¿Cuál es la diferencia entre ser llamado y ser elegido?

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Comprender la diferencia entre ser "llamado" y ser "elegido" es un aspecto matizado y profundo de la teología cristiana que se adentra en el plan soberano de Dios para la humanidad, Su propósito para la Iglesia y la respuesta individual a Su gracia. Para explorar esta distinción, debemos basarnos en las enseñanzas de las Escrituras, las ideas de los eruditos teológicos y las implicaciones prácticas para los creyentes.

El concepto de ser "llamado" se encuentra frecuentemente en el Nuevo Testamento. La palabra griega para "llamado" es "kletos", que significa ser invitado o convocado. En el contexto del Nuevo Testamento, este llamado a menudo se refiere a la invitación a seguir a Cristo y a entrar en una relación con Dios. Por ejemplo, en Mateo 22:14, Jesús dice: "Porque muchos son llamados, pero pocos son elegidos". Este versículo encapsula sucintamente la diferencia entre los dos términos, sugiriendo que, aunque muchos reciben la invitación, solo unos pocos son finalmente elegidos.

El llamado de Dios puede entenderse de dos maneras principales: el llamado general y el llamado eficaz. El llamado general es la proclamación del Evangelio a todas las personas. Es la invitación universal a la salvación extendida a todos, independientemente de su origen o estatus. Esto es evidente en pasajes como Mateo 28:19-20, donde Jesús ordena a Sus discípulos "ir y hacer discípulos de todas las naciones". El llamado general es inclusivo y amplio, reflejando el deseo de Dios de que todas las personas lleguen al arrepentimiento (2 Pedro 3:9).

Sin embargo, no todos los que escuchan el llamado general responden positivamente. Aquí es donde entra en juego el concepto del llamado eficaz. El llamado eficaz es la obra del Espíritu Santo en los corazones de los individuos, permitiéndoles responder con fe al Evangelio. Es un llamado específico y poderoso que resulta en la transformación de la vida del creyente. El apóstol Pablo habla de esto en Romanos 8:30, donde escribe: "Y a los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; a los que justificó, también los glorificó". Aquí, el llamado está vinculado con la predestinación, la justificación y la glorificación, indicando que es una parte integral del plan redentor de Dios.

Por otro lado, ser "elegido" se refiere a la elección soberana de Dios de individuos para un propósito o destino específico. La palabra griega para "elegido" es "eklektos", que significa seleccionado o escogido. Este concepto está arraigado en la idea de que Dios, en Su infinita sabiduría y presciencia, ha elegido a ciertos individuos para ser receptores de Su gracia y para cumplir Sus propósitos divinos. Efesios 1:4-5 dice: "Porque nos escogió en Él antes de la creación del mundo para ser santos y sin mancha delante de Él. En amor, nos predestinó para ser adoptados como hijos suyos por medio de Jesucristo, según el buen propósito de Su voluntad".

La doctrina de la elección puede ser un tema desafiante y, a veces, controvertido dentro de la teología cristiana. Plantea preguntas sobre la justicia de Dios, el libre albedrío humano y la naturaleza de la salvación. Sin embargo, es importante abordar esta doctrina con humildad y un reconocimiento del misterio que rodea los caminos de Dios. Isaías 55:8-9 nos recuerda: "'Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos', declara el Señor. 'Como los cielos son más altos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos y mis pensamientos más altos que vuestros pensamientos'".

Para elucidar aún más la distinción entre ser llamado y ser elegido, podemos considerar la parábola del banquete de bodas en Mateo 22:1-14. En esta parábola, un rey invita a muchos invitados al banquete de bodas de su hijo, pero varios de los invitados se niegan a venir. El rey entonces extiende la invitación a otros, incluidos aquellos que inicialmente no fueron considerados. Finalmente, el salón del banquete se llena de invitados, pero se encuentra a un hombre sin la vestimenta adecuada para la boda y es expulsado. Jesús concluye la parábola diciendo: "Porque muchos son llamados, pero pocos son elegidos".

Esta parábola ilustra que, aunque la invitación (llamado) se extiende a muchos, no todos los que reciben la invitación son finalmente elegidos para participar en el banquete. Los elegidos son aquellos que no solo reciben la invitación, sino que también responden adecuadamente, lo que significa una aceptación y transformación genuinas. La vestimenta de boda en la parábola puede verse como un símbolo de la justicia que viene a través de la fe en Cristo, que es necesaria para ser parte del reino de Dios.

Teológicamente, ser elegido implica un nivel más profundo de relación y propósito. No se trata solo de responder a una invitación, sino de ser apartado por Dios para Sus propósitos específicos. Este estatus de elegido a menudo se asocia con la idea de ser parte de los "elegidos", un término utilizado en las Escrituras para referirse a aquellos a quienes Dios ha predestinado para la salvación y el servicio. 1 Pedro 2:9 describe a los creyentes como "un pueblo elegido, un sacerdocio real, una nación santa, posesión especial de Dios, para que proclaméis las alabanzas de Aquel que os llamó de las tinieblas a Su luz maravillosa".

La diferencia entre ser llamado y ser elegido también tiene implicaciones prácticas para los creyentes. Entender que somos llamados por Dios debería impulsarnos a responder a Su invitación con fe y obediencia. Es un recordatorio de que el Evangelio no es meramente información para ser reconocida, sino un llamado a una vida transformada. Ser elegido, por otro lado, debería infundirnos un sentido de gratitud y responsabilidad. Es un reconocimiento de que nuestra salvación y nuestro lugar en el reino de Dios no se basan en nuestro mérito, sino en Su gracia soberana.

Además, la distinción entre llamado y elección puede impactar nuestra comprensión de la evangelización y la misión. Reconocer que el llamado general del Evangelio se extiende a todos debería motivarnos a compartir el mensaje de Cristo de manera amplia e inclusiva. Al mismo tiempo, entender que Dios ha elegido a individuos para la salvación debería animarnos a confiar en Su obra soberana y a orar para que el Espíritu Santo se mueva en los corazones de aquellos a quienes evangelizamos.

Los escritos de notables teólogos cristianos también proporcionan valiosas ideas sobre este tema. Por ejemplo, Juan Calvino, en su obra seminal "Institutos de la Religión Cristiana", discute extensamente la doctrina de la elección. Él enfatiza que la elección de Dios se basa en Su voluntad soberana y no en ningún mérito previsto en los individuos. Calvino escribe: "Decimos, entonces, que la Escritura prueba claramente esto, que Dios por Su consejo eterno e inmutable determinó de una vez por todas a aquellos a quienes le plació un día admitir a la salvación, y a aquellos a quienes, por otro lado, le plació condenar a la destrucción" (Libro III, Capítulo 21).

De manera similar, Charles Spurgeon, un renombrado predicador bautista, a menudo hablaba sobre la interacción entre el llamado y la elección de Dios. En uno de sus sermones, comentó: "El llamado del Evangelio es tan amplio como el mundo entero, y es un llamado que debe dirigirse a toda criatura bajo el cielo. Pero el llamado especial, que viene solo a los elegidos, lleva a los hombres a Cristo y a la salvación".

En resumen, la diferencia entre ser llamado y ser elegido radica en el alcance y la profundidad de la invitación y selección de Dios. El llamado es la invitación amplia e inclusiva a todas las personas para venir a Cristo, mientras que ser elegido se refiere a la elección soberana de Dios de individuos para la salvación y Sus propósitos divinos. Esta distinción resalta la interacción entre la soberanía de Dios y la responsabilidad humana, y llama a los creyentes a responder a la gracia de Dios con fe, obediencia y gratitud. A medida que navegamos por estas profundas verdades teológicas, que lo hagamos con humildad, reverencia y un profundo sentido de asombro por el Dios que nos llama y nos elige para Su gloria.

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