La santificación y la justificación son dos conceptos fundamentales en la teología cristiana que a menudo surgen en discusiones sobre la salvación y la vida cristiana. Aunque ambos son cruciales para entender la obra de Dios en la vida de un creyente, cumplen roles diferentes y destacan diferentes aspectos de la gracia de Dios y nuestra respuesta a ella. Comprender las distinciones entre estos dos términos puede proporcionar una visión más profunda del viaje cristiano y el poder transformador del evangelio.
La justificación es a menudo el punto de partida en la relación del creyente con Dios. Es un acto legal donde Dios declara a un pecador como justo sobre la base de la justicia de Cristo. La justificación se trata del estatus de uno ante Dios. Cuando hablamos de justificación, estamos discutiendo un momento en el tiempo, a menudo el momento de la fe en Jesucristo, cuando una persona es declarada justa ante Dios.
Esta declaración no es porque la persona se haya vuelto inherentemente justa o porque haya ganado esta justicia. En cambio, es porque la justicia de Cristo les ha sido imputada. Este concepto está bellamente encapsulado en 2 Corintios 5:21, que dice: "Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él." Aquí, Pablo enfatiza que nuestra justicia proviene de nuestra unión con Cristo, no de nuestra propia bondad inherente.
La justificación es solo por la fe (sola fide), un principio que fue defendido ferozmente durante la Reforma. Romanos 3:28 afirma: "Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley." Este versículo destaca que la justificación es un don de gracia que no proviene del esfuerzo humano, sino de confiar en la obra terminada de Cristo.
La santificación, por otro lado, se refiere al proceso de ser hecho santo. A diferencia de la justificación, que es una declaración legal única, la santificación es una obra progresiva de Dios y del hombre que nos hace más como Cristo. La santificación implica el papel activo del creyente en la búsqueda de la santidad a través del poder del Espíritu Santo.
Hebreos 12:14 instruye a los creyentes a: "Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor." Este versículo subraya que la santificación es un proceso continuo. Se trata de convertirnos en lo que ya hemos sido declarados en la justificación. La santificación es tanto el acto divino del Espíritu Santo como la respuesta del creyente para buscar una vida de santidad y obediencia.
En la santificación, el Espíritu Santo juega un papel crucial. Pablo en Gálatas 5:16 aconseja: "Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne." Este andar en el Espíritu indica una dependencia diaria, momento a momento, del Espíritu Santo para permitirnos vivir de acuerdo con los estándares de Dios.
La diferencia principal entre la santificación y la justificación radica en su naturaleza y función. La justificación es una declaración legal que ocurre instantáneamente cuando una persona cree en Jesucristo. Cambia la posición del creyente ante Dios de culpable a justo. La santificación, en contraste, es un proceso transformador que gradualmente cambia el carácter y la conducta del creyente para reflejar la imagen de Cristo.
Otra diferencia está en su base. La justificación se basa enteramente en la obra de Cristo aplicada a nosotros; nuestras obras no contribuyen a ella. La santificación, aunque también se basa en la obra de Cristo, implica nuestra participación activa. Es sinérgica: el creyente coopera con el Espíritu Santo en el proceso de transformación.
Comprender la distinción entre justificación y santificación tiene profundas implicaciones para la vida cristiana. Protege contra el legalismo por un lado y el antinomianismo (la creencia de que bajo la dispensación del evangelio de la gracia la ley moral no tiene uso) por el otro. Reconocer que la justificación es solo por la fe asegura a los creyentes que su salvación está segura en Cristo y no depende de su desempeño. Al mismo tiempo, entender que la santificación es un proceso necesario y continuo contrarresta el error de pensar que uno puede vivir como le plazca sin tener en cuenta la santidad o la obediencia.
En conclusión, tanto la justificación como la santificación son obras de gracia divina, pero funcionan de manera diferente en la vida del creyente. La justificación aborda la posición legal del creyente ante Dios, cambiándola de culpable a justo. La santificación aborda la condición moral del creyente, conformándolo gradualmente a la imagen de Cristo. Juntas, encapsulan la plenitud de la experiencia cristiana: ser declarados justos por la fe y ser hechos justos a través de la obra del Espíritu Santo.