En el mundo de hoy, la búsqueda de validación de los demás a menudo puede convertirse en una búsqueda absorbente. Las redes sociales, la presión de los compañeros y las expectativas sociales pueden hacernos sentir que nuestro valor está determinado por las opiniones y la aprobación de quienes nos rodean. Sin embargo, cuando recurrimos a la Biblia, encontramos una perspectiva diferente, una que coloca nuestro valor no en manos de otros, sino firmemente en las manos de Dios.
La Biblia enfatiza repetidamente que nuestro valor e identidad provienen solo de Dios. En Génesis 1:27, aprendemos que somos creados a imagen de Dios: "Así que Dios creó a la humanidad a su propia imagen, a imagen de Dios los creó; hombre y mujer los creó." Esta verdad fundamental establece que nuestro valor es inherente e intrínseco, no contingente a la aprobación o validación de otros. Ser hechos a imagen de Dios significa que llevamos una dignidad y un valor inherentes que nos son otorgados por nuestro Creador.
Además, los Salmos ofrecen profundos conocimientos sobre cómo debemos vernos a nosotros mismos a la luz de la creación de Dios. El Salmo 139:13-14 declara: "Porque tú creaste mis entrañas; me tejiste en el vientre de mi madre. Te alabo porque soy una creación admirable; tus obras son maravillosas, lo sé muy bien." Estos versículos nos recuerdan que nuestro valor es un reflejo de la artesanía de Dios. Somos "admirablemente y maravillosamente hechos", y esta verdad debe ser la base de nuestra autoestima.
Las enseñanzas de Jesús también redirigen nuestro enfoque de buscar la validación de los demás a buscar la aprobación de Dios. En Mateo 6:1, Jesús advierte: "Tengan cuidado de no practicar su justicia delante de los demás para ser vistos por ellos. Si lo hacen, no tendrán recompensa de su Padre que está en los cielos." Este versículo subraya la importancia de priorizar la aprobación de Dios sobre el reconocimiento humano. Jesús nos llama a vivir de una manera que agrade a Dios, en lugar de buscar la aprobación efímera y a menudo voluble de las personas.
El apóstol Pablo hace eco de este sentimiento en Gálatas 1:10, donde escribe: "¿Estoy tratando de ganarme ahora la aprobación de los seres humanos, o de Dios? ¿O estoy tratando de agradar a las personas? Si todavía estuviera tratando de agradar a las personas, no sería un siervo de Cristo." Pablo destaca la incompatibilidad de buscar agradar a las personas mientras se sirve a Cristo. Nuestra lealtad principal debe ser a Dios, y nuestras acciones deben estar motivadas por un deseo de honrarlo, en lugar de una necesidad de validación humana.
Buscar la validación de los demás puede llevar a una vida de constante comparación e inseguridad. La Biblia aborda este problema en 2 Corintios 10:12, donde Pablo escribe: "No nos atrevemos a clasificarnos o compararnos con algunos que se recomiendan a sí mismos. Cuando se miden a sí mismos por sí mismos y se comparan consigo mismos, no son sabios." La comparación es una trampa que puede robarnos la alegría y la satisfacción. En lugar de compararnos con los demás, estamos llamados a encontrar nuestra identidad y valor en Cristo.
La historia del hijo pródigo en Lucas 15:11-32 proporciona una poderosa ilustración del amor y la aceptación incondicionales de Dios. Cuando el hijo pródigo regresa a casa después de malgastar su herencia, espera ser tratado como un sirviente. Sin embargo, su padre lo recibe con los brazos abiertos, diciendo: "Porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido encontrado" (Lucas 15:24). Esta parábola nos recuerda que el amor de Dios por nosotros no se basa en nuestro desempeño o en la aprobación de los demás. Somos amados y aceptados por Dios simplemente porque somos Sus hijos.
Además, la Biblia nos anima a encontrar nuestra confianza y seguridad en las promesas de Dios. En Jeremías 17:7-8, leemos: "Pero bendito es el hombre que confía en el Señor, cuya confianza está en él. Será como un árbol plantado junto al agua que extiende sus raíces junto al arroyo. No teme cuando llega el calor; sus hojas siempre están verdes. No se preocupa en un año de sequía y nunca deja de dar fruto." Confiar en Dios proporciona una base estable para nuestra autoestima, permitiéndonos florecer independientemente de las circunstancias externas.
La literatura cristiana también ofrece valiosos conocimientos sobre este tema. En su libro "Una vida con propósito", Rick Warren escribe: "Fuiste hecho por Dios y para Dios, y hasta que no entiendas eso, la vida nunca tendrá sentido." Warren enfatiza que nuestro propósito e identidad se encuentran en nuestra relación con Dios, no en la validación de los demás. Cuando entendemos que somos creados para la gloria de Dios, podemos encontrar verdadera satisfacción y autoestima.
De manera similar, C.S. Lewis, en su libro "Mero cristianismo", discute los peligros del orgullo y la importancia de la humildad. Él escribe: "Mientras seas orgulloso, no podrás conocer a Dios. Un hombre orgulloso siempre está mirando hacia abajo a las cosas y a las personas; y, por supuesto, mientras estés mirando hacia abajo, no puedes ver algo que está por encima de ti." Buscar la validación de los demás a menudo puede surgir del orgullo y el deseo de elevarnos a nosotros mismos. Sin embargo, la verdadera humildad nos permite mirar hacia arriba a Dios y encontrar nuestro valor en Él.
En términos prácticos, construir la autoestima desde una perspectiva bíblica implica cultivar una relación profunda y personal con Dios. La oración, la meditación en las Escrituras y la adoración son prácticas esenciales que nos ayudan a conectarnos con Dios e internalizar Sus verdades sobre nuestro valor. A medida que pasamos tiempo en la presencia de Dios, comenzamos a vernos a nosotros mismos a través de Sus ojos y a comprender la profundidad de Su amor por nosotros.
Además, servir a los demás puede ser una forma poderosa de cambiar nuestro enfoque de buscar validación a vivir nuestro propósito dado por Dios. En Mateo 20:26-28, Jesús enseña: "El que quiera hacerse grande entre ustedes deberá ser su servidor, y el que quiera ser el primero deberá ser su esclavo, así como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos." Al servir a los demás, reflejamos el amor de Cristo y encontramos satisfacción en vivir nuestro llamado.
En resumen, la Biblia proporciona un mensaje claro y convincente sobre la búsqueda de validación de los demás. Nuestro valor e identidad están arraigados en la creación y el amor de Dios por nosotros. Estamos llamados a buscar la aprobación de Dios por encima de todo, y a encontrar nuestra confianza y seguridad en Sus promesas. Al cultivar una relación con Dios y servir a los demás, podemos construir una autoestima saludable y bíblica que no dependa de la validación de los demás. Al abrazar estas verdades, podemos experimentar la libertad y la alegría que provienen de saber que somos valorados y amados por nuestro Creador.