Génesis 14:20 dice: "Y bendito sea el Dios Altísimo, que entregó a tus enemigos en tu mano. Y Abram le dio el diezmo de todo." Este versículo es parte de una narrativa más amplia que involucra a Abram (más tarde conocido como Abraham), una figura de inmensa importancia en la narrativa bíblica, y Melquisedec, el rey de Salem y sacerdote del Dios Altísimo. Para comprender completamente el significado de Génesis 14:20, debemos profundizar en el contexto del capítulo, los personajes involucrados y las implicaciones teológicas más amplias.
Génesis 14 relata un episodio dramático en la vida de Abram. Una coalición de reyes, liderada por Quedorlaomer, rey de Elam, había librado una guerra contra las ciudades de la llanura, incluyendo Sodoma y Gomorra. Durante este conflicto, Lot, el sobrino de Abram, fue capturado. Cuando Abram se enteró de la captura de Lot, movilizó a 318 hombres entrenados de su casa y persiguió a los invasores. Las fuerzas de Abram derrotaron a la coalición y rescataron a Lot, junto con los otros cautivos y sus posesiones.
Al regreso victorioso de Abram, fue recibido por Melquisedec, quien sacó pan y vino y bendijo a Abram, diciendo: "Bendito sea Abram por el Dios Altísimo, Creador del cielo y de la tierra. Y alabado sea el Dios Altísimo, que entregó a tus enemigos en tu mano" (Génesis 14:19-20). En respuesta, Abram le dio a Melquisedec el diezmo de todo lo que había recuperado.
El encuentro entre Abram y Melquisedec está lleno de significado y ha sido objeto de mucha reflexión teológica. El doble papel de Melquisedec como rey y sacerdote es único en el Antiguo Testamento, y su bendición a Abram significa un reconocimiento de la relación especial de Abram con Dios. El título "Dios Altísimo" (El Elyon) enfatiza la autoridad suprema de Dios sobre toda la creación y su papel como el último libertador.
El acto de Abram de dar el diezmo de todo a Melquisedec es significativo por varias razones. Primero, demuestra el reconocimiento de Abram de la autoridad sacerdotal de Melquisedec y, por extensión, su reconocimiento de la mano de Dios en su victoria. Dar el diezmo, o diezmo, es un acto de adoración y gratitud, reconociendo que todas las bendiciones provienen de Dios. Esta práctica del diezmo se convertiría más tarde en un aspecto importante de la adoración israelita y se introduce por primera vez aquí en el contexto de la fidelidad de Abram.
Teológicamente, Melquisedec es una figura fascinante. Aparece de repente en la narrativa, sin genealogía ni explicación, y luego desaparece tan rápidamente como llegó. Esta naturaleza misteriosa ha llevado a muchos teólogos cristianos a ver a Melquisedec como un tipo de Cristo, un presagio del sacerdocio eterno de Jesús. El autor de Hebreos en el Nuevo Testamento hace esta conexión explícita, afirmando que Jesús es "sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec" (Hebreos 7:17, citando el Salmo 110:4). La epístola a los Hebreos elabora sobre esta tipología, explicando que el sacerdocio de Melquisedec es superior al sacerdocio levítico porque es eterno y no se basa en la genealogía (Hebreos 7:1-28).
En Génesis 14:20, la frase "Y bendito sea el Dios Altísimo, que entregó a tus enemigos en tu mano" enfatiza la soberanía de Dios y su participación activa en los asuntos humanos. La victoria de Abram no se atribuye a su propia fuerza o estrategia, sino a la intervención providencial de Dios. Este reconocimiento de la asistencia divina es un tema recurrente a lo largo de la Biblia, recordando a los creyentes que el éxito y la liberación provienen solo de Dios.
El acto de diezmar, como lo demuestra Abram, también se lleva adelante en el Nuevo Testamento, donde se expande el principio de dar. Jesús elogia el acto de dar y la generosidad, enfatizando el corazón y la intención detrás de ello. En Mateo 23:23, Jesús critica a los fariseos por su meticuloso diezmo mientras descuidan la justicia, la misericordia y la fidelidad. Esto subraya que, aunque el diezmo es importante, debe ir acompañado de un corazón alineado con los valores de Dios.
Además, la narrativa de Génesis 14 y la interacción entre Abram y Melquisedec destacan la importancia de reconocer y honrar a los representantes de Dios. Melquisedec, como sacerdote del Dios Altísimo, sirve como un intermediario a través del cual Abram ofrece su gratitud a Dios. Esto establece un precedente para el papel sacerdotal en la mediación entre Dios y su pueblo, un papel que encuentra su cumplimiento último en Jesucristo, el gran sumo sacerdote (Hebreos 4:14-16).
La historia también enfatiza el tema de la bendición. Melquisedec bendice a Abram, y Abram, a su vez, bendice a Dios a través de su diezmo. Esta bendición recíproca refleja la relación de pacto entre Dios y su pueblo, donde las bendiciones fluyen de Dios a sus siervos fieles y de regreso a Dios en actos de adoración y obediencia.
En conclusión, Génesis 14:20 encapsula varios temas teológicos clave: la soberanía de Dios, el reconocimiento de la asistencia divina, la práctica del diezmo como un acto de adoración y el presagio del sacerdocio eterno de Cristo. El encuentro de Abram con Melquisedec sirve como un poderoso recordatorio de la importancia de reconocer la mano de Dios en nuestras victorias y bendiciones, y de honrarlo a través de nuestras ofrendas y actos de adoración. Este versículo, situado dentro de la narrativa más amplia de Génesis, invita a los creyentes a reflexionar sobre su propia relación con Dios, su reconocimiento de su providencia y su respuesta en adoración fiel y generosidad.