El Salmo 68 es un himno majestuoso y triunfante que exalta el poder y la majestad de Dios. Es un salmo de David, y su tema principal gira en torno a la naturaleza victoriosa y soberana de Dios mientras guía a Su pueblo, defiende a los oprimidos y establece Su gobierno divino sobre la tierra. Este salmo es un tapiz de alabanza, reflexión histórica y visión profética, entrelazando los actos pasados, presentes y futuros de la liberación y el reinado de Dios.
Los versículos iniciales establecen el tono para todo el salmo, declarando el triunfo de Dios sobre Sus enemigos: "Levántese Dios, sean esparcidos sus enemigos; huyan de su presencia los que le aborrecen" (Salmo 68:1, RVR1960). Esta imagen de Dios levantándose y dispersando a Sus enemigos recuerda el viaje de los israelitas por el desierto, donde la presencia de Dios se manifestaba en la columna de nube de día y la columna de fuego de noche. El salmista invoca este momento histórico para recordar al pueblo la protección y guía inquebrantables de Dios.
Uno de los temas centrales en el Salmo 68 es la representación de Dios como un guerrero divino que lucha en nombre de Su pueblo. En los versículos 4-6, el salmista llama a la congregación a cantar alabanzas a Dios, quien "cabalgando sobre los cielos" y es "padre de huérfanos y defensor de viudas" (Salmo 68:4-5, RVR1960). Esta representación de Dios como un jinete sobre las nubes es un motivo del antiguo Cercano Oriente que significa poder y autoridad divinos. Al adoptar esta imagen, el salmista enfatiza la autoridad suprema de Dios sobre toda la creación y Su preocupación compasiva por los vulnerables y marginados.
Las reflexiones históricas en el Salmo 68 sirven para reforzar el tema de la fidelidad y el poder duraderos de Dios. Los versículos 7-10 relatan el viaje de los israelitas desde Egipto hasta la tierra prometida, destacando la provisión y protección de Dios en el camino: "Oh Dios, cuando saliste delante de tu pueblo, cuando marchaste por el desierto, la tierra tembló; también los cielos destilaron lluvia a la presencia de Dios" (Salmo 68:7-8, RVR1960). Estos versículos evocan los eventos asombrosos del Éxodo y la entrega de la Ley en el Monte Sinaí, subrayando la participación activa de Dios en la historia de Su pueblo.
A medida que el salmo avanza, se desplaza hacia una celebración del reinado de Dios y Su establecimiento de Jerusalén como Su lugar de morada sagrado. Los versículos 15-18 describen las montañas de Basán y el deseo de muchas montañas de ser el sitio de la morada de Dios. Sin embargo, es el Monte Sion el que Dios ha elegido como Su morada: "Los carros de Dios son veinte mil, miles de millares; el Señor está entre ellos, como en el Sinaí, en el lugar santo" (Salmo 68:17, RVR1960). Esta elección de Sion como morada de Dios significa Su elección soberana y la centralidad de Jerusalén en Su plan divino.
El versículo 18 es particularmente significativo ya que contiene una referencia profética a la ascensión de Cristo: "Subiste a lo alto, cautivaste la cautividad; tomaste dones para los hombres, aun para los rebeldes, para que habite entre ellos Jehová Dios" (Salmo 68:18, RVR1960). El apóstol Pablo cita este versículo en Efesios 4:8 para describir la victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte a través de Su resurrección y ascensión. Esta conexión entre el Salmo 68 y el Nuevo Testamento destaca la continuidad de la obra redentora de Dios desde el Antiguo Testamento hasta el Nuevo Testamento.
La última parte del salmo (versículos 19-35) es un crescendo de alabanza y un llamado a todas las naciones a reconocer la supremacía de Dios. El salmista exalta el cuidado diario y la liberación de Dios: "Bendito sea el Señor, que cada día nos colma de beneficios, el Dios de nuestra salvación" (Salmo 68:19, RVR1960). La imagen de Dios llevando las cargas de Su pueblo y proporcionando salvación refuerza Su papel como un libertador compasivo y poderoso.
En los versículos 24-27, el salmista imagina una gran procesión hacia el santuario, con cantantes, músicos y adoradores de varias tribus de Israel. Esta procesión simboliza la unidad y la adoración colectiva del pueblo de Dios, mientras se reúnen para honrar a su Rey. La mención de Benjamín, Judá, Zabulón y Neftalí significa la inclusión de todas las tribus en este acto de adoración, reflejando la unidad y diversidad de la comunidad del pacto de Dios.
Los versículos finales del salmo (versículos 28-35) son un llamado universal a la adoración, invitando a todas las naciones a reconocer la soberanía de Dios y someterse a Su gobierno. El salmista proclama el poder de Dios sobre los reinos de la tierra y llama a su sumisión: "Cantad a Dios, reinos de la tierra; cantad alabanzas al Señor" (Salmo 68:32, RVR1960). Esta visión escatológica de la adoración global apunta al cumplimiento último del reino de Dios, donde toda rodilla se doblará y toda lengua confesará que Jesucristo es el Señor (Filipenses 2:10-11).
En resumen, el tema principal del Salmo 68 es la naturaleza victoriosa y soberana de Dios. Celebra Su poder y autoridad como un guerrero divino, Su fidelidad al guiar y proteger a Su pueblo, Su establecimiento de Jerusalén como Su lugar de morada sagrado y Su reinado último sobre todas las naciones. A través de la reflexión histórica, la visión profética y un llamado a la adoración universal, el Salmo 68 encapsula la grandeza del reinado de Dios y la esperanza de Su reinado eterno.