¿Por qué los humanos todavía sufren si Jesús murió por nuestros pecados?

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La cuestión de por qué los humanos continúan sufriendo a pesar de la muerte sacrificial de Jesús es una pregunta profunda y compleja que ha desconcertado a teólogos, eruditos y creyentes durante siglos. Para profundizar en esto, debemos considerar la naturaleza del pecado, el propósito del sufrimiento y la obra redentora de Jesucristo desde una perspectiva bíblica holística.

En primer lugar, es esencial entender la naturaleza del pecado y sus consecuencias. Según la Biblia, el pecado entró en el mundo a través de la desobediencia de Adán y Eva en el Jardín del Edén (Génesis 3). Este pecado original trajo consigo una relación fracturada entre la humanidad y Dios, introduciendo sufrimiento, dolor y muerte en la experiencia humana. Romanos 5:12 explica: "Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron".

La muerte de Jesucristo en la cruz fue la expiación definitiva por el pecado. Su sacrificio fue un acto redentor destinado a restaurar la relación rota de la humanidad con Dios. Como se afirma en 1 Pedro 2:24, "Él mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre la cruz, para que nosotros muramos al pecado y vivamos para la justicia; por sus heridas habéis sido sanados". Sin embargo, la expiación de Jesús no erradica inmediatamente la presencia del pecado y el sufrimiento en el mundo. Más bien, ofrece un camino hacia la reconciliación con Dios y la promesa de la vida eterna.

La existencia continua del sufrimiento puede entenderse a través de varios conceptos teológicos clave, incluyendo la naturaleza ya-pero-no-todavía del Reino de Dios, el papel del libre albedrío y el propósito del sufrimiento en la vida cristiana.

El concepto de "ya-pero-no-todavía" es fundamental para entender el estado actual del mundo. Aunque la muerte y resurrección de Jesús inauguraron el Reino de Dios, este aún no se ha realizado completamente. Vivimos en un período intermedio donde el poder del pecado y la muerte ha sido derrotado, pero la manifestación completa del Reino de Dios está por venir. Esto es evidente en pasajes como Romanos 8:22-23, donde Pablo escribe: "Sabemos que toda la creación ha estado gimiendo como con dolores de parto hasta el presente. Y no solo eso, sino que nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente mientras esperamos ansiosamente nuestra adopción como hijos, la redención de nuestros cuerpos".

El papel del libre albedrío también juega un papel significativo en la existencia continua del sufrimiento. Dios creó a los humanos con la capacidad de elegir, y esta libertad es integral para el amor y la relación genuinos. Sin embargo, el libre albedrío también permite la posibilidad de elegir en contra de la voluntad de Dios, resultando en pecado y su consecuente sufrimiento. La presencia del libre albedrío significa que las acciones humanas aún pueden llevar al dolor y al sufrimiento, aunque Jesús haya proporcionado una manera de superar el pecado.

Además, el sufrimiento tiene un propósito en la vida cristiana. El Nuevo Testamento enfatiza repetidamente que el sufrimiento puede llevar al crecimiento espiritual y la madurez. Santiago 1:2-4 anima a los creyentes: "Hermanos míos, considérense muy dichosos cuando tengan que enfrentarse con diversas pruebas, pues ya saben que la prueba de su fe produce constancia. Y la constancia debe llevar a feliz término la obra, para que sean perfectos e íntegros, sin que les falte nada". De manera similar, Romanos 5:3-5 dice: "Y no solo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, carácter; y el carácter, esperanza. Y la esperanza no nos defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado".

Además del crecimiento personal, el sufrimiento también puede servir como un medio de participación en los sufrimientos de Cristo. Filipenses 3:10 expresa este sentimiento: "Quiero conocer a Cristo, sí, conocer el poder de su resurrección y la participación en sus sufrimientos, haciéndome semejante a él en su muerte". A través del sufrimiento, los creyentes pueden desarrollar una conexión más profunda con Jesús, quien soportó el sufrimiento máximo en la cruz.

Además, el sufrimiento puede ser un testimonio poderoso para otros. La forma en que los cristianos responden al sufrimiento puede demostrar la esperanza y la fortaleza que se encuentran en Cristo, potencialmente atrayendo a otros a la fe. 2 Corintios 1:3-4 destaca este aspecto: "Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, quien nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos consolar a los que están en cualquier tribulación, con el consuelo con que nosotros mismos somos consolados por Dios".

También es importante reconocer que los caminos y propósitos de Dios a menudo están más allá de la comprensión humana. Isaías 55:8-9 nos recuerda: "Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, declara el Señor. Como los cielos son más altos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos y mis pensamientos más altos que vuestros pensamientos". Aunque no siempre comprendamos por qué ocurre el sufrimiento, podemos confiar en la soberanía y bondad de Dios.

La presencia del sufrimiento en el mundo no niega la eficacia del sacrificio de Jesús. En cambio, apunta a una narrativa más grande de redención que aún se está desarrollando. Apocalipsis 21:4 ofrece un vistazo a la esperanza futura: "Él enjugará toda lágrima de sus ojos. No habrá más muerte, ni llanto, ni clamor, ni dolor, porque el orden antiguo de las cosas ha pasado". Esta promesa asegura a los creyentes que llegará un momento en que el sufrimiento ya no existirá y el Reino de Dios se realizará plenamente.

En resumen, los humanos continúan sufriendo a pesar de la muerte de Jesús por nuestros pecados porque vivimos en un mundo que aún está afectado por las consecuencias del pecado. La naturaleza ya-pero-no-todavía del Reino de Dios, el papel del libre albedrío y el propósito del sufrimiento en la formación y refinamiento de nuestra fe, todos contribuyen a la presencia continua del sufrimiento. Sin embargo, el sacrificio de Jesús proporciona la base para la esperanza, la redención y la erradicación definitiva del sufrimiento en la plenitud del Reino de Dios. Como creyentes, estamos llamados a confiar en el plan de Dios, crecer a través de nuestras pruebas y aferrarnos a la promesa de un futuro donde el sufrimiento ya no existirá.

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