La historia de Ismael y Agar siendo enviados por Abraham es una narrativa conmovedora que se encuentra en el libro de Génesis, específicamente en los capítulos 16 y 21. Este relato no es solo una historia de discordia familiar, sino también una reflexión sobre la fe, las promesas divinas y la fragilidad humana. Para entender los eventos que llevaron a su partida, debemos profundizar en el contexto más amplio de la vida de Abraham, las promesas que Dios le hizo y la dinámica dentro de su hogar.
Abraham, originalmente llamado Abram, fue llamado por Dios para dejar su tierra natal y viajar a una tierra que Dios le mostraría. Dios hizo un pacto con Abraham, prometiéndole que se convertiría en el padre de una gran nación (Génesis 12:1-3). Esta promesa se reiteró varias veces, con Dios asegurando a Abraham que sus descendientes serían tan numerosos como las estrellas en el cielo (Génesis 15:5). Sin embargo, había un desafío significativo: la esposa de Abraham, Sara, era estéril y ambos estaban avanzando en edad.
En Génesis 16, vemos las primeras semillas del conflicto que llevaría a la expulsión de Agar e Ismael. Sara, desesperada por tener un hijo y quizás dudando del cumplimiento de la promesa de Dios, sugirió que Abraham tomara a su sierva egipcia, Agar, como concubina para tener un hijo en su nombre. Esta era una práctica culturalmente aceptable en el antiguo Cercano Oriente, aunque estaba llena de posibles complicaciones. Abraham aceptó la propuesta de Sara, y Agar concibió un hijo.
Una vez que Agar quedó embarazada, surgieron tensiones. Agar comenzó a despreciar a Sara, probablemente porque su estatus en el hogar se había elevado debido a su embarazo. En respuesta, Sara trató a Agar con dureza, lo que provocó que Agar huyera al desierto. Fue allí donde un ángel del Señor se le apareció a Agar, instruyéndola a regresar a Sara y someterse a su autoridad. El ángel también le dio una promesa de que los descendientes de Agar a través de su hijo, Ismael, serían demasiado numerosos para contar (Génesis 16:10).
Agar regresó y dio a Abraham un hijo, Ismael. Por un tiempo, parecía que Ismael podría ser el heredero a través del cual Dios cumpliría Su promesa a Abraham. Sin embargo, Dios tenía otros planes. En Génesis 17, Dios reafirmó Su pacto con Abraham y prometió que Sara tendría un hijo, Isaac, a través del cual se establecería el pacto. Esta promesa se cumplió cuando Sara dio a luz a Isaac cuando Abraham tenía 100 años (Génesis 21:1-5).
El nacimiento de Isaac marcó un punto de inflexión en la narrativa. A medida que Isaac crecía, las preocupaciones de Sara sobre la presencia de Ismael en el hogar se intensificaron. Génesis 21:8-10 describe un momento crucial durante una fiesta que celebraba el destete de Isaac. Sara observó a Ismael, que tenía unos catorce años en ese momento, burlándose de Isaac. Este incidente, junto con las implicaciones culturales de los derechos de herencia, llevó a Sara a exigir que Abraham enviara a Agar e Ismael lejos, diciendo: "Echa a esa esclava y a su hijo, porque el hijo de esa mujer nunca compartirá la herencia con mi hijo Isaac".
Abraham estaba profundamente angustiado por la demanda de Sara, ya que Ismael era su hijo y lo amaba. Sin embargo, Dios intervino, asegurando a Abraham que debía escuchar a Sara porque Isaac era el hijo de la promesa. Dios prometió a Abraham que Ismael también se convertiría en una gran nación porque era descendiente de Abraham (Génesis 21:12-13).
Siguiendo la guía de Dios, Abraham envió a Agar e Ismael con provisiones. Vagaron por el desierto de Beerseba, donde su situación se volvió desesperada. Cuando se les acabó el agua, Agar, en desesperación, colocó a Ismael bajo un arbusto y se alejó, incapaz de ver morir a su hijo. En este momento de desesperación, Dios escuchó los llantos de Ismael y envió un ángel para consolar a Agar, recordándole la promesa de Dios de convertir a Ismael en una gran nación. Dios entonces proporcionó un pozo de agua para ellos (Génesis 21:17-19).
La narrativa de la partida de Agar e Ismael concluye con Ismael creciendo en el desierto de Parán y convirtiéndose en un experto arquero. Agar le encontró una esposa de Egipto, y sus descendientes efectivamente se convirtieron en una gran nación, cumpliendo la promesa de Dios (Génesis 21:20-21).
Esta historia está llena de temas de fe, promesa y las complejidades de las relaciones humanas. Destaca la tensión entre los intentos humanos de cumplir las promesas divinas por sus propios medios y el cumplimiento de esas promesas en el tiempo y la manera de Dios. La narrativa también enfatiza la fidelidad de Dios y su cuidado por toda su creación, como se ve en su provisión para Agar e Ismael incluso después de que fueron enviados.
Los teólogos cristianos a menudo ven la historia de Ismael e Isaac como una alegoría de los antiguos y nuevos pactos. El apóstol Pablo, en su carta a los Gálatas, usa la historia para ilustrar la diferencia entre el pacto de la ley, simbolizado por Agar e Ismael, y el pacto de la gracia, simbolizado por Sara e Isaac (Gálatas 4:21-31). Esta interpretación subraya el tema bíblico más amplio de la gracia de Dios y el cumplimiento de sus promesas a través de la fe.
En resumen, los eventos que llevaron a la expulsión de Ismael y Agar son un tapiz tejido con emociones humanas, promesas divinas y el desarrollo del plan de Dios. Sirve como un recordatorio de la soberanía de Dios y la importancia de confiar en sus promesas, incluso cuando las circunstancias parecen sugerir lo contrario.