El período entre la muerte de Jesús en la cruz y Su resurrección es un tema de profunda investigación teológica y ha sido contemplado por los cristianos durante siglos. La Biblia proporciona algunas ideas, pero los detalles exactos siguen siendo algo misteriosos, lo que lleva a varias interpretaciones. Como pastor cristiano no denominacional, mi objetivo es ofrecer una respuesta reflexiva y convincente que armonice con las Escrituras y el pensamiento cristiano respetado.
Cuando Jesús murió en la cruz, Su cuerpo físico fue colocado en una tumba, pero Su espíritu no permaneció inactivo. Uno de los pasajes clave que arroja luz sobre esto se encuentra en 1 Pedro 3:18-20:
"Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios. Fue muerto en la carne, pero vivificado en el Espíritu. En el cual también fue y predicó a los espíritus encarcelados, a los que en otro tiempo fueron desobedientes, cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé, mientras se preparaba el arca."
Este pasaje sugiere que Jesús, en Su espíritu, fue a hacer una proclamación a los "espíritus encarcelados". La identidad de estos espíritus ha sido debatida, pero muchos eruditos creen que son los ángeles caídos o las almas de aquellos que perecieron en el diluvio en tiempos de Noé. La naturaleza de Su proclamación también es un tema de discusión: si fue una declaración de Su victoria sobre el pecado y la muerte o un mensaje de juicio.
Otro pasaje significativo se encuentra en Efesios 4:8-10:
"Por lo cual dice: 'Subiendo a lo alto, llevó cautiva la cautividad, y dio dones a los hombres.' (¿Qué quiere decir eso de que 'subió', sino que también había descendido a las partes más bajas de la tierra? El que descendió es el mismo que también subió por encima de todos los cielos, para llenarlo todo.)"
Este pasaje indica que Jesús "descendió a las partes más bajas de la tierra" antes de Su ascensión. El término "partes más bajas de la tierra" ha sido interpretado de varias maneras, pero muchos teólogos están de acuerdo en que se refiere al reino de los muertos, a menudo llamado Sheol en hebreo o Hades en griego. Esto se consideraba una morada temporal para los muertos antes del juicio final.
En el Credo de los Apóstoles, una declaración temprana de la fe cristiana, se afirma que Jesús "descendió a los muertos" (o "descendió al infierno" en algunas traducciones). Este credo, ampliamente aceptado en diferentes tradiciones cristianas, apoya la idea de que Jesús pasó el tiempo entre Su muerte y resurrección en el reino de los muertos.
Para entender esto más a fondo, necesitamos observar el concepto de Sheol o Hades en el contexto bíblico. En el Antiguo Testamento, Sheol se describe como un lugar sombrío donde residen los muertos, tanto los justos como los injustos. No es necesariamente un lugar de tormento, sino un lugar de espera. En el Nuevo Testamento, Hades continúa esta idea pero también introduce el concepto de una división dentro de este reino: un lado para los injustos y otro, a menudo llamado "el seno de Abraham" o "Paraíso", para los justos.
Jesús mismo alude a esta división en la parábola del rico y Lázaro en Lucas 16:19-31. En esta parábola, el rico se encuentra en tormento en Hades, mientras que Lázaro es consolado al lado de Abraham. Esto sugiere que al morir, las almas se separaban según su justicia, esperando la resurrección y el juicio final.
Cuando Jesús habló al ladrón en la cruz, dijo: "En verdad te digo, hoy estarás conmigo en el paraíso" (Lucas 23:43). Esto indica que Jesús y el ladrón arrepentido fueron a un lugar de bendición y descanso, a menudo entendido como la parte justa de Sheol o Hades. Por lo tanto, es razonable concluir que Jesús, en Su espíritu, fue a este lugar de los muertos, proclamando Su victoria y posiblemente liberando a las almas justas que habían estado esperando el cumplimiento del plan redentor de Dios.
La idea de Jesús liberando almas está respaldada por el concepto de la "descensión a los infiernos", un término usado en la teología cristiana para describir el descenso de Cristo a los muertos y Su victoria sobre los poderes del infierno. Esto se representa vívidamente en el arte y la literatura cristiana temprana, donde se muestra a Cristo derribando las puertas del infierno y sacando a los justos que habían sido cautivos.
En resumen, el tiempo de Jesús entre Su muerte y resurrección se pasó en el reino de los muertos, donde proclamó Su victoria, posiblemente tanto a los injustos como a los justos. Descendió a las regiones inferiores, como lo afirman las Escrituras y la tradición cristiana, para cumplir completamente Su obra redentora. Este evento subraya la naturaleza integral de la victoria de Cristo sobre el pecado, la muerte y los poderes de las tinieblas, trayendo esperanza y seguridad a todos los creyentes de que a través de Él, nosotros también podemos tener victoria sobre la muerte y la promesa de vida eterna.
Las implicaciones teológicas de esto son profundas. Destaca que la obra de salvación de Jesús no se limita a Su vida terrenal, sino que se extiende más allá de la muerte, afectando todos los reinos de la existencia. Nos asegura que ningún lugar está fuera del alcance del poder redentor de Dios. Como escribe Pablo en Romanos 8:38-39:
"Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro."
Este pasaje encapsula la esperanza y la seguridad que el descenso de Cristo a los muertos trae a los creyentes. Es un testimonio del amor y poder ilimitados de Dios, quien a través de Jesucristo, ha triunfado sobre todas las fuerzas de la oscuridad, asegurando que nunca estemos separados de Su amor.