¿Dónde dice la Biblia que Dios es eterno?

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El concepto de la eternidad de Dios es uno de los atributos más profundos e inspiradores revelados en la Biblia. La idea de que Dios existe fuera de los límites del tiempo y no está sujeto a sus limitaciones es una piedra angular de la teología cristiana. Este atributo de Dios subraya Su majestad, soberanía y la naturaleza infinita de Su ser. La Biblia, a través de varios libros y pasajes, afirma esta naturaleza eterna de Dios tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento.

Una de las declaraciones más claras y directas sobre la naturaleza eterna de Dios se encuentra en el Libro de los Salmos. El Salmo 90:2 declara: "Antes que nacieran los montes y que crearas la tierra y el mundo, desde los tiempos antiguos y hasta los tiempos postreros, tú eres Dios" (NVI). Este versículo transmite poéticamente que la existencia de Dios se extiende infinitamente en ambas direcciones: antes de la creación del mundo y continuando para siempre.

En el Libro de Isaías, el profeta habla de la naturaleza eterna de Dios en varios pasajes. Isaías 40:28 dice: "¿Acaso no lo sabes? ¿No lo has oído? El Señor es el Dios eterno, el Creador de los confines de la tierra. No se cansa ni se fatiga, y su inteligencia es insondable" (NVI). Aquí, la eternidad de Dios está vinculada con Su omnipotencia y omnisciencia, enfatizando que Su naturaleza divina está más allá de la comprensión humana.

El Nuevo Testamento también afirma la naturaleza eterna de Dios. En el Libro de Apocalipsis, Dios declara: "Yo soy el Alfa y la Omega, dice el Señor Dios, el que es, y que era, y que ha de venir, el Todopoderoso" (Apocalipsis 1:8, NVI). Esta declaración, repetida en Apocalipsis 21:6 y 22:13, subraya que Dios es el principio y el fin, el que abarca todo el tiempo dentro de Sí mismo.

El apóstol Pablo también toca este tema en sus cartas. En 1 Timoteo 1:17, Pablo ofrece una doxología que alaba la naturaleza eterna de Dios: "Por tanto, al Rey eterno, inmortal, invisible, al único Dios, sea honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén" (NVI). En este versículo, Pablo reconoce no solo la eternidad de Dios, sino también Su inmortalidad e invisibilidad, atributos que distinguen a Dios de Su creación.

La eternidad de Dios también se refleja en el nombre que Él revela a Moisés en la zarza ardiente. En Éxodo 3:14, Dios dice a Moisés: "YO SOY EL QUE SOY. Esto es lo que tienes que decir a los israelitas: 'YO SOY me ha enviado a ustedes'" (NVI). El nombre "YO SOY" (Yahvé) transmite un sentido de existencia atemporal. Dios no es "Yo era" o "Yo seré", sino "YO SOY", indicando una presencia constante e inmutable.

Además, el Libro de Hebreos habla de Jesucristo, quien es uno con Dios, en términos que destacan Su naturaleza eterna. Hebreos 13:8 dice: "Jesucristo es el mismo ayer y hoy y por los siglos" (NVI). Este versículo afirma la naturaleza inmutable y eterna de Cristo, quien es completamente divino.

Además de estas declaraciones directas, la Biblia también implica la eternidad de Dios a través de Sus obras y atributos. Por ejemplo, el papel de Dios como Creador implica Su existencia antes de la creación. Génesis 1:1 comienza con la frase: "En el principio, Dios creó los cielos y la tierra" (NVI). Este versículo inicial de la Biblia presupone que Dios existía antes del comienzo del tiempo tal como lo conocemos.

La eternidad de Dios también es un tema en la literatura y teología cristiana. Agustín de Hipona, en sus "Confesiones", reflexiona sobre la naturaleza del tiempo y la existencia de Dios más allá de él. Escribe: "Porque Tú [Dios] eres infinito y nunca cambias. En Ti, el 'hoy' nunca llega a su fin: y sin embargo, nuestro 'hoy' sí llega a su fin en Ti, porque el tiempo, así como todo lo demás, existe en Ti" (Libro XI, Capítulo 31). Las contemplaciones de Agustín destacan la naturaleza atemporal de Dios, quien abarca todos los momentos dentro de Su eterno "ahora".

Tomás de Aquino, en su "Suma Teológica", también aborda la eternidad de Dios. Argumenta que Dios es eterno porque es inmutable y está fuera del ámbito del tiempo, que es una medida del cambio. Aquino escribe: "La eternidad no es otra cosa que Dios mismo" (Parte I, Cuestión 10, Artículo 2). Esta afirmación subraya que la esencia misma de Dios es eterna, distinta de la naturaleza temporal de la creación.

Comprender la eternidad de Dios tiene profundas implicaciones para nuestra fe y vida. Nos asegura que las promesas de Dios son confiables y Sus propósitos inmutables. Malaquías 3:6 dice: "Yo, el Señor, no cambio. Por eso ustedes, descendientes de Jacob, no han sido destruidos" (NVI). Porque Dios es eterno e inmutable, Su pacto con Su pueblo permanece firme y seguro.

Además, la naturaleza eterna de Dios proporciona consuelo y esperanza, especialmente en tiempos de incertidumbre y cambio. El Salmo 102:25-27 ofrece una reflexión conmovedora: "Desde el principio tú pusiste los cimientos de la tierra, y los cielos son obra de tus manos. Ellos perecerán, pero tú permaneces; todos ellos se desgastarán como una prenda. Como ropa los cambiarás y serán desechados. Pero tú eres el mismo, y tus años no tienen fin" (NVI). Este pasaje nos asegura que, aunque el mundo a nuestro alrededor pueda cambiar y decaer, Dios permanece constante y eterno.

En conclusión, la Biblia enseña inequívocamente que Dios es eterno. Desde las declaraciones poéticas de los Salmos hasta las afirmaciones proféticas en Isaías, desde los escritos apostólicos en el Nuevo Testamento hasta las profundas reflexiones teológicas de los pensadores cristianos, la eternidad de Dios es una verdad central y apreciada de la fe cristiana. Esta doctrina no solo revela la majestad y el misterio de Dios, sino que también proporciona una base para nuestra confianza y esperanza en Él. Al contemplar la naturaleza eterna de Dios, estamos invitados a adorarlo con asombro y reverencia, reconociendo que Él es el Alfa y la Omega, el que era, el que es y el que ha de venir.

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