La cuestión de cómo Dios se revela a la humanidad es una que ha cautivado a teólogos, eruditos y creyentes durante siglos. Comprender la autorrevelación de Dios es fundamental para la fe cristiana, ya que da forma a nuestra comprensión de Su naturaleza, Su voluntad y Su relación con nosotros. Desde una perspectiva cristiana no denominacional, la revelación de Dios puede entenderse a través de varias vías clave: la creación, las Escrituras, Jesucristo y la experiencia personal.
En primer lugar, Dios se revela a través de la creación, un concepto a menudo referido como "revelación general". El apóstol Pablo habla de esto en Romanos 1:20, donde escribe: "Porque desde la creación del mundo las cualidades invisibles de Dios—su eterno poder y naturaleza divina—se han visto claramente, siendo entendidas por medio de lo que ha sido hecho, de modo que las personas no tienen excusa". El mundo natural, con su complejidad, belleza y orden, sirve como testimonio de la existencia y atributos del Creador. El salmista hace eco de este sentimiento en el Salmo 19:1-2, proclamando: "Los cielos cuentan la gloria de Dios; el firmamento proclama la obra de sus manos. Día tras día emiten palabra; noche tras noche revelan conocimiento". A través de la grandeza del cosmos, las intrincaciones de la vida biológica y las leyes de la naturaleza, Dios comunica Su poder, sabiduría y creatividad.
Sin embargo, aunque la revelación general proporciona una comprensión amplia de la existencia y atributos de Dios, es insuficiente para una comprensión completa de Su naturaleza y voluntad. Aquí es donde entra en juego la "revelación especial", principalmente a través de las Escrituras. La Biblia es considerada la palabra inspirada de Dios, un medio principal por el cual Él revela Su carácter, propósitos y plan para la humanidad. Como dice 2 Timoteo 3:16-17: "Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, reprender, corregir y entrenar en justicia, a fin de que el siervo de Dios esté enteramente capacitado para toda buena obra". A través de las narrativas, leyes, profecías, poesía y epístolas contenidas en la Biblia, Dios revela Su santidad, justicia, amor y misericordia. Las Escrituras proporcionan no solo relatos históricos de las interacciones de Dios con la humanidad, sino también enseñanzas doctrinales e imperativos morales que guían a los creyentes en su fe y conducta.
Central a la revelación especial de Dios es la persona de Jesucristo, quien es la revelación última y más completa de Dios a la humanidad. El Evangelio de Juan comienza con una declaración profunda: "En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios... El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros. Hemos visto su gloria, la gloria del unigénito del Padre, lleno de gracia y verdad" (Juan 1:1, 14). Jesús, como el Verbo encarnado de Dios, encarna la plenitud de la naturaleza de Dios y Su plan redentor para la humanidad. Hebreos 1:1-3 enfatiza esto aún más, afirmando: "En el pasado Dios habló a nuestros antepasados por medio de los profetas en muchas ocasiones y de diversas maneras, pero en estos últimos días nos ha hablado por medio de su Hijo, a quien designó heredero de todas las cosas, y por medio de quien también hizo el universo. El Hijo es el resplandor de la gloria de Dios y la representación exacta de su ser". A través de Sus enseñanzas, milagros, muerte y resurrección, Jesús revela el amor, la gracia y el camino hacia la reconciliación con Dios.
Además de la creación, las Escrituras y Jesucristo, Dios también se revela a través de la experiencia personal y el testimonio interno del Espíritu Santo. Esta forma de revelación es más subjetiva pero no menos significativa. Jesús prometió a Sus discípulos el Espíritu Santo, quien los guiaría a toda verdad (Juan 16:13). El Espíritu Santo mora en los creyentes, proporcionando consuelo, convicción y guía. Romanos 8:16 afirma esta relación íntima, diciendo: "El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios". A través de la oración, la adoración y las obras internas del Espíritu Santo, los creyentes experimentan la presencia de Dios y reciben revelaciones personales que se alinean con las verdades de las Escrituras.
Además, la revelación de Dios no se limita al individuo, sino que también se experimenta de manera corporativa dentro de la comunidad cristiana. La Iglesia, como el cuerpo de Cristo, sirve como un testimonio vivo de la revelación continua de Dios. Efesios 3:10 habla de la intención de Dios de que "a través de la iglesia, la multiforme sabiduría de Dios sea dada a conocer". A través de la adoración comunitaria, los sacramentos, la comunión y el discernimiento colectivo de la voluntad de Dios, la Iglesia se convierte en un vehículo a través del cual Dios continúa revelándose al mundo.
Los escritos de los Padres de la Iglesia y teólogos tempranos también arrojan luz sobre la naturaleza multifacética de la revelación de Dios. Agustín de Hipona, en su obra "Confesiones", articula las formas profundas en que Dios se revela tanto a través de la vida interior del creyente como del mundo exterior. Tomás de Aquino, en su "Summa Theologica", elabora sobre la armonía entre la razón y la revelación, argumentando que la fe y la razón son caminos complementarios para comprender a Dios. Estas reflexiones teológicas subrayan la riqueza y profundidad de la autorrevelación de Dios.
También es importante reconocer que la revelación de Dios es progresiva, desarrollándose con el tiempo y alcanzando su cenit en Jesucristo. El Antiguo Testamento sienta las bases, revelando la relación de pacto de Dios con Su pueblo, Su ley moral y Sus promesas redentoras. El Nuevo Testamento cumple y expande estas revelaciones, centrándose en la persona y obra de Jesús. Esta revelación progresiva demuestra la paciencia de Dios y Su deseo de que la humanidad crezca en comprensión y relación con Él.
En resumen, Dios se revela a la humanidad a través de múltiples vías: el mundo natural, las Escrituras, la persona de Jesucristo, la experiencia personal y la vida corporativa de la Iglesia. Cada una de estas formas de revelación proporciona una perspectiva única y complementaria sobre la naturaleza de Dios y Su voluntad para la humanidad. Juntas, ofrecen una comprensión completa y profunda de quién es Dios y cómo se relaciona con nosotros. Esta revelación multifacética nos invita a una relación dinámica y transformadora con el Creador, Redentor y Sustentador de todo.