¿Quién fue llamado Israel en la Biblia?

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En la Biblia, el nombre "Israel" fue dado a Jacob, el hijo de Isaac y el nieto de Abraham. Este momento crucial ocurre en el Libro de Génesis, específicamente en Génesis 32:22-32. La transformación de Jacob en Israel no es meramente un cambio de nombre, sino que significa un cambio profundo en su identidad y su papel en el plan divino de Dios.

La vida temprana de Jacob estuvo marcada por la lucha y el engaño. Nació agarrando el talón de su hermano gemelo Esaú, y su nombre, Jacob, significa "suplantador" o "el que agarra el talón". Este nombre presagiaba sus futuras acciones, ya que Jacob más tarde engañaría a su hermano Esaú para quitarle su primogenitura y la bendición de su padre Isaac (Génesis 25:29-34, Génesis 27:1-29). Estas acciones prepararon el escenario para una vida caracterizada por el conflicto y la tensión, tanto dentro de su familia como con Dios.

El punto de inflexión en la vida de Jacob llega cuando regresa a Canaán después de pasar muchos años en Harán. Temiendo la represalia de Esaú, Jacob envía a su familia y posesiones por delante y pasa la noche solo. Es aquí, en la soledad de su ansiedad y miedo, donde encuentra a un hombre misterioso que lucha con él hasta el amanecer. Este encuentro se describe en Génesis 32:24-28:

"Así que Jacob se quedó solo, y un hombre luchó con él hasta el amanecer. Cuando el hombre vio que no podía vencerlo, tocó la coyuntura del muslo de Jacob, de modo que se dislocó mientras luchaba con el hombre. Entonces el hombre dijo: 'Déjame ir, porque ya está amaneciendo.' Pero Jacob respondió: 'No te dejaré ir a menos que me bendigas.' El hombre le preguntó: '¿Cuál es tu nombre?' 'Jacob,' respondió. Entonces el hombre dijo: 'Tu nombre ya no será Jacob, sino Israel, porque has luchado con Dios y con los hombres y has vencido.'"

Este pasaje está lleno de simbolismo y significado. El "hombre" con quien Jacob lucha a menudo se interpreta como un ángel, una aparición pre-encarnada de Cristo, o incluso Dios mismo. La lucha simboliza la lucha de toda la vida de Jacob con Dios y con los hombres. Al negarse a soltar hasta recibir una bendición, Jacob demuestra su tenacidad y deseo de favor divino. El nombre "Israel" significa "el que lucha con Dios" o "Dios contiende", encapsulando el viaje espiritual de Jacob y su nueva identidad como patriarca de la nación israelita.

Este cambio de nombre es significativo por varias razones. Primero, marca una transformación en el carácter de Jacob. Ya no es el engañador que depende de su astucia y engaño; ahora es Israel, un hombre que ha luchado con Dios y ha emergido con una bendición. Este cambio significa un nuevo nivel de madurez espiritual y una relación más profunda con Dios.

Segundo, el nombre Israel se convierte en el nombre de la nación que descenderá de los doce hijos de Jacob. Cada hijo se convierte en el progenitor de una de las doce tribus de Israel. Así, el nuevo nombre de Jacob presagia la futura nación de Israel, el pueblo elegido de Dios, que jugará un papel central en el desarrollo del plan redentor de Dios para la humanidad.

La historia de la transformación de Jacob en Israel se elabora más en Génesis 35:9-12, donde Dios reafirma el nuevo nombre de Jacob y las promesas hechas a Abraham e Isaac:

"Después de que Jacob regresó de Padán Aram, Dios se le apareció de nuevo y lo bendijo. Dios le dijo: 'Tu nombre es Jacob, pero ya no te llamarás Jacob; tu nombre será Israel.' Así que lo nombró Israel. Y Dios le dijo: 'Yo soy Dios Todopoderoso; sé fructífero y multiplícate. Una nación y una comunidad de naciones vendrán de ti, y reyes estarán entre tus descendientes. La tierra que di a Abraham e Isaac también te la doy a ti, y daré esta tierra a tus descendientes después de ti.'"

En esta reafirmación, Dios no solo cambia el nombre de Jacob, sino que también reitera las promesas del pacto. Estas promesas incluyen numerosos descendientes, la formación de una nación y el don de la tierra de Canaán. Estas promesas son centrales en la narrativa del Antiguo Testamento y la identidad de los israelitas.

El significado del nuevo nombre de Jacob se extiende más allá del Antiguo Testamento. En el Nuevo Testamento, el apóstol Pablo reflexiona sobre el significado espiritual de ser "Israel". En Romanos 9:6-8, Pablo escribe:

"No es que la palabra de Dios haya fallado. Porque no todos los que descienden de Israel son Israel. Ni porque son descendientes de Abraham son todos hijos de Abraham. Al contrario, 'Es a través de Isaac que tu descendencia será contada.' En otras palabras, no son los hijos por descendencia física los hijos de Dios, sino que son los hijos de la promesa los que se consideran descendencia de Abraham."

Las palabras de Pablo destacan que ser "Israel" no es meramente una cuestión de descendencia física, sino que implica ser parte de la línea espiritual de fe. Esta comprensión espiritual de Israel incluye a todos los que tienen fe en Jesucristo, tanto judíos como gentiles, ampliando así el concepto del pueblo elegido de Dios para abarcar a la iglesia global.

El nombre Israel, por lo tanto, lleva un profundo significado teológico y espiritual. Marca una transformación de una vida de lucha y engaño a una de favor y bendición divina. Significa el nacimiento de una nación a través de la cual se desarrollará el plan redentor de Dios. Y apunta a una realidad espiritual más amplia que abarca a todos los que comparten la fe de Abraham.

El viaje de Jacob de ser un suplantador a convertirse en Israel es una poderosa narrativa de transformación y redención. Nos recuerda que Dios puede tomar nuestras luchas y fracasos y convertirlos en algo significativo y redentor. Así como Jacob luchó con Dios y emergió con una nueva identidad, nosotros también estamos invitados a comprometernos profundamente con Dios, a luchar con nuestra fe y a emerger transformados y bendecidos.

En conclusión, el nombre Israel dado a Jacob es una piedra angular en la narrativa bíblica, rica en capas de significado y significancia. Marca el nacimiento de la nación israelita, encapsula el viaje espiritual de luchar con Dios y apunta a una comprensión más amplia e inclusiva del pueblo de Dios. Esta historia nos invita a reflexionar sobre nuestros propios viajes espirituales y las formas en que Dios nos está transformando, tal como transformó a Jacob en Israel.

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