La historia de la escritura en la pared es uno de los episodios más dramáticos y enigmáticos del Libro de Daniel, encapsulado en Daniel 5. Esta narrativa no solo subraya la soberanía de Dios, sino que también sirve como un recordatorio conmovedor de las consecuencias del orgullo y la blasfemia.
La escena se desarrolla en Babilonia, durante el reinado del rey Belsasar, quien era hijo de Nabonido y el último gobernante del Imperio Babilónico antes de su conquista por los medos y persas. Belsasar, en una muestra de arrogancia y sacrilegio, organiza un gran banquete para mil de sus nobles. Durante este banquete, ordena que los vasos de oro y plata tomados del templo en Jerusalén por su predecesor, el rey Nabucodonosor, sean traídos para que él y sus invitados puedan beber de ellos. Este acto de usar objetos sagrados del templo para una celebración profana fue un grave acto de blasfemia contra el Dios de Israel.
Mientras bebían vino y alababan a los dioses de oro, plata, bronce, hierro, madera y piedra, ocurrió un evento misterioso y aterrador. De repente, aparecieron los dedos de una mano humana y escribieron en el yeso de la pared del palacio del rey, cerca del candelabro. El rey observó la mano mientras escribía, y su rostro se puso pálido de miedo. Sus pensamientos lo aterraron, sus caderas se aflojaron y sus rodillas se golpearon entre sí (Daniel 5:5-6).
La reacción inmediata de Belsasar fue llamar a los encantadores, astrólogos y adivinos para interpretar la escritura. Sin embargo, ninguno de los sabios de Babilonia pudo descifrar la misteriosa inscripción. Este fracaso intensificó aún más el miedo y la desesperación del rey. A sugerencia de la reina (probablemente la reina madre), Daniel fue convocado al salón del banquete. Daniel, quien había interpretado sueños para Nabucodonosor anteriormente, era conocido por su sabiduría y perspicacia divina.
Al llegar, a Daniel se le ofrecieron recompensas y altos honores si podía interpretar la escritura. Sin embargo, Daniel rechazó los regalos, afirmando que interpretaría la escritura para el rey independientemente de la recompensa. Antes de interpretar el mensaje, Daniel recordó a Belsasar cómo Dios había humillado a su predecesor Nabucodonosor debido a su arrogancia, y cómo Nabucodonosor finalmente había reconocido la soberanía de Dios. Daniel señaló que Belsasar no se había humillado a pesar de saber todo esto y, en cambio, había desafiado al Señor usando los vasos sagrados y alabando a ídolos sin vida.
Daniel procedió a leer e interpretar la escritura en la pared: "MENE, MENE, TEKEL, PARSIN." Explicó sus significados de la siguiente manera:
El mensaje era claro y terrible. El reinado de Belsasar había terminado, su vida había sido juzgada y encontrada deficiente, y su reino sería dividido y entregado a los medos y persas. Fiel a la profecía, esa misma noche, Belsasar fue asesinado, y Darío el Medo tomó el reino (Daniel 5:30-31).
La importancia de la escritura en la pared va más allá del contexto histórico inmediato. Sirve como una poderosa ilustración del juicio divino y la futilidad última de la arrogancia humana. La historia de Belsasar es una advertencia sobre los peligros del orgullo, el sacrilegio y el desprecio por lo sagrado. Subraya la creencia de que Dios es soberano sobre los asuntos de las naciones y los gobernantes, y que los hace responsables de sus acciones.
Teológicamente, esta narrativa refuerza varios temas clave en el Libro de Daniel y en el Antiguo Testamento en su conjunto. En primer lugar, destaca la soberanía de Dios sobre los reinos terrenales. A pesar del aparente poder y esplendor del Imperio Babilónico, estaba en última instancia sujeto a la voluntad de Dios. Este tema se repite a lo largo del Libro de Daniel, particularmente en las visiones y sueños que revelan el ascenso y caída de los imperios según el plan divino de Dios.
En segundo lugar, la historia enfatiza la importancia de la humildad y la reverencia hacia Dios. La caída de Belsasar fue precipitada por su arrogancia y falta de respeto por lo sagrado. En contraste, la fidelidad y humildad de Daniel se retratan consistentemente como virtudes que lo alinean con el favor y la sabiduría de Dios. Esta dicotomía sirve como una lección moral para los lectores, alentándolos a emular la piedad de Daniel en lugar de la arrogancia de Belsasar.
Además, la escritura en la pared puede verse como una manifestación de la justicia de Dios. El castigo de Belsasar no fue arbitrario, sino una consecuencia directa de sus acciones. Esto se alinea con el principio bíblico más amplio de que Dios es justo y recto, recompensando a los fieles y castigando a los malvados. La inmediatez del juicio de Belsasar también sirve para recordar a los lectores que la justicia divina puede ser rápida e inesperada.
En un contexto profético más amplio, la caída de Babilonia ante los medos y persas es significativa en la narrativa de la profecía bíblica. La transición de poder de Babilonia a Persia preparó el escenario para el eventual regreso de los exiliados judíos a su tierra natal, como lo profetizó Jeremías (Jeremías 25:11-12) y más tarde facilitado por Ciro el Grande (Esdras 1:1-4). Así, la escritura en la pared no solo es un juicio contra Belsasar, sino también un momento crucial en el desarrollo del plan redentor de Dios para su pueblo.
Desde una perspectiva histórica, el relato de Belsasar y la caída de Babilonia está corroborado por registros antiguos, incluyendo la Crónica de Nabonido y el Cilindro de Ciro, que proporcionan validación externa de la narrativa bíblica. Estas fuentes confirman que Babilonia cayó ante las fuerzas medo-persas alrededor del 539 a.C., con Belsasar siendo corregente bajo su padre Nabonido.
En conclusión, la historia de la escritura en la pared en Daniel 5 es una narrativa profunda y multifacética que transmite verdades atemporales sobre la soberanía de Dios, los peligros del orgullo y la inevitabilidad de la justicia divina. Sirve como un recordatorio sobrio de que todo poder humano es transitorio y está sujeto a la autoridad última de Dios. La frase "la escritura en la pared" ha entrado desde entonces en el lenguaje común como un modismo para una advertencia ominosa o un destino inevitable, reflejando el impacto duradero de esta historia bíblica en la conciencia cultural.