¿Con qué frecuencia debo perdonar a alguien que peca repetidamente contra mí?

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El perdón es un principio central de la fe y la práctica cristiana, profundamente arraigado en las enseñanzas de Jesucristo. La pregunta de cuántas veces se debe perdonar a alguien que peca repetidamente contra uno no solo es una cuestión de bienestar personal y emocional, sino también una profunda indagación espiritual. La respuesta a esta pregunta se encuentra en las enseñanzas de Jesús, particularmente en el Evangelio de Mateo.

En Mateo 18:21-22, Pedro se acerca a Jesús con una pregunta sobre el perdón: "Señor, ¿cuántas veces pecará mi hermano contra mí y yo lo perdonaré? ¿Hasta siete veces?" Jesús responde: "No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete." Esta respuesta de Jesús no debe tomarse como un número literal, sino más bien como una ilustración de la naturaleza ilimitada del perdón. Jesús está enfatizando que el perdón no debe ser limitado ni cuantificado.

El contexto de esta enseñanza es crucial. En el mismo capítulo, Jesús cuenta la Parábola del Siervo Incompasivo (Mateo 18:23-35). En esta parábola, un siervo que debe una enorme deuda a su amo es perdonado, pero luego se niega a perdonar a un compañero siervo que le debe una cantidad mucho menor. Cuando el amo se entera de esto, se indigna y revoca su perdón. La moraleja de la parábola es clara: estamos llamados a perdonar a los demás como Dios nos ha perdonado a nosotros.

El perdón, sin embargo, no significa condonar el pecado o permitir que uno sea continuamente dañado. La enseñanza de Jesús sobre el perdón se acompaña de sabiduría y discernimiento. En Lucas 17:3-4, Jesús dice: "Si tu hermano peca, repréndelo; y si se arrepiente, perdónalo. Y si peca contra ti siete veces en un día, y siete veces vuelve a ti, diciendo: 'Me arrepiento', perdónalo." Este pasaje destaca la importancia del arrepentimiento en el proceso del perdón. Mientras estamos llamados a perdonar, también hay una expectativa de arrepentimiento genuino y un cambio de comportamiento por parte de quien ha pecado.

El perdón no es meramente un acto, sino un proceso. Implica una decisión de liberar sentimientos de resentimiento o venganza hacia una persona que te ha hecho daño, independientemente de si lo merece o no. Este proceso puede ser difícil, especialmente cuando la ofensa se repite. Sin embargo, el perdón es esencial para nuestro propio bienestar espiritual y emocional. Aferrarse a la ira y al rencor puede ser corrosivo para nuestras almas y puede obstaculizar nuestra relación con Dios.

El apóstol Pablo también habla sobre el perdón en sus cartas. En Efesios 4:31-32, escribe: "Quítense de ustedes toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Sean amables unos con otros, misericordiosos, perdonándose unos a otros, como Dios en Cristo los perdonó a ustedes." De manera similar, en Colosenses 3:13, Pablo exhorta a los creyentes a "soportarse unos a otros y perdonarse unos a otros si alguno tiene una queja contra otro. Perdonen como el Señor los perdonó a ustedes."

El llamado a perdonar está arraigado en el reconocimiento de nuestra propia necesidad de perdón. Como humanos, todos somos falibles y necesitamos la gracia de Dios. La Oración del Señor, que Jesús enseñó a sus discípulos, incluye la petición: "Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores" (Mateo 6:12). Esta oración nos recuerda que nuestro perdón de Dios está entrelazado con nuestra disposición a perdonar a los demás.

La literatura cristiana a lo largo de los siglos ha hecho eco de este mandato bíblico. Por ejemplo, en "El costo del discipulado", Dietrich Bonhoeffer enfatiza la naturaleza radical del llamado de Jesús al perdón y el poder transformador que tiene. C.S. Lewis, en su libro "Mero cristianismo", discute el perdón como uno de los aspectos más desafiantes, pero esenciales, de la vida cristiana. Escribe: "Todos dicen que el perdón es una idea encantadora, hasta que tienen algo que perdonar."

Es importante reconocer que el perdón no significa olvidar o permitir que uno sea un felpudo. Los límites son necesarios, y hay momentos en que es apropiado distanciarse de alguien que es continuamente dañino. El perdón puede coexistir con la responsabilidad y la justicia. Es posible perdonar a alguien mientras se le sigue responsabilizando por sus acciones y se busca protegerse de más daño.

Además, el perdón no siempre es inmediato. Puede ser un viaje que involucra oración, reflexión y, a veces, buscar consejo de amigos de confianza o líderes espirituales. Es un proceso que requiere la ayuda de Dios. Mientras luchamos por perdonar, podemos acudir a Dios en oración, pidiendo la fuerza y la gracia para dejar ir nuestro dolor y enojo.

En conclusión, la pregunta de cuántas veces debemos perdonar a alguien que peca repetidamente contra nosotros es respondida por la enseñanza de Jesús de que el perdón debe ser ilimitado. Esto no significa que condonemos el pecado o permitamos que nos hagan daño continuamente, sino que adoptemos una actitud de gracia y misericordia, reconociendo nuestra propia necesidad de perdón. El perdón es un proceso que implica liberar el resentimiento y buscar la sanación, y es esencial para nuestro bienestar espiritual y emocional. Mientras nos esforzamos por perdonar, podemos encontrar fuerza en el ejemplo de Jesús y las enseñanzas de la Biblia, confiando en la gracia de Dios para ayudarnos en el camino.

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