La historia de José y sus hermanos es una de las narrativas más convincentes en el Libro del Génesis, rica en temas de celos, traición y, en última instancia, redención. Para entender por qué los hermanos de José lo vendieron, necesitamos profundizar en la dinámica familiar, el contexto cultural y la providencia divina que dan forma a esta historia.
En el corazón del asunto está la compleja relación entre José y sus hermanos, marcada por el favoritismo, la envidia y el resentimiento. José era el undécimo hijo de Jacob, también conocido como Israel, y el primogénito de Raquel, la esposa favorita de Jacob. Este trato preferencial se menciona explícitamente en Génesis 37:3: "Israel amaba a José más que a cualquiera de sus otros hijos, porque le había nacido en su vejez; y le hizo una túnica ornamentada." Esta "túnica ornamentada", a menudo referida como la "túnica de muchos colores", se convirtió en un símbolo del afecto especial de Jacob por José, lo cual no sentó bien a sus otros hijos.
La tensión se intensificó cuando José comenzó a tener sueños que insinuaban su futura ascendencia sobre su familia. En un sueño, vio las gavillas de sus hermanos inclinándose ante su gavilla (Génesis 37:7). En otro, soñó que el sol, la luna y once estrellas se inclinaban ante él (Génesis 37:9). Cuando José compartió estos sueños con su familia, solo avivó el fuego de los celos y el odio de sus hermanos. Génesis 37:8 captura su indignación: "Sus hermanos le dijeron: '¿Acaso vas a reinar sobre nosotros? ¿De veras vas a gobernarnos?' Y lo odiaron aún más por su sueño y lo que había dicho."
La animosidad de los hermanos hacia José no fue meramente el resultado de la rivalidad entre hermanos, sino que estaba profundamente arraigada en el contexto cultural y familiar de la época. En las sociedades del antiguo Cercano Oriente, el orden de nacimiento y el favoritismo jugaban roles significativos en la herencia y la autoridad familiar. José, siendo el hijo favorito de Jacob, amenazaba el orden establecido y las expectativas de los hermanos sobre sus futuros roles y herencias.
La oportunidad para que los hermanos actuaran sobre su resentimiento llegó cuando Jacob envió a José a ver cómo estaban mientras pastoreaban sus rebaños cerca de Siquem. Al ver a José acercarse, conspiraron para matarlo. Génesis 37:19-20 registra su plan inicial: "'¡Ahí viene ese soñador!' se dijeron unos a otros. 'Vamos ahora, matémoslo y arrojémoslo en una de estas cisternas y digamos que un animal feroz lo devoró. Entonces veremos qué será de sus sueños.'"
Sin embargo, Rubén, el hermano mayor, intervino, sugiriendo que arrojaran a José en una cisterna en su lugar, con la intención de rescatarlo más tarde (Génesis 37:21-22). Este plan fue alterado cuando Judá, otro hermano, propuso vender a José a una caravana de ismaelitas que pasaba, razonando que sería mejor sacar provecho de la disposición de José que matarlo (Génesis 37:26-27). Los hermanos estuvieron de acuerdo, y José fue vendido por veinte piezas de plata, un precio común para un esclavo en ese momento.
La venta de José por parte de sus hermanos puede verse como la culminación de su envidia profundamente arraigada y la oportunidad inmediata presentada por la caravana que pasaba. Sin embargo, también es importante reconocer el papel de la providencia divina en esta narrativa. Lo que los hermanos intentaron para mal, Dios lo usó para bien. Esto se menciona explícitamente más adelante en la historia cuando José, habiendo ascendido a una posición de poder en Egipto, revela su identidad a sus hermanos y dice: "Ustedes intentaron hacerme mal, pero Dios lo intentó para bien, para lograr lo que ahora se está haciendo, la salvación de muchas vidas" (Génesis 50:20).
El viaje de José desde ser vendido como esclavo hasta convertirse en el segundo hombre más poderoso de Egipto es un testimonio de la soberanía y fidelidad de Dios. A pesar de las acciones pecaminosas de los hermanos, el plan de Dios era usar a José para preservar a la familia de Israel durante una severa hambruna. Esta noción se refleja en Romanos 8:28, donde Pablo escribe: "Y sabemos que en todas las cosas Dios trabaja para el bien de aquellos que lo aman, que han sido llamados según su propósito."
La historia de José también sirve como una lección profunda en el perdón y la reconciliación. A pesar de los graves agravios cometidos contra él, José perdona a sus hermanos y provee para ellos durante la hambruna. Este acto de gracia refleja el perdón que Dios extiende a la humanidad a través de Jesucristo, quien, como José, fue traicionado y sufrió injustamente, pero trajo la salvación para muchos.
En conclusión, los hermanos de José lo vendieron principalmente por celos y resentimiento, exacerbados por el favoritismo familiar y las expectativas culturales. Sus acciones, aunque pecaminosas, fueron finalmente tejidas en el plan mayor de Dios para la preservación y el crecimiento de la nación de Israel. Esta historia no solo destaca el poder destructivo de la envidia y la importancia del perdón, sino que también subraya la soberanía de Dios en la orquestación de Sus propósitos, incluso a través de las fallas humanas.