Encontrar el propósito de uno es un viaje profundo y profundamente personal que resuena con la esencia misma de nuestro ser. Como pastor cristiano no denominacional, creo que nuestro propósito está intrínsecamente ligado a nuestro Creador, quien nos ha diseñado a cada uno de nosotros de manera única y con intencionalidad. La Biblia nos ofrece ideas para comprender nuestro propósito, y es a través de estos textos sagrados que podemos comenzar a desentrañar el plan divino para nuestras vidas.
En el corazón de nuestro propósito está la comprensión de que somos creados a imagen de Dios (Génesis 1:27). Esta verdad fundamental nos recuerda que nuestras vidas no son aleatorias ni carecen de significado. En cambio, somos reflejos del carácter de Dios, imbuidos de dignidad y valor. Este valor inherente nos llama a vivir vidas que lo honren, reflejando su amor, justicia, misericordia y verdad en nuestras interacciones con los demás y el mundo que nos rodea.
Una de las articulaciones más convincentes del propósito se encuentra en el Gran Mandamiento, donde Jesús nos instruye a amar a Dios con todo nuestro corazón, alma y mente, y a amar a nuestros prójimos como a nosotros mismos (Mateo 22:37-39). Este doble mandamiento encapsula la esencia de nuestro propósito: cultivar una relación profunda y personal con Dios y extender su amor a los demás. Nuestro propósito, por lo tanto, no se trata solo de realización personal, sino también de contribuir al bienestar y florecimiento de los demás.
Efesios 2:10 elucida aún más nuestro propósito al declarar: "Porque somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús para hacer buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que las hiciéramos". Este versículo sugiere que nuestro propósito no es estático sino dinámico, involucrando una participación activa en el mundo a través de buenas obras. Estas buenas obras no son meramente tareas para completar, sino expresiones de quienes somos en Cristo, revelando su amor y gracia al mundo.
Comprender nuestro propósito también implica reconocer los dones y talentos únicos que Dios nos ha otorgado. En 1 Corintios 12, el apóstol Pablo habla de la diversidad de dones espirituales dados a los creyentes, enfatizando que cada don es importante y contribuye al cuerpo de Cristo. Nuestro propósito está entrelazado con estos dones, ya que nos equipan para servir a los demás y cumplir el llamado específico que Dios ha puesto en nuestras vidas. Ya sea que estemos dotados en la enseñanza, la hospitalidad, la administración o cualquier otra área, nuestro propósito es usar estos dones para glorificar a Dios y edificar a los demás.
Además, nuestro propósito no se limita a una vocación o rol específico. Si bien nuestras carreras y roles pueden ser expresiones significativas de nuestro propósito, no lo definen por completo. Nuestro propósito trasciende nuestros títulos laborales y abarca todos los aspectos de nuestras vidas. Se vive en nuestras relaciones, nuestro servicio a la comunidad y nuestras decisiones diarias. El apóstol Pablo nos recuerda en Colosenses 3:17: "Y todo lo que hagan, de palabra o de obra, háganlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él". Este enfoque integral del propósito nos anima a ver cada acción e interacción como una oportunidad para honrar a Dios.
En la búsqueda de nuestro propósito, también es esencial permanecer abiertos a la guía del Espíritu Santo. El Espíritu nos guía a toda verdad (Juan 16:13) y nos capacita para vivir nuestro propósito con valentía y convicción. La oración y la meditación en las Escrituras son prácticas vitales que nos ayudan a discernir la voluntad de Dios y alinear nuestras vidas con sus propósitos. A través de estas disciplinas espirituales, cultivamos una sensibilidad a las indicaciones del Espíritu, permitiéndonos responder fielmente al llamado de Dios.
Además, comprender nuestro propósito implica abrazar las estaciones de la vida. Eclesiastés 3:1 nos recuerda: "Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora". Nuestro propósito puede manifestarse de manera diferente en varias etapas de la vida, y es importante ser adaptable y estar dispuesto a crecer. Ya sea que estemos en una temporada de aprendizaje, servicio o descanso, cada fase es una parte integral de nuestro viaje hacia el cumplimiento de nuestro propósito.
La literatura cristiana también ofrece valiosas ideas para encontrar el propósito. "Una vida con propósito" de Rick Warren es un recurso bien conocido que ha guiado a muchos creyentes a descubrir su propósito dado por Dios. Warren enfatiza que nuestro propósito no es egocéntrico sino centrado en Dios, e implica vivir para la gloria de Dios adorándolo, sirviendo a los demás y compartiendo el Evangelio. Esta perspectiva se alinea con la comprensión bíblica del propósito, animándonos a vivir vidas que reflejen el carácter de Dios y avancen su reino.
También es importante reconocer que descubrir nuestro propósito puede ser un proceso gradual y en desarrollo. Requiere paciencia, perseverancia y confianza en el tiempo de Dios. Puede haber momentos de incertidumbre o duda, pero estos son oportunidades para profundizar nuestra fe y dependencia de Dios. A medida que buscamos su guía, él promete dirigir nuestros caminos (Proverbios 3:5-6), llevándonos a una comprensión más plena de nuestro propósito.
En conclusión, nuestro propósito es un llamado multifacético y dinámico que abarca nuestra relación con Dios, nuestro servicio a los demás y los dones y talentos únicos que poseemos. Es un viaje de descubrimiento que nos invita a vivir auténtica e intencionalmente, reflejando el amor y la gracia de Dios en todo lo que hacemos. A medida que buscamos comprender y cumplir nuestro propósito, somos invitados a una relación más profunda con nuestro Creador, quien nos guía amorosamente hacia la vida abundante que ha preparado para nosotros.