El concepto de revelación es central en la teología cristiana, sirviendo como la base sobre la cual se construye nuestra comprensión de Dios, Su voluntad y Su plan para la humanidad. En la Biblia, la revelación se refiere al acto por el cual Dios se revela a Sí mismo, Su naturaleza, Sus propósitos y Su voluntad a la humanidad. Esta auto-revelación divina es multifacética, abarcando tanto la revelación general como la especial, y es a través de estos medios que llegamos a conocer a Dios y comprender Su plan redentor.
La revelación general se refiere al conocimiento de Dios que está disponible para todas las personas en todo momento a través de la naturaleza, la historia y el funcionamiento interno de la conciencia humana. El Apóstol Pablo habla de esto en Romanos 1:19-20, donde escribe: "Porque lo que se puede conocer de Dios les es manifiesto, porque Dios se lo ha mostrado. Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas." Este pasaje destaca que el mundo creado da testimonio de su Creador, haciendo evidente Su existencia y atributos para todos.
El salmista también hace eco de este sentimiento en el Salmo 19:1-4, afirmando: "Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos. Un día emite palabra a otro día, y una noche a otra noche declara sabiduría. No hay lenguaje, ni palabras, ni es oída su voz. Por toda la tierra salió su voz, y hasta el extremo del mundo sus palabras." Aquí, el mundo natural se presenta como un testimonio constante y universal de la gloria de Dios, accesible para todos, independientemente de su trasfondo cultural o religioso.
Mientras que la revelación general proporciona una conciencia amplia de la existencia y el poder de Dios, es a través de la revelación especial que Dios revela verdades específicas sobre Sí mismo, Su voluntad y Su plan de salvación. La revelación especial se expresa de manera más completa y clara en la Biblia, que los cristianos creen que es la Palabra inspirada de Dios. El escritor de Hebreos subraya la importancia de la revelación especial en Hebreos 1:1-2: "Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo."
Este pasaje destaca dos aspectos clave de la revelación especial: la revelación profética y la revelación a través de Jesucristo. La revelación profética se refiere a los mensajes entregados por los mensajeros elegidos por Dios, los profetas, quienes transmitieron las palabras y la voluntad de Dios a Su pueblo. Estos mensajes a menudo incluían llamados al arrepentimiento, advertencias de juicio y promesas de esperanza y redención futura. Ejemplos de revelación profética se pueden encontrar a lo largo del Antiguo Testamento, como en los libros de Isaías, Jeremías y Ezequiel.
La forma última y más completa de revelación especial se encuentra en Jesucristo, quien es descrito en Juan 1:14 como "el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad." En Jesús, Dios se ha revelado de una manera personal y tangible, proporcionando la imagen más clara de Su carácter, amor y plan redentor. La vida, enseñanzas, muerte y resurrección de Jesús son la culminación de la revelación de Dios, ofreciendo a la humanidad los medios para reconciliarse con Dios y comprender Sus propósitos.
La Biblia, como el registro escrito de la revelación especial de Dios, juega un papel crucial en la transmisión de la verdad divina. El Apóstol Pablo enfatiza la importancia de las Escrituras en 2 Timoteo 3:16-17, afirmando: "Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra." Este pasaje afirma que la Biblia es divinamente inspirada y sirve como la fuente autoritativa de verdad para guiar a los creyentes en su fe y práctica.
El proceso por el cual se escribió la Biblia, conocido como inspiración, involucró al Espíritu Santo guiando a los autores humanos para escribir el mensaje de Dios sin error. Esta asociación divina-humana aseguró que las Escrituras transmitieran con precisión la revelación de Dios mientras reflejaban las perspectivas y estilos únicos de los autores individuales. El resultado es una colección de escritos que, a pesar de haber sido compuestos a lo largo de muchos siglos y por varios autores, presenta una revelación unificada y coherente de la naturaleza, voluntad y plan redentor de Dios.
El propósito principal de la revelación es llevar a la humanidad a una relación con Dios. A través de la revelación, Dios se da a conocer, invitándonos a responder con fe, obediencia y adoración. La revelación no se trata meramente de impartir información; se trata de transformar vidas y fomentar una conexión profunda y personal con el Creador.
En Juan 17:3, Jesús ora: "Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado." Este versículo encapsula el objetivo de la revelación: conocer a Dios íntimamente y experimentar la plenitud de vida que proviene de estar en una relación correcta con Él. La revelación nos llama a responder al amor y la gracia de Dios, a confiar en Sus promesas y a vivir de acuerdo con Su voluntad.
La revelación también es progresiva, lo que significa que la auto-revelación de Dios se desarrolló gradualmente a lo largo del tiempo, culminando en la persona y obra de Jesucristo. Esta naturaleza progresiva es evidente en la forma en que la revelación de Dios se construye a sí misma a lo largo de la narrativa bíblica. Por ejemplo, las promesas hechas a Abraham en Génesis 12:1-3 se desarrollan y amplían en los pactos con Israel y David, encontrando su cumplimiento final en Jesucristo.
El escritor de Hebreos destaca esta progresión en Hebreos 1:1-2, señalando que Dios habló "muchas veces y de muchas maneras" a través de los profetas antes de revelarse plenamente en Su Hijo. Esta revelación progresiva nos permite ver el desarrollo del plan redentor de Dios y entender cómo las diversas partes de la historia bíblica se unen para revelar Sus propósitos.
La revelación exige una respuesta. Cuando Dios se revela, nos llama a responder con fe, arrepentimiento y obediencia. La respuesta adecuada a la revelación se ejemplifica en la vida de Abraham, quien "creyó al Señor, y le fue contado por justicia" (Génesis 15:6). La fe y la confianza de Abraham en las promesas de Dios sirven como un modelo de cómo debemos responder a la revelación de Dios.
En el Nuevo Testamento, el llamado a responder a la revelación se ve en el mensaje del Evangelio. Jesús nos invita a arrepentirnos y creer en las Buenas Nuevas (Marcos 1:15), y el Apóstol Pablo nos insta a presentar nuestros cuerpos como un sacrificio vivo, santo y agradable a Dios, como un acto de adoración (Romanos 12:1). Nuestra respuesta a la revelación implica no solo un asentimiento intelectual, sino también un compromiso total de seguir a Jesús y vivir de acuerdo con Sus enseñanzas.
El Espíritu Santo juega un papel vital en el proceso de revelación, tanto en la inspiración de las Escrituras como en la iluminación de su significado para los creyentes. Jesús prometió que el Espíritu Santo guiaría a Sus seguidores a toda la verdad (Juan 16:13) y les enseñaría todas las cosas (Juan 14:26). El Espíritu Santo nos ayuda a entender y aplicar la revelación de Dios, convenciéndonos de pecado, consolándonos en tiempos de necesidad y capacitándonos para vivir fielmente.
El Apóstol Pablo enfatiza el papel del Espíritu en la revelación en 1 Corintios 2:10-12: "Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios. Porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios. Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido." El Espíritu Santo nos permite comprender las profundidades de la revelación de Dios y responder a ella con fe y obediencia.
En resumen, la definición bíblica de revelación abarca las formas en que Dios se da a conocer a la humanidad. Esto incluye la revelación general a través de la naturaleza, la historia y la conciencia, así como la revelación especial a través de las Escrituras y la persona de Jesucristo. La revelación tiene el propósito de invitarnos a una relación con Dios, guiarnos en nuestra fe y transformar nuestras vidas. A medida que respondemos a la revelación de Dios con fe, arrepentimiento y obediencia, llegamos a conocerlo más profundamente y experimentamos la plenitud de vida que Él ofrece.