¿Cómo proporciona el papel de Jesús como sumo sacerdote a los creyentes acceso a Dios?

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El papel de Jesucristo como sumo sacerdote es un principio profundo y central de la teología cristiana, particularmente en la comprensión de cómo los creyentes obtienen acceso a Dios. Este concepto está profundamente arraigado en el Antiguo Testamento y se cumple en el Nuevo Testamento, donde Jesús es representado como el mediador supremo entre Dios y la humanidad. Para comprender esto plenamente, debemos explorar el contexto histórico del sumo sacerdocio, la naturaleza del papel sacerdotal de Jesús y las implicaciones para los creyentes de hoy.

En el Antiguo Testamento, el sumo sacerdote ocupaba una posición única y crítica dentro de la vida religiosa de Israel. El sumo sacerdote era el único que podía entrar en el Lugar Santísimo, la parte más interna del Tabernáculo (y más tarde del Templo), y solo una vez al año en el Día de la Expiación (Yom Kipur). Este era un día dedicado a expiar los pecados del pueblo de Israel (Levítico 16). El sumo sacerdote ofrecía sacrificios y rociaba la sangre de un toro y un macho cabrío sobre el propiciatorio, simbolizando la limpieza de los pecados del pueblo y la restauración de su relación con Dios.

Sin embargo, estos sacrificios eran temporales y debían repetirse anualmente. Apuntaban hacia una solución más perfecta y duradera. El autor de Hebreos deja esto claro al describir a Jesús como el sumo sacerdote superior que ofrece un sacrificio de una vez por todas. En Hebreos 9:11-12, se dice:

"Pero cuando Cristo vino como sumo sacerdote de los bienes que ya están aquí, pasó por el tabernáculo más grande y más perfecto que no está hecho por manos humanas, es decir, no es parte de esta creación. No entró por medio de la sangre de machos cabríos y becerros; sino que entró en el Lugar Santísimo una vez por todas por su propia sangre, obteniendo así redención eterna." (NVI)

El sacerdocio de Jesús es superior al sacerdocio levítico por varias razones. Primero, es eterno. Los sacerdotes levíticos eran mortales y su sacerdocio era temporal. Jesús, sin embargo, es sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec (Hebreos 7:17). Melquisedec era una figura misteriosa que aparece en Génesis 14 y es descrito como tanto rey como sacerdote. Su sacerdocio se ve como eterno y sin principio ni fin genealógico, simbolizando la naturaleza eterna del sacerdocio de Cristo.

En segundo lugar, el sacrificio de Jesús es perfecto y completo. A diferencia de los sacrificios repetidos del Antiguo Testamento, el sacrificio de Jesús en la cruz fue de una vez por todas (Hebreos 10:10). Este único y perfecto sacrificio expía eficaz y eternamente los pecados de aquellos que creen en Él. Esto contrasta marcadamente con la ineficacia del antiguo sistema sacrificial, que nunca podía eliminar completamente el pecado (Hebreos 10:1-4).

En tercer lugar, el papel de Jesús como sumo sacerdote proporciona acceso directo a Dios. Bajo el antiguo pacto, el pueblo de Israel no podía acercarse a Dios directamente; necesitaban un mediador. El velo en el Templo simbolizaba esta separación entre Dios y la humanidad. Sin embargo, cuando Jesús murió, el velo del Templo se rasgó en dos de arriba abajo (Mateo 27:51), simbolizando la eliminación de la barrera entre Dios y la humanidad. Este acto significa que a través de Jesús, los creyentes ahora tienen acceso directo a Dios. Hebreos 4:14-16 enfatiza este punto:

"Por lo tanto, ya que tenemos un gran sumo sacerdote que ha ascendido al cielo, Jesús el Hijo de Dios, mantengamos firme la fe que profesamos. Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que ha sido tentado en todo de la misma manera que nosotros, aunque sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para que recibamos misericordia y hallemos gracia para ayudarnos en el momento que más la necesitemos." (NVI)

Este pasaje destaca que Jesús, nuestro sumo sacerdote, no solo proporciona acceso a Dios, sino que también comprende nuestras luchas y debilidades. Él se compadece de nosotros porque vivió como humano y experimentó la tentación y el sufrimiento. Esto lo convierte en un mediador compasivo y comprensivo.

Además, el sacerdocio de Jesús no se limita a su muerte sacrificial. Su resurrección y ascensión son también aspectos vitales de su ministerio sacerdotal. Hebreos 7:25 dice:

"Por lo tanto, puede salvar completamente a los que por medio de él se acercan a Dios, ya que vive siempre para interceder por ellos." (NVI)

La ascensión de Jesús al cielo significa que está sentado a la derecha del Padre, intercediendo continuamente en nombre de los creyentes. Esta intercesión continua nos asegura que nuestra relación con Dios está segura y que tenemos un defensor constante en el cielo.

Las implicaciones del sacerdocio de Jesús para los creyentes son profundas. En primer lugar, nos asegura nuestra salvación. Debido a que el sacrificio de Jesús es perfecto y completo, podemos tener la confianza de que nuestros pecados son perdonados y que estamos reconciliados con Dios. Esta seguridad no se basa en nuestros propios esfuerzos o justicia, sino en la obra terminada de Cristo.

En segundo lugar, nos proporciona acceso directo a Dios. Ya no necesitamos un mediador humano para acercarnos a Dios. A través de Jesús, podemos acercarnos con valentía al trono de la gracia, sabiendo que recibiremos misericordia y hallaremos gracia para ayudarnos en nuestro momento de necesidad. Este acceso es un privilegio y debe alentarnos a cultivar una relación profunda y personal con Dios a través de la oración y la adoración.

En tercer lugar, el sacerdocio de Jesús nos ofrece consuelo y ánimo. Saber que Jesús comprende nuestras debilidades e intercede por nosotros nos da fuerza para soportar pruebas y tentaciones. No estamos solos en nuestras luchas; tenemos un sumo sacerdote compasivo que está con nosotros y a nuestro favor.

Además, el sacerdocio de Jesús nos llama a una vida de santidad y servicio. Como aquellos que han sido redimidos por su sangre, estamos llamados a vivir de una manera que lo honre. 1 Pedro 2:9 describe a los creyentes como un "sacerdocio real", indicando que compartimos en el ministerio sacerdotal de Cristo al ofrecer sacrificios espirituales y proclamar las alabanzas de Dios. Esto significa vivir nuestra fe de manera práctica, sirviendo a los demás y dando testimonio del evangelio.

Además, el sacerdocio de Jesús da forma a nuestra comprensión de la iglesia. La iglesia es el cuerpo de Cristo, y como tal, es una comunidad de creyentes que tienen acceso directo a Dios a través de Jesús. Este acceso no está limitado a unos pocos selectos, sino que está disponible para todos los que creen. Esto debe fomentar un sentido de unidad y apoyo mutuo dentro de la iglesia mientras nos animamos unos a otros en nuestra fe y caminamos con Dios.

En conclusión, el papel de Jesús como sumo sacerdote es central para la fe cristiana. Cumple el sistema sacrificial del Antiguo Testamento y proporciona a los creyentes acceso directo a Dios. Su sacrificio perfecto y completo nos asegura nuestra salvación, y su intercesión continua nos da confianza y consuelo. Como creyentes, estamos llamados a vivir a la luz de esta verdad, cultivando una relación profunda con Dios, viviendo vidas santas y sirviendo a los demás. Esta comprensión de Jesús como nuestro sumo sacerdote no solo enriquece nuestra fe, sino que también transforma nuestras vidas, acercándonos a Dios y unos a otros.

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