La cuestión de si Jesús limitó Sus atributos divinos mientras estaba en la tierra es una cuestión profunda y compleja que ha sido objeto de discusión y debate teológico durante siglos. Esta investigación toca el misterio de la Encarnación, donde Jesucristo, el Hijo de Dios, tomó carne humana y habitó entre nosotros (Juan 1:14). Para abordar adecuadamente esta cuestión, debemos profundizar en la naturaleza de Cristo, el concepto de kenosis y la evidencia bíblica que habla de las naturalezas divina y humana de Jesús.
La teología cristiana afirma que Jesucristo es completamente Dios y completamente hombre, una doctrina conocida como la Unión Hipostática. Esto significa que en la persona de Jesús, dos naturalezas completas—divina y humana—están unidas sin mezcla, confusión, división o separación. El Concilio de Calcedonia en 451 d.C. articuló esta doctrina para afirmar que Jesús es "verdaderamente Dios y verdaderamente hombre, de alma y cuerpo razonables; consustancial con el Padre según la divinidad, y consustancial con nosotros según la humanidad; en todas las cosas semejante a nosotros, sin pecado".
Entender esta unión es crucial para abordar si Jesús limitó Sus atributos divinos. La naturaleza divina de Cristo posee todos los atributos de la deidad: omnisciencia, omnipotencia, omnipresencia e inmutabilidad. La naturaleza humana, por otro lado, es finita y limitada. El misterio radica en cómo estas dos naturalezas coexisten en una persona.
El término "kenosis" proviene de la palabra griega "kenoo", que significa "vaciar". Este concepto se deriva de Filipenses 2:5-8, que dice:
"Tengan entre ustedes esta manera de pensar que hubo también en Cristo Jesús, quien, siendo en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres. Y hallándose en forma de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz".
Este pasaje sugiere que Jesús, aunque reteniendo Su naturaleza divina, se "vació" de alguna manera. Los teólogos han debatido la extensión y naturaleza de este auto-vaciamiento. Algunos argumentan que Jesús temporalmente renunció al ejercicio independiente de Sus atributos divinos. Otros sostienen que Él veló Su gloria divina y voluntariamente se abstuvo de usar ciertos prerrogativas divinas.
Para entender cómo Jesús podría haber limitado Sus atributos divinos, debemos examinar los relatos del Evangelio que proporcionan vislumbres de Su ministerio terrenal.
Jesús demostró Su conocimiento divino en varias ocasiones. Por ejemplo, conocía los pensamientos de los fariseos (Mateo 9:4), la historia de la mujer samaritana (Juan 4:18) y el destino de Jerusalén (Lucas 19:41-44). Sin embargo, hay instancias donde Jesús parece limitar Su conocimiento. En Marcos 13:32, Jesús dice: "Pero de aquel día o de aquella hora, nadie sabe, ni los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre". Esta declaración indica que en Su naturaleza humana, Jesús no ejerció Su omnisciencia respecto al momento de Su regreso.
Los milagros de Jesús—como calmar la tormenta (Marcos 4:39), alimentar a los cinco mil (Juan 6:10-13) y resucitar a Lázaro de entre los muertos (Juan 11:43-44)—demuestran Su poder divino. Sin embargo, Jesús también experimentó limitaciones humanas. Se cansó (Juan 4:6), tuvo hambre (Mateo 4:2) y sufrió dolor físico (Juan 19:28-30). Estas experiencias humanas muestran que aunque Jesús poseía poder divino, eligió experimentar la gama completa de limitaciones humanas.
Como Dios, Jesús es omnipresente, pero durante Su ministerio terrenal, estuvo confinado a un cuerpo físico y ubicaciones específicas. Después de Su resurrección, Jesús apareció en diferentes lugares, pero aún estaba limitado por Su forma física hasta Su ascensión. En Mateo 28:20, Jesús promete: "Y he aquí, yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo". Esta seguridad indica Su continua presencia divina con Sus seguidores, aunque ya no esté físicamente presente en la tierra.
La doctrina de la kenosis no implica que Jesús dejó de ser Dios o que perdió alguno de Sus atributos divinos. En cambio, sugiere que Él voluntariamente se abstuvo de ejercer plenamente Sus poderes divinos para vivir una vida genuinamente humana. Esta auto-limitación no fue una sustracción de la deidad, sino una adición de humanidad. La naturaleza divina de Jesús permaneció completamente intacta, pero Él eligió vivir dentro de las limitaciones de la existencia humana.
Este auto-vaciamiento sirve varios propósitos. Primero, permitió a Jesús identificarse plenamente con la humanidad. Hebreos 2:17-18 dice: "Por lo tanto, tenía que ser hecho semejante a sus hermanos en todo, para que pudiera ser un sumo sacerdote misericordioso y fiel en el servicio a Dios, para hacer propiciación por los pecados del pueblo. Porque en cuanto él mismo sufrió siendo tentado, es capaz de ayudar a los que son tentados". Al experimentar limitaciones humanas, Jesús se convirtió en un mediador compasivo y comprensivo entre Dios y la humanidad.
En segundo lugar, la auto-limitación de Jesús subraya la humildad y el desinterés de Su misión. Filipenses 2:5-8 destaca que Jesús, aunque igual a Dios, no se aferró a Sus privilegios divinos, sino que se humilló para servir y salvar a la humanidad. Esta humildad es un modelo para que los cristianos lo emulen en sus propias vidas.
A lo largo de la historia de la iglesia, varios teólogos han lidiado con las implicaciones de la auto-limitación de Jesús. Los padres de la iglesia primitiva, como Atanasio y Agustín, enfatizaron la plena divinidad y humanidad de Cristo, mientras que teólogos posteriores como Tomás de Aquino exploraron la interacción entre las naturalezas divina y humana de Jesús.
En la era moderna, teólogos como Karl Barth y Jürgen Moltmann han contribuido a la discusión de la kenosis. Barth enfatizó que el auto-vaciamiento de Jesús fue un acto de amor y humildad divinos, mientras que Moltmann se centró en el sufrimiento y la vulnerabilidad de Cristo como centrales para entender la solidaridad de Dios con la humanidad.
La cuestión de si Jesús limitó Sus atributos divinos mientras estaba en la tierra es en última instancia un misterio que trasciende la comprensión humana. La doctrina de la Unión Hipostática afirma que Jesús es completamente Dios y completamente hombre, y el concepto de kenosis sugiere que Él voluntariamente se abstuvo de ejercer plenamente Sus poderes divinos para vivir una vida genuinamente humana. La evidencia bíblica muestra que aunque Jesús poseía conocimiento, poder y presencia divinos, eligió experimentar limitaciones humanas.
Esta auto-limitación permitió a Jesús identificarse plenamente con la humanidad, servir como un mediador compasivo y modelar humildad y desinterés. Las implicaciones teológicas de este misterio han sido exploradas por teólogos a lo largo de la historia de la iglesia, contribuyendo a una comprensión más profunda de la Encarnación.
Al final, el misterio de la Encarnación nos invita a maravillarnos ante la profundidad del amor de Dios y las medidas a las que Él llegó para redimir a la humanidad. Al contemplar la persona de Jesucristo, se nos recuerda la profunda verdad de que "en él habita corporalmente toda la plenitud de la deidad" (Colosenses 2:9), y que a través de Su vida, muerte y resurrección, se nos ofrece el don de la vida eterna.