¿Cómo se explica la predestinación en Efesios 1:4-5 y Romanos 8:29-30?

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El concepto de predestinación es una doctrina teológica profunda que ha sido objeto de mucha discusión y debate dentro de los círculos cristianos durante siglos. Toca los misterios de la soberanía de Dios, el libre albedrío humano y la naturaleza de la salvación. Para explorar esta doctrina, nos dirigimos a dos pasajes clave en el Nuevo Testamento: Efesios 1:4-5 y Romanos 8:29-30. Ambos pasajes proporcionan una visión del entendimiento del apóstol Pablo sobre la predestinación y cómo se relaciona con el plan de Dios para la humanidad.

En Efesios 1:4-5, Pablo escribe: "Porque nos escogió en él antes de la creación del mundo para ser santos y sin mancha delante de él. En amor, nos predestinó para ser adoptados como hijos suyos por medio de Jesucristo, según el beneplácito de su voluntad". Aquí, Pablo enfatiza que la elección de Dios, o elección, de los creyentes no es un acto aleatorio o arbitrario, sino que está profundamente arraigado en Su amor y voluntad soberana. La noción de que esta elección fue hecha "antes de la creación del mundo" subraya la naturaleza eterna del plan de Dios. Sugiere que los propósitos de Dios trascienden el tiempo y la historia humana, indicando que Él siempre ha tenido la intención de llevar a las personas a una relación con Él a través de Jesucristo.

La frase "en amor, nos predestinó" destaca la motivación detrás de la predestinación de Dios. No es un decreto frío y determinista, sino una decisión amorosa destinada a llevar a las personas a una relación familiar con Él: "adopción como hijos". Esta adopción es posible a través de Jesucristo, enfatizando que la predestinación está inextricablemente ligada a la obra redentora de Cristo. Es a través de la vida, muerte y resurrección de Cristo que los creyentes son llevados a esta nueva relación con Dios, cumpliendo Su propósito eterno.

Volviendo a Romanos 8:29-30, Pablo escribe: "Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó para ser conformados a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. Y a los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; a los que justificó, también los glorificó". En este pasaje, Pablo proporciona una secuencia que los teólogos a menudo se refieren como la "cadena de oro" de la salvación. Comienza con el conocimiento previo de Dios y culmina en la glorificación.

El término "conoció de antemano" es crucial para entender este pasaje. En el contexto bíblico, el conocimiento previo va más allá de la mera previsión o conciencia de eventos futuros. Implica un conocimiento relacional, una conciencia íntima y elección de individuos. Por lo tanto, cuando Pablo dice que Dios "conoció de antemano" a ciertos individuos, está indicando que Dios puso Su amor sobre ellos de una manera personal y relacional antes de que nacieran.

Siguiendo este conocimiento previo, Pablo afirma que Dios "predestinó" a estos individuos para ser conformados a la imagen de Su Hijo. Esta conformidad a la imagen de Cristo es el objetivo último de la predestinación. No se trata meramente de la salvación individual, sino de la transformación y santificación: llegar a ser como Cristo en carácter y propósito. Esta transformación es parte del gran diseño de Dios para la humanidad, en el que Cristo es el "primogénito entre muchos hermanos", indicando que a través de Cristo, muchos son llevados a la familia de Dios.

La secuencia continúa con el llamado, la justificación y la glorificación. El "llamado" se refiere al llamado efectivo de Dios, donde Él atrae a los individuos hacia Él a través del evangelio. La justificación sigue como una declaración legal de justicia, posible por la fe en Cristo. Finalmente, la glorificación representa la futura culminación de la obra de Dios en los creyentes, donde son completamente transformados y comparten la gloria de Cristo.

Tanto Efesios 1 como Romanos 8 presentan la predestinación como una parte integral del plan redentor de Dios, un plan motivado por el amor y destinado a llevar a las personas a una relación transformadora con Él a través de Cristo. Esta comprensión de la predestinación desafía cualquier noción de fatalismo o determinismo impersonal. En cambio, retrata a un Dios que es tanto soberano como relacional, que desea llevar a Su creación a la plenitud de la vida y el propósito.

La doctrina de la predestinación, tal como se articula en estos pasajes, ha sido interpretada de diversas maneras a lo largo de la historia cristiana. Algunas tradiciones, como el calvinismo, enfatizan la soberanía de Dios y la idea de que Dios ha elegido incondicionalmente a ciertos individuos para la salvación. Otras, como el arminianismo, destacan el libre albedrío humano y la creencia de que la obra predestinadora de Dios se basa en Su conocimiento previo de quién elegirá creer en Cristo.

Independientemente de estas diferencias interpretativas, el mensaje central permanece: la predestinación es un testimonio de la iniciativa de Dios en la salvación. Asegura a los creyentes su lugar seguro en el plan de Dios, no basado en su mérito o esfuerzo, sino en Su elección graciosa y amorosa. Esta seguridad proporciona consuelo y confianza, alentando a los creyentes a vivir su fe con el conocimiento de que Dios está obrando en sus vidas, conformándolos a la imagen de Su Hijo.

En conclusión, la doctrina de la predestinación, tal como se explica en Efesios 1:4-5 y Romanos 8:29-30, revela la profundidad del amor de Dios y la amplitud de Su plan redentor. Invita a los creyentes a confiar en los propósitos soberanos de Dios y a descansar en la seguridad de que su salvación es parte de un plan divino que comenzó antes de la fundación del mundo. Como tal, llama a una respuesta de fe, gratitud y un compromiso de vivir de una manera que refleje el poder transformador de Cristo en sus vidas.

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