¿Por qué los cristianos luchan por confiar y obedecer completamente a Dios?

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Vivir una vida de fe y obediencia a Dios es un principio central del cristianismo, sin embargo, muchos cristianos se encuentran luchando para confiar y obedecerle plenamente. Esta lucha no es única de nuestros tiempos modernos; ha sido parte de la experiencia humana desde el principio. Entender por qué existe esta lucha requiere una inmersión profunda en la naturaleza de la fe, la condición humana y el viaje espiritual que los cristianos emprenden.

Una de las principales razones por las que los cristianos luchan para confiar y obedecer completamente a Dios es la naturaleza inherente de la fe misma. La fe, por definición, implica un grado de incertidumbre y confianza en lo no visto. Hebreos 11:1 define la fe como "la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve" (ESV). Esta certeza y convicción son difíciles de mantener consistentemente, especialmente en un mundo que a menudo valora la evidencia empírica y los resultados tangibles sobre la convicción espiritual y las promesas no vistas.

La condición humana también juega un papel significativo en esta lucha. Desde la caída de Adán y Eva, la humanidad ha lidiado con el pecado y sus consecuencias. El apóstol Pablo describe de manera conmovedora esta batalla interna en Romanos 7:19-20: "Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. Y si hago lo que no quiero, ya no soy yo quien lo hace, sino el pecado que mora en mí" (ESV). Este pasaje destaca el conflicto continuo entre nuestra naturaleza pecaminosa y nuestro deseo de vivir rectamente. Incluso con la morada del Espíritu Santo, los cristianos no son inmunes a las tentaciones y debilidades que vienen con ser humanos.

Además, el mundo en el que vivimos presenta numerosos desafíos para confiar y obedecer completamente a Dios. La sociedad a menudo promueve valores y estilos de vida que son contrarios a las enseñanzas bíblicas. El materialismo, la autosuficiencia y la gratificación instantánea son solo algunos ejemplos de normas culturales que pueden erosionar nuestra confianza en la provisión y el tiempo de Dios. Jesús mismo advirtió sobre los peligros de las influencias mundanas en Mateo 6:24: "Nadie puede servir a dos señores. Porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o se dedicará al uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas" (NIV). Las prioridades y distracciones competidoras del mundo pueden dificultar mantener un enfoque firme en Dios.

Otro factor que contribuye a esta lucha es la presencia de la duda y el miedo. La duda puede surgir de diversas fuentes, incluidas las oraciones no respondidas, el sufrimiento personal y el aparente éxito de los malvados. El salmista Asaf luchó con estos sentimientos en el Salmo 73, donde inicialmente envidiaba la prosperidad de los malvados, pero finalmente reafirmó su confianza en la justicia y bondad de Dios. El miedo, por otro lado, puede paralizarnos y evitar que demos pasos de fe. La Biblia aborda repetidamente el tema del miedo, con más de 300 versículos que animan a los creyentes a "no temer". Uno de esos versículos es Isaías 41:10: "No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios; te fortaleceré, te ayudaré, te sostendré con mi diestra justa" (ESV). A pesar de estas garantías, el miedo puede seguir siendo un poderoso impedimento para confiar y obedecer completamente a Dios.

El proceso de santificación, o convertirse más como Cristo, es otro aspecto del viaje cristiano que implica una lucha continua. La santificación es un proceso de toda la vida que requiere esfuerzo intencional, disciplina y dependencia del Espíritu Santo. Filipenses 2:12-13 anima a los creyentes a "ocuparos en vuestra salvación con temor y temblor, porque Dios es quien obra en vosotros tanto el querer como el hacer, para su buena voluntad" (ESV). Este versículo subraya la naturaleza cooperativa de la santificación, donde los creyentes deben participar activamente en su crecimiento espiritual mientras reconocen que, en última instancia, es Dios quien los capacita. La naturaleza gradual de este proceso significa que las luchas con la confianza y la obediencia son de esperar a medida que los creyentes crecen en su fe.

Además, la guerra espiritual es una realidad con la que los cristianos deben lidiar. El apóstol Pablo nos recuerda en Efesios 6:12 que "no luchamos contra carne y sangre, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes" (ESV). Satanás y sus fuerzas buscan activamente socavar nuestra fe y obediencia a Dios. Las tentaciones, acusaciones y engaños son algunas de las tácticas utilizadas para debilitar nuestra determinación y desviarnos. La armadura de Dios, descrita en Efesios 6:13-18, es esencial para resistir estos ataques espirituales y permanecer firmes en nuestra confianza y obediencia a Dios.

Además de estos factores internos y externos, las experiencias personales y los temperamentos individuales también pueden influir en la capacidad de uno para confiar y obedecer a Dios. Los traumas pasados, las decepciones y las relaciones rotas pueden crear barreras para la confianza, no solo en las relaciones humanas, sino también en la relación con Dios. Las personas que han experimentado traición o abandono pueden encontrar particularmente difícil creer en la fidelidad y bondad de Dios. De manera similar, las personas con una disposición naturalmente escéptica o analítica pueden luchar más con el concepto de fe, que a menudo requiere abrazar el misterio y la incertidumbre.

A pesar de estos desafíos, hay varias maneras en que los cristianos pueden cultivar una confianza y obediencia más profunda a Dios. En primer lugar, sumergirse en la Palabra de Dios es crucial. La Biblia está repleta de historias de la fidelidad de Dios, promesas e instrucciones para una vida recta. Romanos 10:17 dice: "Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Cristo" (ESV). Leer, meditar y memorizar regularmente las Escrituras puede fortalecer nuestra fe y proporcionar orientación para la obediencia.

La oración es otra práctica vital para desarrollar la confianza y la obediencia. A través de la oración, los creyentes pueden comunicarse con Dios, expresar sus dudas y miedos, y buscar Su guía y fortaleza. Filipenses 4:6-7 anima a los creyentes a "no estar ansiosos por nada, sino en todo, mediante oración y súplica con acción de gracias, presentar sus peticiones a Dios. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará sus corazones y sus mentes en Cristo Jesús" (ESV). La oración fomenta una relación más profunda con Dios y ayuda a los creyentes a depender más plenamente de Él.

La comunidad y la comunión con otros creyentes también son importantes para el crecimiento espiritual. Hebreos 10:24-25 exhorta a los cristianos a "considerar cómo estimularnos unos a otros al amor y a las buenas obras, no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos unos a otros, y tanto más cuanto veis que aquel día se acerca" (ESV). Ser parte de una comunidad cristiana de apoyo y responsabilidad puede proporcionar aliento, sabiduría y ayuda práctica en el viaje de la fe.

Además, reflexionar sobre la fidelidad pasada de Dios puede fortalecer la confianza en Su provisión futura. Recordar cómo Dios ha obrado en la vida de uno y en la vida de otros puede servir como un poderoso recordatorio de Su fiabilidad. A los israelitas a menudo se les recordaba recordar las obras de Dios, como se ve en pasajes como Deuteronomio 8:2: "Y te acordarás de todo el camino por donde te ha traído Jehová tu Dios estos cuarenta años en el desierto" (ESV). Recordar la fidelidad de Dios en el pasado puede inspirar confianza en Su fidelidad continua.

Por último, abrazar la obra transformadora del Espíritu Santo es esencial. El Espíritu Santo capacita a los creyentes para vivir su fe y obedecer los mandamientos de Dios. Gálatas 5:22-23 describe el fruto del Espíritu, que incluye cualidades como amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre y dominio propio. A medida que los creyentes se rinden al Espíritu Santo, estas cualidades se hacen más evidentes en sus vidas, permitiéndoles confiar y obedecer más plenamente a Dios.

En conclusión, la lucha para confiar y obedecer completamente a Dios es un problema multifacético arraigado en la naturaleza de la fe, la condición humana, las influencias mundanas, la duda y el miedo, el proceso de santificación, la guerra espiritual y las experiencias personales. Si bien estos desafíos son significativos, los cristianos pueden tener la seguridad de saber que no están solos en sus luchas. Al sumergirse en la Palabra de Dios, participar en la oración, participar en la comunidad cristiana, reflexionar sobre la fidelidad de Dios y depender del Espíritu Santo, los creyentes pueden crecer en su capacidad para confiar y obedecer a Dios, experimentando la vida abundante que Él promete.

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