¿Por qué mató Dios a Onán según Génesis 38?

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Génesis 38 presenta una narrativa compleja y algo controvertida que involucra a Judá y sus hijos, incluido Onán. La historia se sitúa dentro del contexto más amplio de la historia patriarcal de Israel, centrándose específicamente en la línea de Judá, uno de los doce hijos de Jacob. Entender por qué Dios mató a Onán requiere un examen cuidadoso del texto, el contexto cultural y las implicaciones teológicas.

La narrativa comienza con Judá, quien se casa con una mujer cananea llamada Shua y tiene tres hijos: Er, Onán y Sela. Judá arregla que su primogénito, Er, se case con Tamar. Sin embargo, Er es descrito como malvado a los ojos del Señor, y Dios lo mata (Génesis 38:7). El texto no especifica la naturaleza de la maldad de Er, pero establece el escenario para la costumbre del matrimonio levirato que sigue.

En la cultura del antiguo Cercano Oriente, el matrimonio levirato era una práctica diseñada para preservar la línea de un hombre fallecido y proveer para su viuda. Según esta costumbre, si un hombre moría sin dejar un heredero varón, su hermano estaba obligado a casarse con la viuda y producir descendencia en nombre del hermano fallecido. Esta práctica se codifica más tarde en Deuteronomio 25:5-6, que dice: "Si dos hermanos viven juntos y uno de ellos muere sin tener un hijo, la viuda no debe casarse fuera de la familia. El hermano de su esposo debe tomarla y casarse con ella y cumplir con el deber de un cuñado hacia ella. El primer hijo que ella tenga llevará el nombre del hermano muerto para que su nombre no sea borrado de Israel".

Después de la muerte de Er, Judá instruye a Onán para que cumpla con este deber y se case con Tamar para producir descendencia para su hermano fallecido. Génesis 38:8-9 relata: "Entonces Judá dijo a Onán: 'Ve a la esposa de tu hermano y cumple con el deber de un cuñado hacia ella, y levanta descendencia para tu hermano'. Pero Onán sabía que la descendencia no sería suya. Así que cada vez que se acostaba con la esposa de su hermano, derramaba el semen en el suelo, para no dar descendencia a su hermano".

Las acciones de Onán revelan una negativa deliberada a cumplir con su deber levirato. Al derramar su semen en el suelo, Onán se asegura de que Tamar no conciba, impidiendo así la continuación de la línea de su hermano. Este acto de anticoncepción no es meramente una preferencia personal, sino una desobediencia directa a una obligación cultural y religiosamente significativa. Génesis 38:10 dice: "Y lo que hizo fue malvado a los ojos del Señor, y también lo mató".

La clave para entender por qué Dios mató a Onán radica en la naturaleza de su ofensa. El pecado de Onán fue multifacético:

  1. Desobediencia al Deber Cultural y Familiar: La negativa de Onán a proporcionar descendencia para su hermano fallecido fue una violación de la costumbre del matrimonio levirato. Este deber no era solo una obligación familiar, sino un imperativo cultural y religioso para asegurar la continuidad de la línea familiar y la herencia de la tierra, que era crucial en la sociedad israelita.

  2. Egoísmo y Codicia: Al no producir un heredero para su hermano, Onán potencialmente se beneficiaba con una mayor parte de la herencia. Si Tamar daba a luz a un hijo, ese hijo heredaría la porción de Er, reduciendo la herencia de Onán. Las acciones de Onán reflejan un deseo egoísta de proteger sus propios intereses a expensas de sus responsabilidades familiares.

  3. Engaño y Explotación: Las repetidas relaciones sexuales de Onán con Tamar, mientras intencionalmente prevenía la concepción, constituían una forma de engaño y explotación. Usaba a Tamar para su propia gratificación sexual sin honrar el compromiso de levantar descendencia para su hermano. Esta explotación de la vulnerabilidad de Tamar fue una grave injusticia.

  4. Desafío a la Voluntad Divina: En última instancia, las acciones de Onán fueron vistas como un desafío a la voluntad de Dios. La continuación de la línea familiar y el cumplimiento del deber levirato eran integrales a las promesas del pacto de Dios a Abraham, Isaac y Jacob. Al negarse a cumplir con este deber, Onán estaba actuando en contra del plan divino para la preservación y proliferación del pueblo elegido.

La severidad del castigo de Onán refleja la seriedad de su ofensa a los ojos de Dios. Subraya la importancia de la obediencia a los mandamientos divinos, la santidad de las responsabilidades familiares y el trato ético hacia los demás. La muerte de Onán sirve como un recordatorio contundente de las consecuencias del egoísmo, el engaño y la desobediencia.

La historia de Onán también tiene implicaciones teológicas más amplias. Resalta el tema de la justicia y la retribución divina, demostrando que Dios responsabiliza a los individuos por sus acciones. Además, subraya la importancia de la fidelidad a los mandamientos de Dios y el trato ético hacia los demás dentro de la comunidad.

En la teología cristiana, esta narrativa a menudo ha sido interpretada de diversas maneras. Algunos la han visto como una condena de la anticoncepción, mientras que otros la ven más ampliamente como una lección de obediencia y el trato ético hacia los demás. Es esencial abordar el texto con una comprensión matizada, reconociendo el contexto cultural e histórico mientras se extraen los principios atemporales de justicia, responsabilidad y fidelidad.

En conclusión, Dios mató a Onán porque sus acciones fueron malvadas en múltiples dimensiones: desobedeció un deber cultural y religioso significativo, actuó por egoísmo y codicia, engañó y explotó a Tamar, y en última instancia desafió la voluntad de Dios. Esta narrativa sirve como un poderoso recordatorio de la importancia de la obediencia, la justicia y el trato ético hacia los demás, principios que resuenan a lo largo del texto bíblico y continúan siendo relevantes en nuestras vidas hoy en día.

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