¿Cuál es el significado del Salmo 118?

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El Salmo 118 es un salmo rico y profundo que ocupa un lugar significativo dentro del corpus de la literatura bíblica. Es un salmo de acción de gracias, alabanza y confianza en el amor y la liberación perdurables de Dios. Para comprender plenamente su significado, debemos profundizar en su contexto histórico, estructura literaria y temas teológicos.

El Salmo 118 es parte del Hallel, una colección de salmos (Salmos 113-118) tradicionalmente cantados durante festivales judíos como la Pascua. Este salmo, en particular, a menudo se asocia con la Fiesta de los Tabernáculos, un tiempo de celebración gozosa y recuerdo de la provisión y protección de Dios durante las andanzas de los israelitas en el desierto. El salmista, posiblemente el rey David u otro líder, habla en nombre de Israel, expresando gratitud por el amor constante de Dios y la liberación de los enemigos.

El salmo comienza con un llamado a dar gracias al Señor, enfatizando su amor perdurable:

"Den gracias al Señor, porque él es bueno; su amor perdura para siempre." (Salmo 118:1, NVI)

Este estribillo se repite a lo largo del salmo, sirviendo como un recordatorio de la naturaleza inmutable y fiel de Dios. El salmista invita a Israel, a la casa de Aarón (los sacerdotes) y a todos los que temen al Señor a unirse en esta declaración de la bondad y el amor eterno de Dios (versículos 2-4).

El salmista luego relata una experiencia personal de angustia y liberación:

"En mi angustia clamé al Señor, y él me respondió, poniéndome a salvo. El Señor está conmigo, no temeré; ¿qué me puede hacer un simple mortal?" (Salmo 118:5-6, NVI)

Aquí, el salmista testifica de la capacidad de respuesta de Dios a la oración y su poder para rescatar de circunstancias terribles. El "lugar espacioso" simboliza la libertad y el alivio de la opresión, un tema que resuena con la narrativa más amplia de la historia de Israel, particularmente su éxodo de Egipto y el posterior viaje a la Tierra Prometida.

La confianza del salmista en la protección de Dios se expresa aún más en los versículos 7-9:

"El Señor está conmigo, él es mi ayudador. Veré la derrota de mis enemigos. Es mejor refugiarse en el Señor que confiar en los hombres. Es mejor refugiarse en el Señor que confiar en los príncipes." (Salmo 118:7-9, NVI)

Estos versículos subrayan la futilidad de confiar en la fuerza humana o el poder político en comparación con la seguridad que se encuentra en la presencia y ayuda de Dios. La repetición de la frase "Es mejor refugiarse en el Señor" refuerza el mensaje central de confiar solo en Dios.

El salmista continúa describiendo una situación en la que estaba rodeado por naciones hostiles, pero Dios intervino:

"Todas las naciones me rodearon, pero en el nombre del Señor las destruí. Me rodearon por todos lados, pero en el nombre del Señor las destruí. Me rodearon como abejas, pero se consumieron rápidamente como espinas ardientes; en el nombre del Señor las destruí." (Salmo 118:10-12, NVI)

Esta vívida imagen de estar rodeado por enemigos y la posterior victoria divina destaca el poder de Dios para liberar a su pueblo de probabilidades abrumadoras. La repetición de "en el nombre del Señor" significa que la victoria se atribuye únicamente a la intervención de Dios y no al esfuerzo humano.

En los versículos 13-14, el salmista reflexiona sobre el impacto personal de esta liberación:

"Me empujaron con violencia para que cayera, pero el Señor me ayudó. El Señor es mi fuerza y mi defensa; él se ha convertido en mi salvación." (Salmo 118:13-14, NVI)

El reconocimiento de la derrota inminente seguido de la asistencia divina sirve como un poderoso testimonio del poder salvador de Dios. La declaración de que "el Señor es mi fuerza y mi defensa" refleja los sentimientos de otras figuras bíblicas que experimentaron la liberación de Dios, como Moisés y los israelitas en el Mar Rojo (Éxodo 15:2).

El salmo luego transita a una expresión comunitaria de alegría y acción de gracias:

"Gritos de alegría y victoria resuenan en las tiendas de los justos: '¡La diestra del Señor hace proezas! ¡La diestra del Señor se levanta en alto; la diestra del Señor hace proezas!'" (Salmo 118:15-16, NVI)

La "diestra" del Señor simboliza su poder y autoridad. La repetición de esta frase enfatiza la magnitud de las obras de Dios y la celebración colectiva de su pueblo. La experiencia personal de liberación del salmista se convierte en una fuente de alabanza y adoración comunitaria.

En los versículos 17-18, el salmista afirma su continua confianza en Dios a pesar de las aflicciones pasadas:

"No moriré, sino que viviré, y proclamaré lo que ha hecho el Señor. El Señor me ha castigado con dureza, pero no me ha entregado a la muerte." (Salmo 118:17-18, NVI)

Estos versículos reflejan una comprensión profunda del sufrimiento como parte de la disciplina de Dios, pero también expresan confianza en el propósito último de Dios de preservar y sostener la vida. El compromiso de "proclamar lo que ha hecho el Señor" subraya la importancia de dar testimonio de la fidelidad de Dios.

El salmista luego cambia el enfoque al tema de entrar en la presencia de Dios:

"Ábranme las puertas de los justos; entraré y daré gracias al Señor. Esta es la puerta del Señor por la que pueden entrar los justos. Te daré gracias porque me respondiste; te has convertido en mi salvación." (Salmo 118:19-21, NVI)

La imagen de las puertas y la entrada en la presencia de Dios evoca el templo en Jerusalén, donde los adoradores se reunían para ofrecer gracias y alabanza. El deseo del salmista de entrar y dar gracias significa un profundo anhelo de comunión con Dios y el reconocimiento de su papel como Salvador.

Uno de los versículos más profundos y proféticos del Salmo 118 se encuentra en el versículo 22:

"La piedra que desecharon los constructores ha llegado a ser la piedra angular; esto ha sido obra del Señor, y nos deja maravillados." (Salmo 118:22-23, NVI)

Este versículo, citado por Jesús en el Nuevo Testamento (Mateo 21:42; Marcos 12:10-11; Lucas 20:17) y referido por Pedro (Hechos 4:11; 1 Pedro 2:7), ha sido interpretado como una profecía mesiánica. La piedra rechazada, que simboliza a Jesucristo, se convierte en la piedra angular del plan redentor de Dios. Esta transformación de rechazo a exaltación es realmente "maravillosa" y destaca la soberanía y sabiduría de Dios.

El salmista continúa con una declaración del día de la salvación del Señor:

"El Señor lo ha hecho en este mismo día; regocijémonos hoy y alegrémonos. ¡Señor, sálvanos! ¡Señor, concédenos el éxito!" (Salmo 118:24-25, NVI)

La frase "en este mismo día" enfatiza la inmediatez y relevancia de los actos salvadores de Dios. El llamado a "regocijarse y alegrarse" es una invitación a celebrar la liberación de Dios con alegría y gratitud. La súplica por salvación y éxito refleja una dependencia continua de la gracia y el favor de Dios.

En los versículos 26-27, el salmista habla de una procesión al templo:

"Bendito el que viene en el nombre del Señor. Desde la casa del Señor los bendecimos. El Señor es Dios, y él ha hecho brillar su luz sobre nosotros. Con ramas en la mano, únanse a la procesión festiva hasta los cuernos del altar." (Salmo 118:26-27, NVI)

La bendición de "el que viene en el nombre del Señor" es otra referencia mesiánica, famosa durante la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén (Mateo 21:9). La imagen de la luz que brilla y la procesión festiva con ramas evoca la celebración gozosa de la presencia y el favor de Dios.

El salmo concluye con una declaración personal y comunitaria de alabanza:

"Tú eres mi Dios, y te alabaré; tú eres mi Dios, y te exaltaré. Den gracias al Señor, porque él es bueno; su amor perdura para siempre." (Salmo 118:28-29, NVI)

Estos versículos finales encapsulan la esencia del salmo: un reconocimiento sincero de la bondad de Dios, un compromiso de alabarlo y exaltarlo, y una reafirmación de su amor perdurable. La repetición del estribillo inicial sirve como un cierre, reforzando el tema central del amor constante de Dios.

En resumen, el Salmo 118 es una poderosa expresión de acción de gracias, confianza y alabanza. Celebra la liberación de Dios, destaca la futilidad de confiar en la fuerza humana y subraya la importancia de la adoración comunitaria. Sus elementos proféticos apuntan al Mesías venidero, Jesucristo, quien transforma el rechazo en la piedra angular del plan redentor de Dios. Para los creyentes de hoy, el Salmo 118 sirve como un recordatorio atemporal del amor perdurable de Dios, su fidelidad y el llamado a confiar y regocijarse en su salvación.

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