Comprender la etapa de uno en el discipulado y la madurez cristiana es un viaje profundamente personal e introspectivo. Implica reflexionar sobre tu crecimiento espiritual, tu relación con Dios y cómo vives tu fe en la vida cotidiana. Como pastor cristiano no denominacional, creo que este proceso de autoexamen es vital para cada creyente, ya que te ayuda a reconocer dónde estás y qué pasos necesitas tomar para acercarte más a Cristo.
El viaje del discipulado puede compararse con un camino con varias etapas, cada una marcada por características y experiencias distintas. Aunque las etapas del crecimiento espiritual pueden no estar definidas universalmente, muchos pensadores y teólogos cristianos han propuesto marcos para ayudar a los creyentes a comprender su desarrollo espiritual. Uno de esos marcos es el modelo de "Etapas de la Fe" propuesto por James W. Fowler, que describe una serie de etapas por las que las personas suelen pasar a medida que maduran en su fe.
Esta etapa a menudo se caracteriza por un nuevo entusiasmo y emoción por la fe de uno. Los nuevos creyentes son como bebés espirituales, como lo describe el Apóstol Pedro: "Como niños recién nacidos, deseen con ansias la leche espiritual pura, para que por ella crezcan en su salvación" (1 Pedro 2:2, NVI). En esta etapa, las personas están ansiosas por aprender y absorber todo lo que puedan sobre Dios, Jesús y la Biblia. Pueden depender en gran medida de cristianos más maduros para orientación y apoyo.
A medida que los creyentes continúan creciendo, entran en una etapa de niñez espiritual. Esta etapa implica aprender a caminar en la fe, al igual que un niño aprende a caminar físicamente. El Apóstol Pablo aborda esta etapa cuando escribe: "Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño. Cuando llegué a ser hombre, dejé atrás las cosas de niño" (1 Corintios 13:11, NVI). Durante esta fase, los creyentes comienzan a desarrollar una comprensión más profunda de las doctrinas cristianas y comienzan a formar sus propias prácticas espirituales, como la oración regular y el estudio de la Biblia.
La siguiente etapa puede compararse con la adolescencia espiritual. Así como los adolescentes luchan con la identidad y la independencia, los creyentes en esta etapa luchan con preguntas más profundas de fe y propósito. Este período a menudo se caracteriza por un deseo de servir y hacer una diferencia en el mundo, así como por una lucha con dudas y desafíos. Santiago 1:2-4 (NVI) habla de este proceso: "Hermanos míos, considérense muy dichosos cuando tengan que enfrentarse con diversas pruebas, pues ya saben que la prueba de su fe produce constancia. Y la constancia debe llevar a feliz término la obra, para que sean perfectos e íntegros, sin que les falte nada".
La adultez espiritual se caracteriza por una fe estable y madura que influye en todos los aspectos de la vida de un creyente. En esta etapa, las personas tienen una relación profunda y constante con Dios y exhiben el fruto del Espíritu, como se describe en Gálatas 5:22-23 (NVI): "En cambio, el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio". Los creyentes maduros a menudo están involucrados en mentorear a otros, liderar ministerios y vivir su fe a través de actos de servicio y amor.
La etapa final puede verse como la paternidad espiritual, donde los creyentes no solo viven su fe con madurez, sino que también discipulan activamente a otros. Esta etapa refleja la Gran Comisión dada por Jesús en Mateo 28:19-20 (NVI): "Por tanto, vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes". Los padres espirituales invierten en el crecimiento de otros, ayudándolos a navegar sus propias etapas de desarrollo espiritual.
Para discernir tu etapa actual en el discipulado y la madurez cristiana, considera las siguientes preguntas reflexivas:
Independientemente de la etapa con la que te identifiques, hay pasos prácticos que puedes tomar para seguir creciendo en tu fe:
Recuerda que el crecimiento espiritual es un viaje de toda la vida. El Apóstol Pablo, a pesar de su profunda fe y ministerio, reconoció que aún no había alcanzado la perfección: "No es que ya lo haya alcanzado todo o que ya haya llegado a la meta, pero sigo adelante, esforzándome por alcanzar aquello para lo cual Cristo Jesús me alcanzó a mí" (Filipenses 3:12, NVI). Anímate a saber que Dios está obrando en ti, moldeándote y formándote a la imagen de Cristo.
A medida que reflexionas sobre tu etapa en el discipulado y la madurez cristiana, sabe que cada etapa tiene sus propios desafíos y bendiciones únicos. Abraza donde estás, busca la guía de Dios y toma pasos intencionales para crecer en tu fe. Confía en que Dios, quien comenzó una buena obra en ti, la llevará a cabo hasta el día de Cristo Jesús (Filipenses 1:6, NVI).