¿Cuáles son las leyes bíblicas sobre tocar cadáveres?

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Las leyes bíblicas sobre tocar cadáveres se encuentran principalmente en el libro de Levítico, que es parte del Pentateuco o Torá. Estas leyes fueron dadas a los israelitas a través de Moisés y sirvieron como una guía integral para mantener la pureza ritual y la santidad dentro de la comunidad. Entender estas leyes requiere comprender el contexto cultural y religioso del antiguo Israel, donde la pureza estaba estrechamente vinculada a la relación de uno con Dios y la comunidad.

En Levítico 11-15, encontramos un conjunto detallado de leyes de pureza, y dentro de estos capítulos, se aborda específicamente el tema de tocar cadáveres. Levítico 11:24-28, por ejemplo, describe la impureza que proviene de tocar los cadáveres de ciertos animales. Sin embargo, el tratamiento más directo y completo de tocar cadáveres humanos se encuentra en Números 19, que complementa las leyes levíticas.

Levítico 21:1-4 proporciona instrucciones específicas para los sacerdotes, quienes estaban sujetos a un estándar más alto de pureza debido a su papel en el tabernáculo. El texto dice:

"El Señor dijo a Moisés: 'Habla a los sacerdotes, los hijos de Aarón, y diles: “Un sacerdote no debe hacerse ceremonialmente impuro por ninguno de su pueblo que muera, excepto por un pariente cercano, como su madre o su padre, su hijo o su hija, su hermano, o una hermana soltera que dependa de él ya que no tiene esposo; por ella, puede hacerse impuro. No debe hacerse impuro por personas relacionadas con él por matrimonio y así contaminarse.”'" (Levítico 21:1-4, NVI)

Este pasaje indica que los sacerdotes generalmente tenían prohibido tocar cadáveres para evitar la impureza ritual, excepto en el caso de familiares inmediatos. Esta excepción subraya la importancia de los lazos familiares y las responsabilidades que conllevan.

Para la población israelita en general, las leyes sobre tocar cadáveres se describen en Números 19. El capítulo comienza con la ordenanza de la vaca roja, cuyas cenizas se usaban en el agua de purificación. Números 19:11-13 dice:

"El que toque un cadáver humano quedará impuro durante siete días. Debe purificarse con el agua en el tercer día y en el séptimo día; entonces quedará limpio. Pero si no se purifica en el tercer y séptimo día, no quedará limpio. Si no se purifica después de tocar un cadáver humano, contamina el tabernáculo del Señor. Debe ser cortado de Israel. Porque el agua de purificación no ha sido rociada sobre él, está impuro; su impureza permanece sobre él." (Números 19:11-13, NVI)

Este pasaje describe el proceso de purificación requerido para alguien que ha tocado un cadáver. La persona se vuelve ceremonialmente impura durante siete días y debe someterse a un ritual específico de purificación que involucra el agua mezclada con las cenizas de la vaca roja. No seguir este ritual resulta en consecuencias severas, incluyendo ser cortado de la comunidad, lo que resalta la seriedad de estas leyes.

El ritual en sí se describe más detalladamente en Números 19:17-19:

"Para la persona impura, pongan algunas cenizas de la ofrenda de purificación quemada en un frasco y viertan agua fresca sobre ellas. Luego, un hombre que esté ceremonialmente limpio debe tomar un poco de hisopo, mojarlo en el agua y rociar la tienda y todos los muebles y las personas que estaban allí. También debe rociar a cualquiera que haya tocado un hueso humano o una tumba o a cualquiera que haya sido asesinado o que haya muerto de muerte natural. El hombre que esté limpio debe rociar a los que están impuros en el tercer y séptimo día, y en el séptimo día debe purificarlos. Los que están siendo purificados deben lavar su ropa y bañarse con agua, y esa noche estarán limpios." (Números 19:17-19, NVI)

El uso de hisopo y el momento específico de la aspersión en el tercer y séptimo día son significativos. El hisopo era una planta a menudo asociada con la purificación (ver Salmo 51:7), y el momento estructurado subraya la importancia de seguir las instrucciones de Dios con precisión.

El Nuevo Testamento también aborda el concepto de impureza ritual, aunque cambia el enfoque de los rituales externos a la pureza interna. Jesús a menudo desafiaba a los fariseos y líderes religiosos por su énfasis en las leyes ceremoniales a expensas de la rectitud interna. Por ejemplo, en Mateo 23:27-28, Jesús dice:

"¡Ay de ustedes, maestros de la ley y fariseos, hipócritas! Son como sepulcros blanqueados, que se ven hermosos por fuera pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de todo lo impuro. De la misma manera, por fuera parecen justos ante la gente, pero por dentro están llenos de hipocresía y maldad." (Mateo 23:27-28, NVI)

Aquí, Jesús usa la imagen de tumbas y cadáveres para ilustrar la hipocresía de centrarse en la pureza externa mientras se descuida la rectitud interna.

El apóstol Pablo también aborda el tema de la pureza en un contexto espiritual. En 2 Corintios 6:16-18, Pablo escribe:

"¿Qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos? Porque nosotros somos el templo del Dios viviente. Como Dios ha dicho: 'Viviré con ellos y caminaré entre ellos, y seré su Dios, y ellos serán mi pueblo.' Por lo tanto, 'Salgan de en medio de ellos y apártense, dice el Señor. No toquen nada impuro, y yo los recibiré.' Y, 'Yo seré un Padre para ustedes, y ustedes serán mis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso.'" (2 Corintios 6:16-18, NVI)

La exhortación de Pablo a "no tocar nada impuro" es un llamado a la pureza espiritual y a la separación del pecado, utilizando el lenguaje del Antiguo Testamento sobre la pureza ritual pero aplicándolo a la vida moral y espiritual de los creyentes.

En resumen, las leyes bíblicas sobre tocar cadáveres en el Antiguo Testamento eran parte de un sistema más amplio de leyes de pureza diseñadas para mantener la santidad de la comunidad israelita. Estas leyes requerían rituales específicos para la purificación, subrayando la seriedad de mantener la pureza ritual. En el Nuevo Testamento, el enfoque cambia a la pureza interna y la rectitud, con Jesús y Pablo enfatizando la importancia de un corazón puro y una vida separada del pecado. Estas enseñanzas nos recuerdan que, aunque los rituales externos eran significativos en su tiempo, apuntaban a un principio más profundo y duradero de santidad y una relación con Dios que trasciende la mera observancia externa.

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