En el gran tapiz del Antiguo Testamento, una de las preguntas más profundas e intrigantes es por qué Dios eligió a Israel como Su pueblo escogido. Para entender esto, debemos adentrarnos en la teología de la creación tal como se presenta en el Pentateuco, también conocido como la Torá. La respuesta no es simplemente una cuestión de selección arbitraria o favoritismo, sino que está profundamente arraigada en el propósito divino de Dios, las relaciones de pacto y la narrativa en desarrollo de la redención.
La historia comienza en Génesis, el primer libro de la Torá, con la creación del mundo. Génesis 1 y 2 narran cómo Dios creó los cielos y la tierra, culminando en la creación de la humanidad, hecha a Su imagen (Génesis 1:26-27). Esto prepara el escenario para entender la relación de Dios con Su creación: una relación marcada por intención, propósito y amor. La humanidad fue creada para reflejar la gloria de Dios, para administrar Su creación y para disfrutar de la comunión con Él.
Sin embargo, la armonía de la creación fue interrumpida por la caída en Génesis 3, cuando Adán y Eva desobedecieron a Dios. El pecado entró en el mundo, y con él, la ruptura y el alejamiento de Dios. Sin embargo, incluso en este momento de desobediencia, Dios reveló Su plan redentor. Prometió que la descendencia de la mujer aplastaría la cabeza de la serpiente (Génesis 3:15), un presagio de la victoria final sobre el pecado y el mal.
A medida que la narrativa se desarrolla, vemos que el plan redentor de Dios toma forma a través de Su pacto con Abraham, un momento crucial en Génesis 12. Dios llamó a Abram (más tarde llamado Abraham) e hizo un pacto con él, prometiendo hacer de él una gran nación, bendecirlo y hacer grande su nombre para que fuera una bendición para todas las familias de la tierra (Génesis 12:1-3). Este pacto es fundamental para entender por qué Dios eligió a Israel.
El llamado de Abraham y las promesas de Dios hacia él no se basaron en ningún mérito o grandeza inherente en Abraham o sus descendientes. Más bien, fue un acto de gracia divina y elección soberana. Deuteronomio 7:6-8 lo declara explícitamente:
"Porque tú eres un pueblo santo para el Señor tu Dios. El Señor tu Dios te ha escogido para ser un pueblo para su posesión especial, de entre todos los pueblos que están sobre la faz de la tierra. No fue porque fueras más numeroso que cualquier otro pueblo que el Señor puso su amor en ti y te eligió, porque eras el más pequeño de todos los pueblos, sino porque el Señor te ama y está cumpliendo el juramento que hizo a tus padres, que el Señor te sacó con mano poderosa y te redimió de la casa de esclavitud, de la mano de Faraón, rey de Egipto."
Este pasaje destaca dos aspectos críticos de la elección de Dios: Su amor y Su fidelidad a Su pacto. El amor de Dios es la motivación principal para elegir a Israel. Es un amor que es constante, inmerecido y arraigado en Su carácter. Además, la fidelidad de Dios a Sus promesas de pacto a Abraham, Isaac y Jacob subraya Su compromiso con Su plan redentor.
La elección de Israel sirve a un propósito mayor dentro de la narrativa divina. Israel fue elegido para ser una luz para las naciones, un reino de sacerdotes y una nación santa (Éxodo 19:5-6). A través de Israel, Dios tenía la intención de revelar Su carácter, Sus leyes y Su salvación al mundo. La entrega de la Torá en el Monte Sinaí, el establecimiento del sistema sacrificial y el testimonio profético sirven para señalar la santidad, la justicia, la misericordia y los propósitos redentores de Dios.
Isaías 49:6 resume este llamado misionero:
"Es muy poco que tú seas mi siervo para levantar las tribus de Jacob y para restaurar a los preservados de Israel; te haré luz para las naciones, para que mi salvación llegue hasta los confines de la tierra."
El papel de Israel como pueblo escogido de Dios no era un fin en sí mismo, sino un medio para un fin mayor: la salvación de todos los pueblos. A través de Israel, Dios traería al Mesías, Jesucristo, quien cumpliría la ley, los profetas y las promesas hechas a los patriarcas. Jesús, nacido de la descendencia de Abraham, es la expresión última del plan redentor de Dios. En Él, las promesas del pacto encuentran su cumplimiento, y las bendiciones prometidas a Abraham se extienden a todas las naciones (Gálatas 3:8, 16).
Además, la historia de Israel es un testimonio de la gracia y la paciencia de Dios. A pesar de la frecuente desobediencia, idolatría y fracaso de Israel para cumplir con su llamado, Dios permaneció fiel. La historia de Israel, tal como se registra en la Torá y los libros subsiguientes del Antiguo Testamento, está llena de ejemplos del juicio y la misericordia de Dios, Su disciplina y restauración. Esta relación dinámica entre Dios e Israel subraya la profundidad de Su amor de pacto y la seriedad de Su santidad.
El apóstol Pablo, en su carta a los Romanos, ofrece una reflexión teológica sobre la elección de Israel. Él enfatiza que la elección de Israel por parte de Dios es parte de Su voluntad y propósito soberanos (Romanos 9:6-13). Pablo también señala que no todos los que descienden de Israel pertenecen a Israel, sino que son los hijos de la promesa los que se cuentan como descendencia (Romanos 9:6-8). Esta distinción destaca que la elección de Dios se basa en Su promesa y propósito en lugar de solo el linaje étnico.
Además, Pablo explica que la inclusión de los gentiles en el pueblo de Dios a través de la fe en Cristo no anula las promesas de Dios a Israel. En cambio, revela el misterio del plan redentor de Dios, en el que tanto judíos como gentiles son reunidos en Cristo (Efesios 2:11-22). Así, la iglesia, compuesta por creyentes de todas las naciones, se convierte en la nueva comunidad del pacto, cumpliendo la promesa de que a través de la descendencia de Abraham, todas las naciones serían bendecidas (Gálatas 3:28-29).
En conclusión, la elección de Israel por parte de Dios como Su pueblo escogido es un aspecto multifacético y profundo de la teología bíblica. Está arraigada en la gracia soberana de Dios, Sus promesas de pacto y Sus propósitos redentores. La elección de Israel sirve como un medio para revelar el carácter de Dios, para traer al Mesías y para extender Su salvación a todas las naciones. La historia de Israel es un testimonio de la fidelidad, el amor y el desarrollo del plan divino de Dios para la redención de la humanidad. A través de Israel, y en última instancia a través de Jesucristo, la luz y la salvación de Dios han llegado hasta los confines de la tierra, cumpliendo Su promesa de bendecir a todas las familias de la tierra a través de Abraham.