En la gran narrativa del Éxodo, Moisés se erige como una figura imponente de fe y liderazgo. Su vida, marcada por momentos de profunda dependencia de Dios, proporciona un modelo para comprender la importancia de la presencia divina en el camino de la fe. Entre los muchos momentos en los que Moisés expresa su dependencia de la presencia de Dios, uno de los más conmovedores y reveladores se encuentra en Éxodo 33.
Después del grave pecado de los israelitas al adorar el becerro de oro, Dios informa a Moisés que no irá con el pueblo a la Tierra Prometida, sino que enviará un ángel en su lugar (Éxodo 33:1-3). Este anuncio perturba profundamente a Moisés, quien entiende que sin la presencia de Dios, el viaje y la misión serían inútiles. Es en este contexto que la dependencia de Moisés en la presencia de Dios se articula de manera más explícita.
En Éxodo 33:12-17, Moisés entabla un diálogo sincero con Dios. Moisés comienza recordándole a Dios su promesa y buscando la seguridad de su presencia:
"Moisés dijo al Señor: 'Mira, tú me dices: