¿Cuál fue el pacto que Dios hizo con Abraham?

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El concepto de pacto es un tema central en la Biblia, particularmente en el Pentateuco, donde sirve como un elemento fundamental de la relación de Dios con la humanidad. Entre los muchos pactos descritos en las Escrituras, el pacto que Dios hizo con Abraham se destaca como uno de los más significativos. Este pacto no solo moldeó el curso de la historia bíblica, sino que también sentó las bases para la narrativa en desarrollo del plan redentor de Dios para la humanidad.

El pacto con Abraham se introduce por primera vez en Génesis 12:1-3, donde Dios llama a Abram (más tarde renombrado Abraham) a dejar su tierra natal e ir a una tierra que Dios le mostraría. Dios promete convertir a Abram en una gran nación, bendecirlo y hacer grande su nombre. Además, Dios declara que Abram será una bendición y que todas las personas en la tierra serán bendecidas a través de él.

"El Señor le había dicho a Abram: 'Vete de tu tierra, de tu parentela y de la casa de tu padre a la tierra que te mostraré. Haré de ti una gran nación, y te bendeciré; haré famoso tu nombre, y serás una bendición. Bendeciré a los que te bendigan, y al que te maldiga, maldeciré; y todas las familias de la tierra serán bendecidas por medio de ti.'" (Génesis 12:1-3, NVI)

Esta promesa inicial prepara el escenario para un pacto más formal, que se elabora en Génesis 15. Aquí, Dios asegura a Abram que a pesar de su avanzada edad y la esterilidad de su esposa Sarai, él tendrá un hijo y sus descendientes serán tan numerosos como las estrellas en el cielo. Abram cree en la promesa de Dios y esto se le acredita como justicia (Génesis 15:6). Este momento es crucial, ya que destaca la importancia de la fe en la relación de pacto.

En Génesis 15:7-21, Dios formaliza el pacto a través de un ritual tradicional del antiguo Cercano Oriente. Instruye a Abram que traiga animales específicos, que luego son cortados por la mitad y colocados uno frente al otro. Mientras Abram cae en un sueño profundo, Dios, representado por una olla humeante y una antorcha encendida, pasa entre las piezas. Este acto significa el compromiso unilateral de Dios de cumplir las promesas del pacto.

"Cuando el sol se puso y cayó la oscuridad, apareció una olla humeante con una antorcha encendida y pasó entre las piezas. Ese día el Señor hizo un pacto con Abram y dijo: 'A tus descendientes les doy esta tierra, desde el arroyo de Egipto hasta el gran río, el Éufrates, la tierra de los ceneos, cenezeos, cadmoneos, hititas, ferezeos, refaítas, amorreos, cananeos, gergeseos y jebuseos.'" (Génesis 15:17-21, NVI)

Este pasaje subraya varios elementos clave del pacto abrahámico: la promesa de numerosos descendientes, el don de la tierra y la garantía del compromiso duradero de Dios. El ritual también enfatiza que el pacto es iniciado y garantizado solo por Dios, destacando Su soberanía y gracia.

El pacto se amplía aún más en Génesis 17, donde Dios cambia el nombre de Abram a Abraham, que significa "padre de muchas naciones", y el nombre de Sarai a Sara. Dios reitera Su promesa de numerosos descendientes y la tierra de Canaán como una posesión eterna. Además, Dios introduce la señal del pacto: la circuncisión. Todos los varones en la casa de Abraham, incluidos los esclavos y los futuros descendientes, deben ser circuncidados como una señal perpetua del pacto.

"Entonces Dios dijo a Abraham: 'En cuanto a ti, debes guardar mi pacto, tú y tus descendientes después de ti por las generaciones venideras. Este es mi pacto contigo y con tus descendientes después de ti, el pacto que debes guardar: Todo varón entre ustedes debe ser circuncidado. Debes someterte a la circuncisión, y será la señal del pacto entre tú y yo.'" (Génesis 17:9-11, NVI)

La circuncisión sirve como un recordatorio físico y visible del pacto, simbolizando el compromiso del pueblo con Dios y su identidad distintiva como Su pueblo elegido. También prefigura la realidad espiritual más profunda de un corazón devoto a Dios, como más tarde los profetas como Jeremías y el apóstol Pablo enfatizarían la importancia de un "corazón circuncidado" (Jeremías 4:4; Romanos 2:29).

El pacto abrahámico no solo trata de la promesa de tierra y descendientes, sino también de la relación entre Dios y la descendencia de Abraham. Dios promete ser su Dios, estableciendo una relación íntima y duradera. Este aspecto del pacto es profundamente relacional, enfatizando el deseo de Dios de habitar entre Su pueblo y ser su Dios.

"Estableceré mi pacto como un pacto eterno entre mí y tú y tus descendientes después de ti por las generaciones venideras, para ser tu Dios y el Dios de tus descendientes después de ti." (Génesis 17:7, NVI)

El pacto abrahámico es fundamental para la narrativa bíblica, ya que prepara el escenario para la historia en desarrollo de Israel y el plan redentor de Dios para la humanidad. Las promesas hechas a Abraham se reiteran y amplían a lo largo del Antiguo Testamento, particularmente en los pactos con Isaac, Jacob y la nación de Israel en el Sinaí.

En el Nuevo Testamento, el pacto abrahámico adquiere una mayor importancia ya que se cumple en Jesucristo. El apóstol Pablo, en sus cartas a los Gálatas y a los Romanos, enfatiza que las promesas hechas a Abraham encuentran su cumplimiento final en Cristo. A través de Jesús, la bendición prometida a todas las naciones se realiza, ya que personas de todas las tribus y lenguas son incorporadas a la familia de Dios por medio de la fe.

"Entiendan, entonces, que los que tienen fe son hijos de Abraham. La Escritura previó que Dios justificaría a los gentiles por la fe, y anunció el evangelio de antemano a Abraham: 'Todas las naciones serán bendecidas por medio de ti.' Así que los que confían en la fe son bendecidos junto con Abraham, el hombre de fe." (Gálatas 3:7-9, NVI)

"No fue por medio de la ley que Abraham y su descendencia recibieron la promesa de que sería heredero del mundo, sino por medio de la justicia que viene por la fe." (Romanos 4:13, NVI)

En resumen, el pacto que Dios hizo con Abraham es una promesa multifacética y profundamente significativa que abarca tierra, descendientes y una relación especial con Dios. Se caracteriza por el compromiso unilateral de Dios, simbolizado por el ritual en Génesis 15 y la señal de la circuncisión en Génesis 17. El pacto es fundamental para la narrativa bíblica, moldeando la historia de Israel y encontrando su cumplimiento final en Jesucristo, a través de quien se realiza la bendición prometida a todas las naciones. Este pacto subraya la importancia de la fe, la naturaleza duradera de las promesas de Dios y Su deseo de una relación con Su pueblo, temas que resuenan a lo largo de toda la Biblia.

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