¿Dónde en la Biblia manda Dios ser fructíferos y multiplicarse?

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El mandato de "ser fructíferos y multiplicarse" aparece de manera prominente en el Libro del Génesis, el primer libro de la Biblia, y se da en múltiples ocasiones. Esta frase encapsula un mandato divino que tiene un profundo significado teológico, reflejando la intención de Dios para la humanidad y la creación. Para comprender completamente este mandato, debemos explorar su contexto dentro de la narrativa del Génesis y sus implicaciones para la relación de la humanidad con Dios y el mundo.

La primera instancia de este mandato ocurre en Génesis 1:28, donde Dios se dirige a los seres humanos recién creados, Adán y Eva:

"Dios los bendijo y les dijo: 'Sean fructíferos y multiplíquense; llenen la tierra y sométanla. Dominen a los peces del mar y a las aves del cielo y a todo ser viviente que se mueve sobre la tierra.'" (Génesis 1:28, NVI)

Este versículo sigue a la creación de la humanidad, descrita en Génesis 1:26-27, donde Dios declara su intención de hacer a los humanos a su imagen y semejanza. El mandato de "ser fructíferos y multiplicarse" es parte de la bendición de Dios, indicando que la procreación y la expansión de la vida humana son integrales a su diseño para la creación. Este mandato no se trata meramente de la reproducción; abarca la administración y el cuidado de la tierra y sus criaturas. Al llenar la tierra y ejercer dominio, la humanidad participa en la obra creativa de Dios, reflejando su orden y bondad.

La segunda ocurrencia de este mandato se encuentra en Génesis 9:1, después de la narrativa del diluvio, donde Dios habla a Noé y a sus hijos:

"Entonces Dios bendijo a Noé y a sus hijos, diciéndoles: 'Sean fructíferos y multiplíquense y llenen la tierra.'" (Génesis 9:1, NVI)

Esta reiteración del mandato después del diluvio significa una renovación del pacto de Dios con la humanidad. El diluvio había acabado con todos excepto la familia de Noé, y la tierra necesitaba ser repoblada. Al repetir el mandato, Dios reafirma su propósito original para la humanidad, enfatizando la continuidad a pesar del juicio que acababa de ocurrir. Este momento marca un nuevo comienzo, una segunda oportunidad para que la humanidad cumpla su mandato divino.

En ambas instancias, el mandato de "ser fructíferos y multiplicarse" va acompañado de una bendición. Esta bendición es un empoderamiento divino, asegurando que Dios está con la humanidad en este esfuerzo. Subraya la sacralidad de la vida y la importancia de la participación humana en el plan creativo y redentor de Dios.

Teológicamente, este mandato tiene varias capas de significado. Primero, destaca el valor intrínseco de la vida humana. Cada persona está hecha a imagen de Dios (Imago Dei), y la multiplicación de la vida humana es una extensión del acto creativo de Dios. Esto afirma la dignidad y el valor de cada individuo y la unidad familiar como un bloque fundamental de la sociedad.

Segundo, el mandato implica una responsabilidad hacia la creación. El mandato de "llenar la tierra y someterla" y de "dominar" a otras criaturas no es una licencia para la explotación, sino un llamado a la administración. A la humanidad se le confía el cuidado de la tierra, para cultivarla y protegerla, reflejando el propio cuidado de Dios por su creación. Esta administración es un acto de adoración, reconociendo la soberanía y bondad de Dios.

Tercero, el mandato tiene connotaciones escatológicas. La multiplicación de la humanidad y el llenado de la tierra pueden verse como un presagio del cumplimiento último del reino de Dios. En el Nuevo Testamento, este tema se expande con la Gran Comisión (Mateo 28:18-20), donde Jesús ordena a sus discípulos "ir y hacer discípulos de todas las naciones." Esta multiplicación espiritual refleja la multiplicación física ordenada en Génesis, apuntando hacia la expansión del reino de Dios y la reconciliación de toda la creación con Él.

Además de estas ocurrencias principales, el tema de la fructificación y la multiplicación se repite a lo largo de la Biblia. En Génesis 17:2, Dios promete a Abraham que será el padre de muchas naciones, multiplicando sus descendientes:

"Entonces estableceré mi pacto entre tú y yo y te multiplicaré en gran manera." (Génesis 17:2, NVI)

Esta promesa a Abraham es una continuación del mandato del Génesis, enfatizando el plan continuo de Dios para bendecir y multiplicar a su pueblo. De manera similar, en Génesis 35:11, Dios le dice a Jacob:

"Y Dios le dijo: 'Yo soy el Dios Todopoderoso; sé fructífero y multiplícate. Una nación y una comunidad de naciones procederán de ti, y reyes saldrán de tus lomos.'" (Génesis 35:11, NVI)

Estas instancias refuerzan la idea de que la fructificación y la multiplicación son centrales en la relación pactual de Dios con su pueblo. No son meramente imperativos biológicos, sino que están profundamente entrelazados con los propósitos redentores de Dios.

En el pensamiento cristiano, este mandato también tiene implicaciones para cómo vemos la familia, la comunidad y la misión. La familia se ve como un microcosmos de la iglesia, un lugar donde se nutre la fe y se transmite a la siguiente generación. La multiplicación de creyentes a través de la evangelización y el discipulado es un cumplimiento espiritual del mandato del Génesis. Esta perspectiva se refleja en varios escritos y enseñanzas cristianas. Por ejemplo, Juan Calvino, en sus "Comentarios sobre el Primer Libro de Moisés Llamado Génesis," enfatiza que la bendición de la fructificación es un signo del favor de Dios y una invitación a participar en su plan divino.

Además, pensadores cristianos contemporáneos como N.T. Wright han explorado cómo el tema de la fructificación y la multiplicación se relaciona con la misión de la iglesia. En su libro "Sorprendidos por la Esperanza," Wright argumenta que la misión de la iglesia es traer el reino de Dios a la tierra, reflejando el mandato original de llenar y someter la tierra. Esta misión involucra no solo la evangelización, sino también la justicia social, la administración ambiental y el compromiso cultural, todas las cuales son formas de participar en la obra redentora de Dios.

En resumen, el mandato de "ser fructíferos y multiplicarse" que se encuentra en Génesis 1:28 y Génesis 9:1 es un aspecto fundamental del diseño de Dios para la humanidad. Significa el valor de la vida humana, la responsabilidad de la administración y la continuidad de las promesas pactuales de Dios. Este mandato no es solo un llamado a la reproducción biológica, sino una invitación a participar en los propósitos creativos y redentores de Dios. Como cristianos, estamos llamados a reflejar este mandato en nuestras vidas, familias, comunidades y misión, dando testimonio de la bondad y soberanía de nuestro Creador.

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