El Salmo 118:17, un versículo que resuena profundamente con muchos creyentes, dice: "No moriré, sino que viviré, y declararé las obras del SEÑOR" (RVR1960). Este versículo es una poderosa declaración de fe, esperanza y propósito, y su significado se despliega maravillosamente cuando consideramos su contexto dentro del salmo y la narrativa bíblica más amplia.
El Salmo 118 es parte del Hallel, una colección de salmos (113-118) tradicionalmente cantados durante festivales judíos como la Pascua. Este salmo en particular es un himno de acción de gracias y victoria, celebrando el amor constante y la liberación de Dios. El salmista, posiblemente el rey David, expresa una profunda gratitud por los actos salvadores de Dios y reconoce la soberanía y bondad del Señor.
En el versículo 17, el salmista hace una proclamación audaz: "No moriré, sino que viviré, y declararé las obras del SEÑOR". Para entender completamente este versículo, debemos considerar varios elementos clave: el contexto del salmo, el significado de la vida y la muerte en la teología bíblica, y el propósito de declarar las obras de Dios.
El Salmo 118 comienza con un llamado a dar gracias al Señor, enfatizando su amor duradero: "Alabad a Jehová, porque él es bueno; porque para siempre es su misericordia" (Salmo 118:1, RVR1960). El salmista relata momentos de angustia y cómo el Señor le respondió y lo liberó. Los versículos 5-7 capturan este sentimiento de manera conmovedora: "Desde la angustia invoqué a JAH, y me respondió JAH, poniéndome en lugar espacioso. Jehová está conmigo; no temeré lo que me pueda hacer el hombre. Jehová está conmigo entre los que me ayudan; por tanto, yo veré mi deseo en los que me aborrecen" (Salmo 118:5-7, RVR1960).
Este trasfondo de liberación e intervención divina prepara el escenario para el versículo 17. El salmista ha enfrentado situaciones que amenazan su vida, pero afirma con confianza que no sucumbirá a la muerte debido a la protección de Dios y al propósito que tiene para su vida. Esta declaración no se trata meramente de la supervivencia física, sino también de una existencia espiritual y con propósito.
En la Biblia, la vida y la muerte no son solo estados biológicos, sino conceptos profundamente teológicos. La vida es un regalo de Dios y está destinada a ser vivida en relación con Él y de acuerdo con su voluntad. La muerte, aunque es una parte natural de la experiencia humana, a menudo se asocia con la separación de Dios y las consecuencias del pecado.
Sin embargo, la narrativa bíblica también revela el poder de Dios sobre la muerte. En el Antiguo Testamento, instancias como la resurrección del hijo de la viuda por Elías (1 Reyes 17:17-24) y la visión del valle de los huesos secos en Ezequiel 37 ilustran la capacidad de Dios para traer vida de la muerte. En el Nuevo Testamento, este tema culmina en la resurrección de Jesucristo, que conquista la muerte y ofrece vida eterna a los creyentes.
Cuando el salmista declara: "No moriré, sino que viviré", refleja una profunda confianza en el poder de Dios para preservar la vida y una creencia en el propósito de Dios que trasciende la muerte física. Es una declaración de fe en la soberanía de Dios sobre la vida y la muerte y su capacidad para sostener y proteger a sus siervos.
La segunda parte del versículo, "y declararé las obras del SEÑOR", destaca el propósito detrás del deseo del salmista de vivir. No se trata meramente de sobrevivir por sí mismo, sino de vivir para testificar de los poderosos hechos de Dios. Esta declaración se alinea con el tema bíblico más amplio de que el pueblo de Dios está llamado a ser testigo de su grandeza y fidelidad.
A lo largo de las Escrituras, las obras de Dios están destinadas a ser proclamadas y recordadas. En Deuteronomio 6:4-9, se instruye a los israelitas a enseñar a sus hijos sobre los mandamientos y los poderosos actos de Dios. Los Salmos frecuentemente llaman al pueblo de Dios a recordar y declarar sus obras, como se ve en el Salmo 105:1-2: "Alabad a Jehová, invocad su nombre; dad a conocer sus obras en los pueblos. Cantadle, cantadle salmos; hablad de todas sus maravillas" (RVR1960).
El compromiso del salmista de declarar las obras de Dios subraya la importancia del testimonio en la vida de fe. Es a través de compartir nuestras experiencias de la fidelidad y liberación de Dios que animamos a otros, edificamos la comunidad de creyentes y damos gloria a Dios.
Para los creyentes contemporáneos, el Salmo 118:17 tiene una relevancia significativa. Nos anima a confiar en la protección y el propósito de Dios para nuestras vidas, incluso frente a la adversidad. Nos recuerda que nuestras vidas tienen un propósito divino: declarar las obras del Señor.
En tiempos de angustia o incertidumbre, este versículo puede ser una fuente de consuelo y fortaleza. Nos asegura que Dios está en control y que tiene un plan para nuestras vidas. Además, nos desafía a vivir con propósito, utilizando nuestras experiencias y testimonios para glorificar a Dios y edificar a otros.
El Nuevo Testamento hace eco de este llamado a testificar de las obras de Dios. Jesús, en la Gran Comisión, ordena a sus discípulos ir y hacer discípulos de todas las naciones, enseñándoles a observar todo lo que Él ha mandado (Mateo 28:19-20). Los apóstoles, en el Libro de los Hechos, declaran audazmente la resurrección de Jesús y las obras de Dios, incluso frente a la persecución.
Como creyentes, somos parte de esta narrativa continua de la obra redentora de Dios en el mundo. Nuestras vidas son un testimonio de su gracia, misericordia y poder. Al vivir nuestra fe y compartir nuestras historias, participamos en la misión de declarar las obras del Señor.
El Salmo 118:17 es una profunda declaración de fe, esperanza y propósito. Habla de la confianza del salmista en el poder de Dios para preservar la vida y su compromiso de proclamar los poderosos hechos de Dios. Para los creyentes hoy, este versículo ofrece la seguridad de la protección de Dios y un recordatorio de nuestro llamado a testificar de su grandeza.
En un mundo donde la incertidumbre y el miedo a menudo prevalecen, el Salmo 118:17 se erige como un faro de esperanza. Nos invita a confiar en la soberanía de Dios, a vivir con propósito y a declarar sus obras con valentía. Al hacerlo, cumplimos nuestro papel como testigos del Dios viviente, dando gloria a su nombre y esperanza a los que nos rodean.