¿Dónde en la Biblia afirma Jesús ser Dios?

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La cuestión de si Jesús afirma explícitamente ser Dios en la Biblia es una que ha sido discutida y debatida por teólogos, eruditos y creyentes durante siglos. Aunque Jesús puede no haber dicho las palabras exactas, "Yo soy Dios", el Nuevo Testamento contiene numerosas declaraciones y acciones de Jesús que implican fuertemente su identidad divina. Para un pastor cristiano no denominacional, es esencial examinar estas referencias escriturales para comprender el alcance completo de la auto-revelación de Jesús.

Uno de los pasajes más convincentes donde Jesús implica su divinidad se encuentra en el Evangelio de Juan. En Juan 8:58, Jesús dice: "Muy verdaderamente les digo, antes de que Abraham naciera, ¡yo soy!" Esta declaración es significativa por varias razones. En primer lugar, al decir "Yo soy", Jesús está invocando el nombre divino revelado a Moisés en Éxodo 3:14, donde Dios dice a Moisés: "YO SOY EL QUE SOY". Este nombre, Yahvé, se considera sagrado y es una afirmación directa de divinidad. La reacción de los líderes judíos, que inmediatamente recogieron piedras para apedrearlo (Juan 8:59), indica que entendieron que Jesús estaba haciendo una afirmación blasfema de ser Dios.

Otro pasaje clave es Juan 10:30, donde Jesús declara: "Yo y el Padre somos uno". Esta declaración enfatiza aún más la unidad y la igualdad entre Jesús y Dios el Padre. La respuesta de los judíos en el versículo 31, donde nuevamente recogen piedras para apedrearlo, confirma que percibieron esto como una afirmación de divinidad. Jesús aclara aún más en Juan 10:38, "para que sepan y entiendan que el Padre está en mí, y yo en el Padre", reforzando el concepto de su naturaleza divina y unidad con Dios.

En Juan 14:9, Jesús le dice a Felipe: "El que me ha visto a mí, ha visto al Padre". Esta afirmación es profunda porque indica que Jesús es la representación exacta de Dios. Ver a Jesús es ver a Dios mismo, lo cual se alinea con el prólogo del Evangelio de Juan, donde dice: "En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios" (Juan 1:1). Juan 1:14 continúa: "El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros. Hemos visto su gloria, la gloria del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad".

El Evangelio de Juan no es el único lugar donde se implica la divinidad de Jesús. En Marcos 14:61-62, durante su juicio ante el sumo sacerdote, se le pregunta a Jesús: "¿Eres tú el Mesías, el Hijo del Bendito?" Jesús responde: "Yo soy. Y verán al Hijo del Hombre sentado a la diestra del Poderoso y viniendo en las nubes del cielo". Esta respuesta combina el nombre divino "Yo soy" con una referencia a Daniel 7:13-14, donde al "Hijo del Hombre" se le da autoridad, gloria y poder soberano por Dios. La reacción del sumo sacerdote, rasgando sus vestiduras y acusando a Jesús de blasfemia, indica que entendió que Jesús estaba reclamando un estatus divino.

En Mateo 28:18-20, la Gran Comisión, Jesús dice: "Toda autoridad en el cielo y en la tierra me ha sido dada. Por tanto, vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo". Aquí, Jesús se coloca en igualdad de condiciones con el Padre y el Espíritu Santo, indicando una comprensión trinitaria de Dios donde Jesús comparte la naturaleza y autoridad divinas.

Además, la capacidad de Jesús para perdonar pecados es otra indicación de su identidad divina. En Marcos 2:5-7, Jesús le dice a un hombre paralítico: "Hijo, tus pecados te son perdonados". Los maestros de la ley presentes piensan para sí mismos: "¿Por qué habla este así? ¡Está blasfemando! ¿Quién puede perdonar pecados sino solo Dios?" Jesús, consciente de sus pensamientos, sana al hombre para demostrar su autoridad para perdonar pecados, afirmando así su prerrogativa divina.

Además de estas declaraciones explícitas, las acciones de Jesús también revelan su naturaleza divina. Realiza milagros, controla la naturaleza, resucita a los muertos y demuestra autoridad sobre las fuerzas demoníacas, todas acciones atribuidas a Dios. Por ejemplo, en Juan 11:25, Jesús declara: "Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí vivirá, aunque muera". Al afirmar ser la fuente de la resurrección y la vida, Jesús está asumiendo un papel divino que solo Dios puede cumplir.

Las epístolas de Pablo también afirman la divinidad de Jesús. En Colosenses 1:15-20, Pablo describe a Jesús como "la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación. Porque en él fueron creadas todas las cosas: las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles, sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y en él todas las cosas subsisten". Este pasaje enfatiza la preexistencia de Jesús, su poder creativo y su papel sustentador en el universo, todos atributos de Dios.

Otro pasaje significativo es Filipenses 2:6-11, donde Pablo escribe: "El cual, siendo en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse; sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres. Y hallándose en condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también lo exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre". Este pasaje destaca la encarnación, humildad y exaltación de Jesús, afirmando su naturaleza divina y señorío.

El libro de Apocalipsis también proporciona un poderoso testimonio de la divinidad de Jesús. En Apocalipsis 1:8, Jesús dice: "Yo soy el Alfa y la Omega", un título que significa existencia eterna y que es usado por Dios en Isaías 44:6. En Apocalipsis 22:13, Jesús nuevamente declara: "Yo soy el Alfa y la Omega, el Primero y el Último, el Principio y el Fin". Estos títulos son exclusivos de Dios, y el uso que Jesús hace de ellos indica su identidad divina.

En resumen, aunque Jesús puede no haber usado la frase exacta "Yo soy Dios", sus declaraciones, acciones y las reacciones de quienes lo rodeaban proporcionan evidencia convincente de su identidad divina. El Nuevo Testamento presenta consistentemente a Jesús como alguien que comparte la naturaleza, autoridad y obra divinas de Dios. Para un pastor cristiano no denominacional, estas referencias escriturales forman una base sólida para comprender y enseñar la divinidad de Jesucristo.

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