El libro del Éxodo, el segundo libro del Pentateuco, es un texto fundamental en la tradición judeocristiana. Narra la historia de la esclavitud de los israelitas en Egipto, su liberación a través de la intervención de Dios y el comienzo de su viaje hacia la Tierra Prometida. Los dos primeros capítulos del Éxodo preparan el escenario para esta gran narrativa al presentar personajes y eventos clave que ponen en marcha la liberación de los israelitas.
El primer capítulo del Éxodo comienza relatando los nombres de los hijos de Israel (Jacob) que llegaron a Egipto con sus familias, sumando un total de setenta (Éxodo 1:1-5). Esto sirve como una continuación directa de los capítulos finales del Génesis, donde José, uno de los hijos de Jacob, había ascendido a una posición de poder en Egipto, salvando a su familia de la hambruna.
Sin embargo, con el paso del tiempo, un nuevo faraón asciende al trono que no recuerda a José ni sus contribuciones a Egipto (Éxodo 1:8). Este nuevo rey percibe la creciente población de israelitas como una amenaza a la seguridad nacional. Teme que en caso de guerra, los israelitas se unan a los enemigos de Egipto y luchen contra ellos. Para mitigar esta amenaza percibida, el faraón idea un plan para oprimir a los israelitas mediante trabajos forzados, con la esperanza de frenar su crecimiento poblacional y debilitar su espíritu (Éxodo 1:9-11).
Los israelitas son sometidos a condiciones duras, construyendo las ciudades almacén de Pitón y Ramsés. A pesar de la opresión, la población israelita sigue creciendo, lo que solo exacerba los temores del faraón (Éxodo 1:12). En respuesta, intensifica su trabajo, haciendo sus vidas amargas con duro servicio en mortero y ladrillo (Éxodo 1:13-14).
La siguiente estrategia del faraón es aún más siniestra. Instruye a las parteras hebreas, Sifrá y Púa, que maten a todos los niños hebreos recién nacidos durante el parto, permitiendo que las niñas vivan (Éxodo 1:15-16). Sin embargo, las parteras temen a Dios y desobedecen las órdenes del faraón, dejando vivir a los niños. Cuando el faraón las confronta, explican que las mujeres hebreas son vigorosas y dan a luz antes de que las parteras lleguen (Éxodo 1:17-19). Dios bendice a las parteras por su fidelidad, y la población israelita sigue aumentando (Éxodo 1:20-21).
Frustrado por la desobediencia de las parteras, el faraón emite un decreto a todo su pueblo, ordenándoles que arrojen a todos los niños hebreos recién nacidos al río Nilo, permitiendo que las niñas vivan (Éxodo 1:22). Este decreto prepara el escenario para el nacimiento y la vida temprana de Moisés, la figura central en el libro del Éxodo.
El capítulo 2 introduce el nacimiento de Moisés, una figura clave en la historia de Israel. Un hombre de la casa de Leví se casa con una mujer levita, y tienen un hijo. Al ver que es un niño hermoso, su madre lo esconde durante tres meses para protegerlo del decreto del faraón (Éxodo 2:1-2). Cuando ya no puede esconderlo, lo coloca en una cesta de papiro recubierta con brea y lo pone entre los juncos a la orilla del Nilo (Éxodo 2:3). Este acto de fe recuerda la historia del arca de Noé, donde un barco recubierto de brea salva la vida de las aguas.
La hermana de Moisés, Miriam, observa desde lejos para ver qué le sucederá (Éxodo 2:4). La hija del faraón baja a bañarse en el Nilo y descubre la cesta entre los juncos. La abre y ve al bebé, y a pesar de reconocer que es uno de los niños hebreos, siente compasión por él (Éxodo 2:5-6).
Miriam se acerca a la hija del faraón y le ofrece encontrar una mujer hebrea para amamantar al bebé. La hija del faraón acepta, y Miriam lleva a la propia madre de Moisés para que lo amamante (Éxodo 2:7-8). La hija del faraón eventualmente adopta al niño como propio y lo llama Moisés, diciendo: "Lo saqué del agua" (Éxodo 2:10). Este nombre, Moisés, es significativo ya que presagia su futuro papel en sacar a los israelitas de Egipto.
A medida que Moisés crece, se da cuenta del sufrimiento de su pueblo. Un día, presencia a un egipcio golpeando a un hebreo. En un momento de ira y justicia, Moisés mata al egipcio y esconde su cuerpo en la arena (Éxodo 2:11-12). Al día siguiente, ve a dos hebreos peleando e intenta intervenir, solo para ser rechazado con la pregunta: "¿Quién te ha puesto como gobernante y juez sobre nosotros? ¿Estás pensando en matarme como mataste al egipcio?" (Éxodo 2:13-14). Al darse cuenta de que su acto de asesinato es conocido, Moisés huye a la tierra de Madián para escapar de la ira del faraón (Éxodo 2:15).
En Madián, Moisés se sienta junto a un pozo, donde encuentra a las siete hijas de Reuel (también conocido como Jetro), el sacerdote de Madián. Las hijas vienen a sacar agua para el rebaño de su padre, pero son ahuyentadas por los pastores. Moisés se levanta y las ayuda, sacando agua para su rebaño (Éxodo 2:16-17). Impresionado por sus acciones, Reuel invita a Moisés a quedarse con ellos. Moisés eventualmente se casa con Séfora, una de las hijas de Reuel, y tienen un hijo llamado Gersón, que significa "He sido un forastero en tierra extraña" (Éxodo 2:21-22).
El capítulo concluye volviendo a la situación de los israelitas en Egipto. Durante este tiempo, el rey de Egipto muere, pero los israelitas continúan gimiendo bajo su esclavitud. Sus clamores de rescate llegan a Dios, y Él recuerda su pacto con Abraham, Isaac y Jacob (Éxodo 2:23-24). Dios mira a los israelitas y toma nota de su sufrimiento, preparando el escenario para la intervención divina que seguirá en los capítulos posteriores (Éxodo 2:25).
Los dos primeros capítulos del Éxodo están llenos de temas de opresión, liberación y providencia divina. La narrativa destaca la fe y el coraje de individuos como las parteras hebreas, la madre de Moisés y Miriam, que actúan en desafío a los decretos opresivos para preservar la vida. Sus acciones demuestran una profunda confianza en la soberanía de Dios y un compromiso con la justicia.
La vida temprana de Moisés está marcada por una serie de eventos providenciales que lo preparan para su futuro papel como el libertador de Israel. Desde ser salvado de la muerte como un infante hasta ser criado en la casa del faraón, las experiencias de Moisés lo equipan de manera única para liderar a su pueblo fuera de la esclavitud. Su huida a Madián y su vida subsiguiente como pastor también sirven como un período de preparación y transformación, moldeando su carácter y profundizando su dependencia de Dios.
La conclusión del capítulo, con Dios escuchando los clamores de los israelitas y recordando su pacto, subraya la fidelidad de Dios. A pesar del aparente silencio y sufrimiento, Dios está activamente involucrado en las vidas de su pueblo, trabajando detrás de escena para llevar a cabo sus propósitos. Esta seguridad de la fidelidad de Dios y su atención al sufrimiento humano es un tema recurrente a lo largo de la Biblia, ofreciendo esperanza y aliento a los creyentes.
En resumen, los capítulos 1 y 2 del Éxodo sientan las bases para la épica historia de liberación que sigue. Nos presentan a personajes clave y preparan el escenario para el dramático desarrollo del plan redentor de Dios. A través de estas narrativas, se nos recuerda la importancia de la fe, el coraje y la confianza en el cuidado providencial de Dios, incluso frente a la adversidad.