrimiento y exilio.
Una de las formas de combatir el olvido es a través de la fuerza de la comunidad. En Deuteronomio 6:6-9, Moisés instruye a los israelitas a mantener los mandamientos de Dios en sus corazones y a inculcarlos en sus hijos. Él dice:
"Habla de ellos cuando estés en tu casa y cuando andes por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes. Átalos como símbolos en tus manos y llévalos en tu frente. Escríbelos en los marcos de las puertas de tu casa y en tus puertas."
Este aspecto comunitario de recordar subraya la importancia de enseñar y reforzar los mandamientos de Dios dentro de la familia y la comunidad en general. Al hacerlo, los israelitas crearían un entorno donde las leyes de Dios estuvieran siempre presentes y activamente moldeando sus vidas diarias.
Deuteronomio 8:11 sirve como una advertencia atemporal sobre los peligros de olvidar a Dios en medio de la prosperidad. Nos llama a recordar la providencia de Dios, a permanecer humildes y a observar diligentemente Sus mandamientos. Esta advertencia no es solo para los israelitas, sino para todos los creyentes que enfrentan la tentación de volverse autosuficientes y descuidar su relación con Dios. Al reconocer la fuente de nuestras bendiciones, practicar un recuerdo regular y fomentar una comunidad fuerte, podemos protegernos contra la amnesia espiritual que lleva a la desobediencia y sus consecuencias subsiguientes.