¿Por qué Tamar se disfrazó y durmió con su suegro Judá?

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La historia de Tamar y Judá, que se encuentra en Génesis 38, es una de las narrativas más complejas e intrigantes de la Biblia. Para entender por qué Tamar se disfrazó y se acostó con su suegro Judá, debemos profundizar en los contextos culturales, sociales y religiosos de la época, así como en las circunstancias específicas que rodearon sus acciones.

Primero, examinemos el trasfondo de la historia. Tamar estaba casada con Er, el primogénito de Judá. Sin embargo, Er era malvado a los ojos del Señor, y Dios lo mató (Génesis 38:7). Según la costumbre del matrimonio levirato, que más tarde se codificó en Deuteronomio 25:5-10, un cuñado debía casarse con la viuda de su hermano fallecido para producir descendencia en nombre del hermano fallecido. Esto era para asegurar la continuación de la línea familiar y la preservación de la propiedad dentro de la familia.

Después de la muerte de Er, Judá instruyó a su segundo hijo, Onán, para que cumpliera con este deber y se casara con Tamar. Onán, sin embargo, no estaba dispuesto a producir descendencia para su hermano. Practicó el coitus interruptus, derramando su semen en el suelo para evitar embarazar a Tamar. Este acto desagradó al Señor, y Él también mató a Onán (Génesis 38:9-10).

En este punto, Judá tenía un hijo restante, Sela, que aún era joven. Judá, tal vez temiendo por la vida de Sela o simplemente procrastinando, le dijo a Tamar que regresara a la casa de su padre y esperara hasta que Sela creciera (Génesis 38:11). Sin embargo, con el tiempo, quedó claro para Tamar que Judá no tenía intención de darle a Sela como esposo.

Tamar se encontró en una posición precaria. En la sociedad del antiguo Cercano Oriente, una viuda sin hijos tenía poco estatus social y a menudo quedaba vulnerable y desamparada. Las acciones de Tamar deben entenderse dentro de este contexto de supervivencia y búsqueda de justicia. No solo buscaba satisfacer sus propios deseos, sino que se esforzaba por asegurar su lugar legítimo y garantizar la continuación de la línea de su esposo fallecido.

Cuando Tamar escuchó que Judá iba a Timná a esquilar sus ovejas, tomó el asunto en sus propias manos. Se disfrazó de prostituta y se colocó a lo largo del camino por donde pasaría Judá (Génesis 38:13-14). Judá, sin reconocerla, solicitó sus servicios. A cambio de su favor, Tamar pidió una prenda: el sello, el cordón y el bastón de Judá, que eran objetos personales que luego podrían usarse para identificarlo (Génesis 38:18). Se acostaron juntos y Tamar concibió.

Las acciones de Tamar fueron audaces y poco convencionales, pero fueron impulsadas por un sentido de justicia y un deseo de cumplir con su deber hacia su esposo fallecido. Cuando Judá se enteró más tarde de que Tamar estaba embarazada y ordenó que la sacaran y la quemaran, Tamar produjo los objetos que había tomado como prenda, revelando a Judá como el padre (Génesis 38:25). Judá entonces declaró: "Ella es más justa que yo, ya que no la di a mi hijo Sela" (Génesis 38:26, ESV). Este reconocimiento por parte de Judá es crucial. Destaca que las acciones de Tamar, aunque poco ortodoxas, estaban justificadas a la luz del incumplimiento de Judá de sus obligaciones familiares y legales.

La historia de Tamar y Judá también tiene implicaciones teológicas más amplias. La determinación de Tamar de asegurar su lugar en la línea familiar finalmente llevó a su inclusión en la genealogía de Jesucristo. En Mateo 1:3, Tamar figura como una antepasada de Jesús, demostrando que Dios puede obrar incluso en las situaciones más complicadas y moralmente ambiguas para cumplir Sus propósitos divinos.

Además, esta narrativa subraya la importancia de la justicia, la fidelidad y la protección de los vulnerables dentro de la comunidad. El fracaso inicial de Judá de proveer para Tamar y su posterior reconocimiento de su justicia sirven como un recordatorio de las responsabilidades que conllevan las relaciones familiares y sociales.

En conclusión, la decisión de Tamar de disfrazarse y acostarse con su suegro Judá fue un acto complejo impulsado por un deseo de justicia y el cumplimiento de su deber dentro del marco cultural y legal de su tiempo. Sus acciones, aunque poco convencionales, fueron finalmente reivindicadas y jugaron un papel significativo en el desarrollo del plan redentor de Dios. Esta historia nos invita a reflexionar sobre las formas en que Dios puede usar incluso las circunstancias más desafiantes e inesperadas para llevar a cabo Sus propósitos y a considerar nuestras propias responsabilidades hacia la justicia y la fidelidad en nuestras relaciones.

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