Los capítulos 12 al 15 de Génesis son fundamentales en la narrativa bíblica, sentando las bases para el pacto abrahámico y preparando el escenario para la historia en desarrollo del pueblo elegido de Dios. Estos capítulos relatan el llamado de Abram (más tarde llamado Abraham), su viaje de fe y las primeras interacciones entre Dios y Abram que darían forma al destino de Israel y, en última instancia, del mundo. Vamos a profundizar en estos capítulos para entender los eventos clave y su significado.
La narrativa comienza con un evento trascendental: el llamado de Dios a Abram. En Génesis 12:1-3, Dios le ordena a Abram que deje su país, su gente y la casa de su padre para ir a una tierra que Dios le mostraría. Esta directiva divina va acompañada de una serie de promesas:
La promesa de una gran nación: "Haré de ti una gran nación, y te bendeciré; haré famoso tu nombre, y serás una bendición" (Génesis 12:2, NVI). Esta promesa subraya el futuro establecimiento de Israel como una nación significativa.
Bendición y protección: "Bendeciré a los que te bendigan, y al que te maldiga, maldeciré; y por medio de ti serán bendecidas todas las familias de la tierra" (Génesis 12:3, NVI). Esto destaca la mano protectora de Dios sobre Abram y la bendición universal que vendría a través de su linaje, que los cristianos entienden como cumplida en Jesucristo.
La obediencia de Abram a este llamado es inmediata e incuestionable. Parte con su esposa Sarai, su sobrino Lot y todas sus posesiones, viajando a la tierra de Canaán. Al llegar, Dios se aparece a Abram y reitera Su promesa, declarando: "A tu descendencia le daré esta tierra" (Génesis 12:7, NVI). Abram responde construyendo un altar al Señor, marcando la tierra como sagrada.
Una hambruna en Canaán obliga a Abram a buscar refugio en Egipto. Este episodio revela la fragilidad humana de Abram y las complejidades de su viaje de fe. Temiendo por su vida debido a la belleza de Sarai, Abram le instruye que diga que es su hermana. Este engaño lleva a Faraón a llevar a Sarai a su palacio, pero Dios interviene infligiendo graves enfermedades a Faraón y su casa. Cuando se revela la verdad, Faraón reprende a Abram y lo envía con Sarai y todas sus posesiones. Este incidente subraya el cuidado protector de Dios sobre Abram a pesar de sus defectos.
A medida que crecen las riquezas y los rebaños de Abram y Lot, surgen conflictos entre sus pastores. Para mantener la paz, Abram ofrece a Lot la primera elección de tierra. Lot elige las fértiles llanuras del valle del Jordán, asentándose cerca de Sodoma, una ciudad conocida por su maldad. Abram, en contraste, se asienta en la tierra de Canaán. Después de la partida de Lot, Dios reafirma Su promesa a Abram, diciendo: "Toda la tierra que ves te la daré a ti y a tu descendencia para siempre. Haré que tu descendencia sea como el polvo de la tierra" (Génesis 13:15-16, NVI). Abram responde mudándose a Hebrón y construyendo otro altar al Señor.
El siguiente evento significativo es un conflicto militar que involucra a varios reyes. Lot, viviendo en Sodoma, es capturado cuando una coalición de reyes, liderada por Quedorlaomer, derrota a los reyes de Sodoma y Gomorra. Al enterarse de esto, Abram moviliza a 318 hombres entrenados de su casa y persigue a los captores. En un audaz ataque nocturno, Abram derrota a los reyes y rescata a Lot, junto con los otros cautivos y sus posesiones.
Esta victoria lleva a un encuentro notable con Melquisedec, rey de Salem y sacerdote del Dios Altísimo. Melquisedec bendice a Abram, diciendo: "Bendito sea Abram del Dios Altísimo, Creador del cielo y de la tierra. Y bendito sea el Dios Altísimo, que entregó a tus enemigos en tu mano" (Génesis 14:19-20, NVI). Abram, reconociendo la autoridad divina de Melquisedec, le da una décima parte de todo. Este encuentro prefigura el papel sacerdotal de Cristo, ya que Melquisedec es mencionado más tarde en el Nuevo Testamento (Hebreos 7).
Génesis 15 es un capítulo fundamental, donde Dios formaliza Su pacto con Abram. El capítulo comienza con una reafirmación divina: "No temas, Abram. Yo soy tu escudo, tu muy grande recompensa" (Génesis 15:1, NVI). A pesar de las promesas de Dios, Abram expresa su preocupación por no tener hijos, ya que él y Sarai son de edad avanzada. Dios responde con una poderosa promesa visual, llevando a Abram afuera y diciendo: "Mira al cielo y cuenta las estrellas, si es que puedes contarlas. Así de numerosa será tu descendencia" (Génesis 15:5, NVI).
La respuesta de Abram es de fe: "Abram creyó al Señor, y él se lo reconoció como justicia" (Génesis 15:6, NVI). Este versículo es fundamental en la teología cristiana, enfatizando que la justicia viene a través de la fe, un tema que se repite en el Nuevo Testamento (Romanos 4:3).
Para solidificar Su promesa, Dios instruye a Abram a preparar una ceremonia de pacto. Abram reúne animales específicos, los corta por la mitad y coloca las piezas una frente a la otra. Al ponerse el sol, Abram cae en un profundo sueño, y una oscuridad espesa y terrible cae sobre él. Dios entonces habla a Abram, revelando el futuro de sus descendientes: serán esclavizados y maltratados en una tierra extranjera durante 400 años, pero Dios castigará a la nación que sirvan y los sacará con grandes posesiones (Génesis 15:13-14).
La ceremonia culmina con una manifestación divina: una olla humeante con una antorcha encendida pasa entre las piezas. Este acto significa el compromiso unilateral de Dios con el pacto. Dios declara: "A tus descendientes les doy esta tierra, desde el arroyo de Egipto hasta el gran río, el Éufrates" (Génesis 15:18, NVI). Este pacto, conocido como el Pacto Abrahámico, es un momento crucial en la historia bíblica, estableciendo las promesas de tierra, nación y bendición que se desarrollarán a lo largo de las Escrituras.
Estos capítulos de Génesis están llenos de ideas teológicas y espirituales. Destacan los temas de fe, obediencia y la fidelidad de Dios. El viaje de Abram está marcado por momentos de confianza y duda, fragilidad humana e intervención divina. Su historia es un testimonio de la gracia de Dios y del plan de redención en desarrollo.
El llamado de Abram y sus acciones subsecuentes demuestran la importancia de la fe y la obediencia en la vida de un creyente. A pesar de las incertidumbres y desafíos, la disposición de Abram a seguir el llamado de Dios sienta un precedente para todos los que buscan caminar en fe. Sus interacciones con Dios, particularmente en Génesis 15, enfatizan que la fe es la base de la justicia, un principio que es central en la doctrina cristiana.
La ceremonia del pacto en Génesis 15 es particularmente significativa, ya que subraya el compromiso de Dios con Sus promesas. La imagen de la olla humeante y la antorcha encendida pasando entre las piezas de los animales es una representación poderosa de la presencia de Dios y Su promesa inquebrantable a Abram. Este pacto no solo da forma al destino de Israel, sino que también apunta al cumplimiento mayor en Cristo, a través de quien todas las naciones son bendecidas.
En conclusión, Génesis 12 al 15 establece la narrativa fundamental de la relación de Dios con Abram, preparando el escenario para el desarrollo de la nación de Israel y el despliegue del plan redentor de Dios. Estos capítulos invitan a los lectores a reflexionar sobre la naturaleza de la fe, la importancia de la obediencia y la seguridad de las promesas de Dios. A través de la historia de Abram, vemos a un Dios que llama, guía, protege y hace pactos con Su pueblo, ofreciendo un vistazo de Sus propósitos eternos y la esperanza que se cumple en Jesucristo.