El Salmo 148 se erige como un magnífico himno de alabanza universal, llamando a toda la creación a exaltar al Señor. Este salmo es parte de la colección final del Salterio, a menudo referida como los "Salmos de Aleluya", ya que comienzan y concluyen con el término hebreo "Aleluya", que significa "Alabado sea el Señor". El salmista, de manera amplia e inclusiva, invita a los cielos, la tierra y todo lo que hay en ellos a unirse en una gran sinfonía de alabanza a Dios.
El salmo comienza con un llamado a los cielos para alabar al Señor:
"¡Alabado sea el Señor! ¡Alabado sea el Señor desde los cielos; alábenlo en las alturas! ¡Alábenlo, todos sus ángeles; alábenlo, todos sus ejércitos!" (Salmo 148:1-2, ESV).
Aquí, el salmista comienza convocando a los seres celestiales y los reinos celestiales a adorar a Dios. Los ángeles, a menudo vistos como mensajeros y siervos de Dios, son llamados a levantar sus voces en adoración. Las "alturas" se refieren a las expansiones celestiales, enfatizando la vastedad del orden creado que debe participar en este acto de adoración.
Luego, el salmista extiende el llamado a los cuerpos celestiales:
"¡Alábenlo, sol y luna, alábenlo, todas las estrellas brillantes! ¡Alábenlo, cielos más altos, y ustedes aguas sobre los cielos!" (Salmo 148:3-4, ESV).
El sol, la luna y las estrellas, símbolos de constancia y belleza en el mundo antiguo, son invocados para alabar a su Creador. Los "cielos más altos" y las "aguas sobre los cielos" se refieren a la cosmología del antiguo Cercano Oriente, donde el cielo se veía como una cúpula que contenía las aguas cósmicas. Este lenguaje poético subraya la idea de que cada parte del cosmos, incluso aquellas más allá del alcance humano, debe glorificar a Dios.
El salmista luego proporciona la razón para esta alabanza universal:
"¡Que alaben el nombre del Señor! Porque él mandó y fueron creados. Y los estableció para siempre; dio un decreto, y no pasará." (Salmo 148:5-6, ESV).
El llamado a alabar se basa en el poder creativo y el decreto soberano de Dios. Los cuerpos celestiales existen porque Dios los mandó a existir, y son sostenidos por su decreto eterno. Esto resalta la autoridad suprema de Dios y la naturaleza perdurable de su creación.
El enfoque luego cambia de los cielos a la tierra:
"¡Alabado sea el Señor desde la tierra, grandes criaturas marinas y todos los abismos, fuego y granizo, nieve y niebla, viento tempestuoso que cumple su palabra!" (Salmo 148:7-8, ESV).
Aquí, el salmista llama a los elementos de la tierra y las fuerzas de la naturaleza a unirse en la adoración. Las grandes criaturas marinas, a menudo vistas como misteriosas y poderosas, están incluidas, así como los abismos, que se refieren a las profundidades del océano. Los elementos—fuego, granizo, nieve, niebla y viento tempestuoso—son personificados como siervos obedientes que cumplen la palabra de Dios, enfatizando aún más su control sobre la creación.
La invitación a alabar continúa con un llamado a las montañas y a todas las criaturas vivientes:
"¡Montañas y todas las colinas, árboles frutales y todos los cedros! ¡Bestias y todo el ganado, cosas que se arrastran y aves que vuelan!" (Salmo 148:9-10, ESV).
La visión del salmista abarca todo el paisaje terrestre, desde la grandeza de las montañas hasta las humildes colinas, desde los árboles frutales hasta los majestuosos cedros. Cada forma de vida, ya sean bestias salvajes, ganado domesticado o los insectos y aves más pequeños, es convocada a participar en el coro de alabanza.
Finalmente, el salmista extiende el llamado a la humanidad:
"¡Reyes de la tierra y todos los pueblos, príncipes y todos los gobernantes de la tierra! ¡Jóvenes y doncellas juntos, ancianos y niños!" (Salmo 148:11-12, ESV).
En este llamado inclusivo, se invita a personas de todo estatus y edad a alabar al Señor. Desde los gobernantes más altos hasta la gente común, desde los jóvenes hasta los ancianos, todos están incluidos. Esta visión igualitaria subraya la universalidad del reinado de Dios y la adecuación de toda la humanidad para unirse en la adoración.
El salmo concluye con una poderosa afirmación de la gloria única de Dios y la relación especial que tiene con su pueblo:
"¡Que alaben el nombre del Señor, porque solo su nombre es exaltado; su majestad está sobre la tierra y el cielo. Él ha levantado un cuerno para su pueblo, alabanza para todos sus santos, para el pueblo de Israel que está cerca de él. ¡Alabado sea el Señor!" (Salmo 148:13-14, ESV).
El nombre de Dios solo es exaltado, lo que significa su grandeza incomparable y su dignidad de alabanza. Su majestad trasciende tanto la tierra como el cielo, enfatizando su autoridad suprema. El "cuerno" simboliza fuerza y victoria, y su levantamiento para su pueblo indica la provisión y protección de Dios. La referencia a "sus santos" y "el pueblo de Israel" destaca la relación de pacto especial entre Dios y su pueblo elegido, pero el llamado universal a alabar sugiere que esta invitación se extiende más allá de Israel a todos los que reconocen la soberanía de Dios.
El Salmo 148, por lo tanto, es una celebración profunda y poética del poder creativo de Dios, su presencia sustentadora y su gobierno soberano sobre toda la creación. Invita a cada parte del universo, desde los cielos más altos hasta las profundidades del mar, desde los gobernantes más poderosos hasta los niños más pequeños, a unirse en una canción armoniosa e interminable de alabanza al Señor. Este salmo nos recuerda nuestro lugar dentro del vasto tapiz de la creación y nuestro llamado a participar en la adoración del Creador, cuyo nombre solo es digno de todo honor y gloria.