¿Cuál es el significado de Salmo 127:3?

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El Salmo 127:3 dice: "Los hijos son una herencia del Señor, los frutos del vientre son una recompensa." Este versículo, ubicado dentro de uno de los Salmos de Ascenso atribuidos a Salomón, tiene un significado profundo que resuena a través de los siglos. Los Salmos de Ascenso (Salmos 120-134) probablemente eran cantados por los peregrinos que ascendían a Jerusalén para las fiestas anuales. El Salmo 127, en particular, proporciona ideas sobre la perspectiva divina sobre la familia, el trabajo y las bendiciones de Dios.

Para comprender completamente el significado del Salmo 127:3, es esencial considerar el contexto más amplio del salmo y su lugar dentro de la literatura de Sabiduría y Poesía del Antiguo Testamento. El Salmo 127 es un salmo corto pero profundamente rico que subraya la futilidad de los esfuerzos humanos sin la bendición de Dios. El salmo comienza con una poderosa afirmación en los versículos 1 y 2:

"Si el Señor no edifica la casa, en vano se esfuerzan los albañiles. Si el Señor no cuida la ciudad, en vano vigilan los guardias. En vano madrugan ustedes y se acuestan muy tarde, para comer un pan de fatigas, porque Dios concede el sueño a sus amados." (Salmo 127:1-2, NVI)

Estos versículos iniciales preparan el escenario para entender el versículo 3 al enfatizar la soberanía de Dios en todos los aspectos de la vida, incluyendo nuestro trabajo y nuestras familias. El salmista nos recuerda que los esfuerzos humanos, por muy diligentes que sean, son en última instancia inútiles sin la participación y bendición de Dios. Este tema de la soberanía divina y la dependencia humana es crucial para interpretar el significado de los hijos como una herencia del Señor.

En el versículo 3, el término "herencia" (o "heredad" en algunas traducciones) se usa para describir a los hijos. Esta elección de palabras es significativa porque una herencia es algo de gran valor que se transmite de una generación a la siguiente. No es algo ganado, sino más bien un regalo recibido. Al referirse a los hijos como una herencia del Señor, el salmista subraya que los hijos son un regalo precioso de Dios, confiado a los padres para que los críen, guíen y aprecien.

La frase "frutos del vientre son una recompensa" amplifica aún más esta idea. En el contexto del antiguo Cercano Oriente, los hijos a menudo se veían como un signo del favor y la bendición de Dios. Se consideraban una recompensa, no en el sentido de un premio por buen comportamiento, sino como un regalo gracioso de un Dios amoroso. Esta perspectiva se refleja en todo el Antiguo Testamento, donde la esterilidad a menudo se veía como una desgracia y el nacimiento de hijos como una causa de gran alegría y celebración. Por ejemplo, en Génesis 21:1-7, el nacimiento de Isaac a Abraham y Sara en su vejez se presenta como un regalo milagroso de Dios, cumpliendo Su promesa y trayendo inmensa alegría a la pareja.

Además, el significado de los hijos como una herencia del Señor se extiende más allá de la familia inmediata a la comunidad en general y a la nación de Israel. Los hijos se veían como los futuros portadores de las promesas del pacto, los que llevarían adelante la fe y las tradiciones de sus antepasados. Este aspecto comunitario es evidente en Deuteronomio 6:6-7, donde se instruye a los padres a enseñar diligentemente los mandamientos de Dios a sus hijos, asegurando la continuidad de la fe a través de las generaciones:

"Grábate en el corazón estas palabras que hoy te mando. Incúlcaselas continuamente a tus hijos. Háblales de ellas cuando estés en tu casa y cuando vayas por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes." (Deuteronomio 6:6-7, NVI)

A la luz de esto, el Salmo 127:3 sirve como un recordatorio de la responsabilidad sagrada que viene con el regalo de los hijos. Se llama a los padres a reconocer a sus hijos como la herencia de Dios y a criarlos en el conocimiento y temor del Señor. Esto implica no solo proveer para sus necesidades físicas, sino también nutrir su crecimiento espiritual y guiarlos en los caminos de la rectitud.

El significado del Salmo 127:3 también se extiende al tema teológico más amplio de la providencia y el cuidado de Dios. Así como Dios es el constructor último de la casa y el protector de la ciudad, Él también es el dador y sustentador de la vida. Esta comprensión fomenta un sentido de humildad y dependencia de Dios, reconociendo que nuestros esfuerzos para construir familias y criar hijos están en última instancia sustentados por Su gracia y provisión.

En el Nuevo Testamento, este tema se refleja en pasajes como Santiago 1:17, que dice:

"Toda buena dádiva y todo don perfecto descienden de lo alto, del Padre de las luces celestiales, que no cambia como sombras inconstantes." (Santiago 1:17, NVI)

Los hijos, como buenos y perfectos regalos de Dios, deben ser recibidos con gratitud y administrados con cuidado. Esta perspectiva desafía la tendencia moderna a ver a los hijos principalmente a través del lente de la realización personal o la contribución social. En cambio, nos llama a verlos como bendiciones divinas confiadas a nosotros por un tiempo, con el objetivo último de criarlos para que conozcan y sirvan al Señor.

Además, la imagen de los hijos como una herencia del Señor puede verse como un reflejo del propio carácter de Dios y Su relación con Su pueblo. A lo largo de las Escrituras, Dios se representa como un Padre amoroso que se deleita en Sus hijos y desea bendecirlos. Esta imagen paternal se captura conmovedoramente en pasajes como el Salmo 103:13:

"Como un padre se compadece de sus hijos, así se compadece el Señor de los que le temen." (Salmo 103:13, NVI)

En este sentido, el Salmo 127:3 no solo habla del valor de los hijos, sino que también nos señala el corazón de Dios como un Padre compasivo y generoso. Nos invita a confiar en Su provisión y a abrazar el regalo de los hijos con un sentido de asombro y responsabilidad.

En conclusión, el significado del Salmo 127:3 radica en su profunda afirmación de los hijos como una herencia y recompensa del Señor. Este versículo nos llama a reconocer el origen divino de la vida, a valorar y apreciar a los hijos como regalos preciosos, y a cumplir nuestra responsabilidad dada por Dios de criarlos en el conocimiento y temor del Señor. Nos recuerda nuestra dependencia de la bendición de Dios en todos nuestros esfuerzos y nos anima a confiar en Su providencia y cuidado. En última instancia, el Salmo 127:3 nos señala el corazón de Dios como un Padre amoroso que se deleita en Sus hijos y desea bendecirlos abundantemente.

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