Cuando Moisés se encontró con Dios en la zarza ardiente, se le dio una comisión divina para liderar a los israelitas fuera de la esclavitud egipcia. Sin embargo, este llamado trascendental fue recibido con vacilación y una serie de excusas por parte de Moisés. Comprender estas excusas proporciona una profunda visión del carácter de Moisés y la naturaleza del llamado de Dios al servicio. Exploremos las excusas que Moisés dio y las respuestas que recibió de Dios, tal como se registran en el Libro del Éxodo.
La primera excusa que ofrece Moisés es una de duda sobre sí mismo. Cuestiona su propia dignidad y capacidad para emprender una tarea tan monumental. Moisés había estado viviendo como pastor en Madián durante cuarenta años, muy alejado de su vida anterior en Egipto. Su reacción inicial refleja un sentido de insuficiencia y quizás una culpa persistente por sus acciones pasadas, incluido el asesinato de un egipcio (Éxodo 2:12).
La respuesta de Dios a esta excusa es tranquilizadora: "Yo estaré contigo" (Éxodo 3:12). Esta promesa de presencia divina es un tema recurrente a lo largo de la Biblia, enfatizando que el llamado de Dios no depende de la capacidad humana sino del empoderamiento divino. La seguridad de Dios de que estaría con Moisés sirve para recordarnos que el éxito de cualquier misión divina descansa en la presencia de Dios y no solo en la fuerza humana.
La segunda excusa de Moisés gira en torno a la duda sobre la receptividad de los israelitas. Teme que no crean que Dios se le ha aparecido o que no presten atención a su mensaje. Esta preocupación es comprensible, dado que los israelitas habían estado en esclavitud durante siglos y podrían ser escépticos ante cualquier afirmación de intervención divina.
En respuesta, Dios proporciona a Moisés tres señales milagrosas para autenticar su comisión divina: convertir su vara en una serpiente, hacer que su mano se vuelva leprosa y luego sanarla, y convertir el agua del Nilo en sangre (Éxodo 4:2-9). Estas señales están destinadas a demostrar el poder de Dios y a validar la autoridad profética de Moisés. También sirven como recordatorio de que Dios equipa a aquellos a quienes llama con las herramientas necesarias para cumplir su misión.
La tercera excusa de Moisés está relacionada con su percepción de falta de elocuencia. Expresa preocupación por su capacidad para comunicarse eficazmente, describiéndose a sí mismo como "torpe de palabra y lengua". Esto podría implicar un impedimento del habla o simplemente una falta de confianza en sus habilidades oratorias.
La respuesta de Dios a esta excusa es tanto profunda como instructiva: "¿Quién dio la boca al ser humano? ¿Quién lo hace sordo o mudo? ¿Quién le da la vista o lo hace ciego? ¿No soy yo, el SEÑOR? Ahora ve; yo te ayudaré a hablar y te enseñaré lo que debes decir" (Éxodo 4:11-12). Aquí, Dios le recuerda a Moisés que Él es el Creador y Sustentador de todas las habilidades humanas. El enfoque se desplaza de las limitaciones de Moisés a la omnipotencia de Dios. Esto nos enseña que Dios a menudo llama a individuos a tareas que parecen estar más allá de sus habilidades naturales, precisamente para que Su poder se manifieste a través de sus debilidades.
A pesar de las garantías y promesas de Dios, la excusa final de Moisés revela su profunda reticencia: "Por favor, envía a alguien más". Esta súplica subraya el miedo y la falta de voluntad de Moisés para aceptar la responsabilidad que se le impone. Es un momento de honestidad cruda, donde Moisés admite abiertamente su deseo de evitar la tarea desalentadora.
La respuesta de Dios a esta excusa final es una mezcla de ira y acomodación. La Escritura dice: "Entonces la ira del SEÑOR se encendió contra Moisés" (Éxodo 4:14). Sin embargo, Dios también proporciona una solución al designar a Aarón, el hermano de Moisés, como su portavoz. "Él hablará al pueblo por ti, y será como si él fuera tu boca y tú fueras Dios para él" (Éxodo 4:16). Este arreglo subraya la disposición de Dios para trabajar con la fragilidad humana y proporcionar sistemas de apoyo para aquellos a quienes llama.
Las excusas de Moisés han sido objeto de mucha reflexión en la literatura cristiana. En su libro "El Llamado: Encontrar y Cumplir el Propósito Central de Tu Vida", Os Guinness discute la naturaleza del llamado divino y las respuestas humanas a él. Señala que el llamado de Dios a menudo viene con un sentido de insuficiencia y miedo, pero es precisamente en estos momentos cuando el poder de Dios se demuestra más claramente.
De manera similar, A.W. Tozer, en "El Conocimiento del Santo", enfatiza la importancia de reconocer la omnipotencia y soberanía de Dios. Argumenta que nuestras debilidades y limitaciones son oportunidades para que Dios muestre Su fuerza y gloria. Las reflexiones de Tozer se alinean con la narrativa bíblica, donde la elección de Moisés por parte de Dios, un hombre con debilidades aparentes, sirve para resaltar la capacidad de Dios para cumplir Sus propósitos a través de vasos imperfectos.
Las excusas que Moisés dio a Dios cuando fue llamado revelan mucho sobre la condición humana y la naturaleza del llamado divino. Reflejan miedos y dudas comunes que muchos de nosotros experimentamos cuando enfrentamos tareas desalentadoras. Sin embargo, las respuestas de Dios a las excusas de Moisés ofrecen lecciones profundas sobre Su carácter y Sus caminos. Dios tranquiliza, equipa y proporciona apoyo, enfatizando que Su presencia y poder son suficientes para cualquier tarea a la que nos llame.
El viaje de Moisés desde la reticencia hasta el liderazgo sirve como un poderoso recordatorio de que Dios no llama a los capacitados; Él capacita a los llamados. A través de la historia de Moisés, aprendemos que nuestras insuficiencias no son obstáculos para los propósitos de Dios, sino oportunidades para que Su gracia y poder se revelen. Al reflexionar sobre las excusas de Moisés y las respuestas de Dios, nos animamos a confiar en la provisión de Dios y a dar un paso de fe, sabiendo que Aquel que nos llama es fiel y cumplirá Sus propósitos a través de nosotros.
Al final, Moisés se convirtió en uno de los más grandes líderes en la historia bíblica, no por sus propias habilidades, sino por su obediencia al llamado de Dios y su dependencia de la fuerza de Dios. Su historia es un testimonio del poder transformador del llamado divino y de la fidelidad de Dios hacia aquellos que responden a Su llamado, a pesar de sus miedos y dudas.