Números 27 es un capítulo significativo en el Antiguo Testamento, particularmente en el contexto de los derechos y la herencia de las mujeres dentro de la sociedad israelita antigua. Este capítulo introduce la historia de las hijas de Zelofehad, que marca un momento notable en la narrativa bíblica donde los derechos de las mujeres son directamente abordados y enmendados según sus necesidades. El relato de las hijas de Zelofehad no solo es un precedente legal fundamental, sino también una profunda declaración teológica sobre la justicia, la equidad y el cuidado de Dios por todos los miembros de la comunidad.
El capítulo comienza con la presentación de las hijas de Zelofehad: Mahlah, Noa, Hoglah, Milcah y Tirzah. Su padre, Zelofehad, un descendiente de Manasés, hijo de José, había muerto sin dejar hijos varones. Según las leyes de herencia existentes, que eran patrilineales, la propiedad de Zelofehad habría sido transferida a sus parientes varones, dejando a sus hijas sin herencia. Esta situación llevó a las hijas a acercarse a Moisés, Eleazar el sacerdote, los líderes y toda la asamblea en la entrada de la Tienda de Reunión para presentar su caso:
"Nuestro padre murió en el desierto. No estaba entre los seguidores de Coré, que se unieron contra el Señor, sino que murió por su propio pecado y no dejó hijos. ¿Por qué debería desaparecer el nombre de nuestro padre de su clan porque no tuvo hijo? Danos propiedad entre los parientes de nuestro padre" (Números 27:3-4, NVI).
Esta petición es notable por varias razones. Primero, muestra el coraje y la iniciativa de las hijas, que dieron un paso adelante en una sociedad dominada por hombres para reclamar sus derechos. Segundo, destaca la flexibilidad dentro de la Ley Mosaica para adaptarse y abordar nuevas situaciones. Tercero, subraya la importancia del patrimonio familiar y la preservación del nombre de uno dentro de la comunidad israelita.
Moisés, reconociendo la gravedad de su solicitud, llevó su caso ante el Señor. La respuesta del Señor es clara y afirmativa:
"Las hijas de Zelofehad tienen razón. Debes darles propiedad como herencia entre los parientes de su padre y darles la herencia de su padre" (Números 27:7, NVI).
La afirmación de Dios sobre la reclamación de las hijas lleva a una reforma legal más amplia. El Señor instruye a Moisés a establecer un nuevo estatuto para los israelitas, asegurando que si un hombre muere sin un hijo, su herencia debe pasar a su hija. Si no tiene hija, la herencia debe ir a sus hermanos, y si no tiene hermanos, a los hermanos de su padre, y si su padre no tenía hermanos, entonces al pariente más cercano en su clan (Números 27:8-11). Este estatuto asegura que la propiedad permanezca dentro de la familia y el clan, preservando el sistema de herencia tribal mientras también se provee para los derechos de las mujeres.
La historia de las hijas de Zelofehad es innovadora por varias razones. Reconoce los derechos legales de las mujeres dentro de una sociedad patriarcal, asegurando que no queden desamparadas o desposeídas debido a la falta de herederos varones. También demuestra que las leyes de Dios no son estáticas, sino que responden a las necesidades y circunstancias de Su pueblo. La inclusión de esta narrativa en el texto bíblico destaca el valor otorgado a la justicia, la equidad y la dignidad de todos los individuos, independientemente de su género.
Desde una perspectiva teológica, este pasaje revela varias verdades importantes sobre el carácter de Dios y Sus expectativas para Su pueblo. Primero, muestra que Dios está atento a los clamores de los marginados y oprimidos. Las hijas de Zelofehad, aunque mujeres en una sociedad dominada por hombres, son escuchadas y vindicadas por Dios. Esto se alinea con el tema bíblico más amplio de la preocupación de Dios por la justicia y Su cuidado por los vulnerables, como se ve en pasajes como el Salmo 68:5, donde Dios es descrito como "padre de los huérfanos y defensor de las viudas".
Segundo, el pasaje subraya el principio de equidad dentro de la ley de Dios. Las leyes de herencia existentes no eran inherentemente injustas, pero no contemplaban todas las situaciones posibles. Cuando se identificó una laguna en la ley, Dios proporcionó una solución que mantenía la integridad del sistema de herencia tribal mientras también abordaba las necesidades de aquellos que previamente habían sido pasados por alto. Esto refleja el ideal bíblico de la justicia no solo como punitiva, sino también restaurativa e inclusiva.
Tercero, la narrativa destaca la importancia de la comunidad y la responsabilidad colectiva. Las hijas de Zelofehad no actuaron en aislamiento; llevaron su caso ante los líderes comunitarios y la asamblea, buscando una resolución que beneficiara no solo a ellas mismas, sino también al legado de su padre y su tribu. Este enfoque comunitario de la justicia es un tema recurrente en la Biblia, enfatizando que el bienestar de los individuos está entrelazado con la salud e integridad de la comunidad en su conjunto.
En términos de sus implicaciones más amplias, la historia de las hijas de Zelofehad ha sido una fuente de inspiración y un punto de referencia en las discusiones sobre los derechos de las mujeres y la igualdad de género dentro de la tradición judeocristiana. Sirve como un recordatorio de que la búsqueda de la justicia y la equidad es un proceso continuo que requiere atención a las necesidades y voces de todos los miembros de la comunidad. La narrativa anima a los creyentes a abogar por aquellos que están marginados y a buscar soluciones que reflejen el corazón de Dios por la justicia y la compasión.
En conclusión, Números 27 aborda los derechos de las mujeres presentando un caso legal que lleva a una reforma significativa en las leyes de herencia del antiguo Israel. La historia de las hijas de Zelofehad ejemplifica el coraje de estas mujeres y la capacidad de respuesta de la ley de Dios a sus necesidades. Revela aspectos importantes del carácter de Dios, incluyendo Su preocupación por la justicia, la equidad y el bienestar de todo Su pueblo. Este pasaje continúa inspirando y desafiando a los creyentes a defender los principios de justicia y compasión en sus propias comunidades, asegurando que los derechos y la dignidad de cada individuo sean respetados y protegidos.