El concepto de Dios como sanador está profundamente arraigado tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento de la Biblia. Uno de los nombres más profundos de Dios que significa Su poder sanador es "Jehová-Rafa" o "Yahvé-Rafa". Este nombre se introduce por primera vez en Éxodo 15:26, donde Dios declara: "Yo soy el Señor que te sana". Comprender este nombre y sus implicaciones puede proporcionar una profunda comprensión del carácter de Dios y Su relación con la humanidad.
El término "Jehová-Rafa" se deriva de dos palabras hebreas: "Jehová", que es el nombre personal de Dios, a menudo traducido como "SEÑOR" en las Biblias en inglés, y "Rafa", que significa "sanar" o "restaurar". Así, Jehová-Rafa puede traducirse como "El Señor que sana". Este nombre encapsula la capacidad y disposición de Dios para sanar no solo dolencias físicas, sino también heridas emocionales, espirituales y sociales.
En la historia de Éxodo 15, los israelitas acababan de cruzar el Mar Rojo y estaban viajando por el desierto. Llegaron a Mara, donde el agua era amarga e imbebible. El pueblo murmuró contra Moisés, y en respuesta, Dios instruyó a Moisés a arrojar un pedazo de madera al agua, haciéndola dulce y potable. Fue aquí donde Dios se reveló como Jehová-Rafa, diciendo: "Si escuchas atentamente al SEÑOR tu Dios y haces lo que es correcto a sus ojos, si prestas atención a sus mandamientos y guardas todos sus decretos, no traeré sobre ti ninguna de las enfermedades que traje sobre los egipcios, porque yo soy el SEÑOR, que te sana" (Éxodo 15:26).
Esta declaración es significativa porque establece un precedente para comprender la naturaleza de Dios como sanador. Muestra que la sanación de Dios es condicional a la obediencia y fidelidad, enfatizando una relación entre la sanación divina y la salud moral y espiritual. Este principio se repite a lo largo de las Escrituras.
En el Antiguo Testamento, vemos numerosos casos donde Dios actúa como sanador. Por ejemplo, en 2 Reyes 5, Naamán, el comandante del ejército del rey de Aram, es sanado de la lepra después de seguir las instrucciones del profeta Eliseo de lavarse en el río Jordán siete veces. Esta historia ilustra que el poder sanador de Dios puede actuar a través de Sus profetas y que la obediencia a las instrucciones de Dios es crucial para recibir sanación.
Los Salmos también hablan frecuentemente del poder sanador de Dios. El Salmo 103:2-3 dice: "Alaba, alma mía, al SEÑOR, y no olvides ninguno de sus beneficios—quien perdona todos tus pecados y sana todas tus dolencias". Aquí, la sanación está vinculada con el perdón, sugiriendo que la restauración espiritual es un aspecto vital de la obra sanadora de Dios.
En el Nuevo Testamento, Jesucristo es la revelación última de Jehová-Rafa. El ministerio de Jesús estuvo marcado por numerosas sanaciones, demostrando la compasión y el poder de Dios. En Mateo 4:23-24, está escrito: "Jesús recorría toda Galilea, enseñando en sus sinagogas, proclamando las buenas nuevas del reino, y sanando toda enfermedad y dolencia entre el pueblo. La noticia sobre él se extendió por toda Siria, y le llevaron a todos los que estaban enfermos con diversas enfermedades, los que sufrían dolores severos, los poseídos por demonios, los que tenían convulsiones y los paralíticos; y él los sanó".
Las sanaciones de Jesús no eran solo actos de compasión, sino también señales del Reino de Dios que se estaba manifestando. Apuntaban a un futuro donde no habría más enfermedad, dolor ni muerte. En Apocalipsis 21:4, leemos sobre esta esperanza futura: "Él enjugará toda lágrima de sus ojos. No habrá más muerte, ni llanto, ni lamento, ni dolor, porque el orden antiguo ha pasado".
El ministerio sanador de Jesús también se extendió más allá de las dolencias físicas. Él sanó a los quebrantados de corazón, perdonó pecados y restauró relaciones. Por ejemplo, en Lucas 5:17-26, Jesús sana a un hombre paralítico, pero antes de hacerlo, declara: "Amigo, tus pecados te son perdonados". Este acto muestra que la sanación de Jesús abarca tanto dimensiones físicas como espirituales.
Los apóstoles continuaron el ministerio sanador de Jesús después de Su ascensión. En Hechos 3:1-10, Pedro y Juan sanan a un hombre cojo de nacimiento, demostrando que el poder de Jehová-Rafa aún estaba en acción a través del Espíritu Santo. La iglesia primitiva creía y practicaba la sanación, como se ve en Santiago 5:14-16, donde se anima a los creyentes a orar por los enfermos: "¿Está alguno entre vosotros enfermo? Llame a los ancianos de la iglesia para que oren por él y lo unjan con aceite en el nombre del Señor. Y la oración de fe hará que el enfermo se recupere; el Señor lo levantará. Y si ha pecado, será perdonado".
El nombre Jehová-Rafa revela así a un Dios que está profundamente preocupado por el bienestar de Su pueblo. Nos asegura que Dios no es distante ni indiferente a nuestro sufrimiento, sino que está activamente involucrado en traer sanación y restauración. Esta comprensión puede impactar profundamente cómo nos acercamos a la oración por sanación.
Cuando oramos por sanación, estamos invocando a Jehová-Rafa, el Dios que sana. Nuestras oraciones deben estar llenas de fe, confiando en el poder y la compasión de Dios. Sin embargo, también debemos reconocer que los caminos de Dios son más altos que nuestros caminos (Isaías 55:8-9), y Su tiempo y métodos pueden diferir de nuestras expectativas. A veces la sanación puede ser inmediata, otras veces gradual, y en algunos casos, puede no ocurrir de la manera que deseamos. No obstante, podemos descansar en la seguridad de que Dios es soberano y que Él obra todas las cosas para el bien de los que lo aman (Romanos 8:28).
Además de la oración personal, la oración comunitaria también es vital. La práctica de la iglesia primitiva de orar juntos por los enfermos, como se ve en Santiago 5, destaca la importancia de la comunidad en el proceso de sanación. Cuando oramos juntos, llevamos las cargas los unos de los otros (Gálatas 6:2) y creamos un ambiente donde el poder sanador de Dios puede manifestarse.
Además, mientras oramos por la sanación física, no debemos descuidar la necesidad de sanación espiritual y emocional. Muchas personas llevan heridas que no son visibles pero que son igualmente debilitantes. La sanación de Jehová-Rafa abarca todos los aspectos de nuestro ser, y debemos buscar Su restauración en todas las áreas de nuestras vidas.
La literatura cristiana también ofrece valiosas perspectivas para comprender a Dios como sanador. Por ejemplo, la obra clásica de Andrew Murray, "Sanidad Divina", explora la base bíblica para la sanación y anima a los creyentes a confiar en las promesas de Dios. De manera similar, "Un Lugar de Sanidad" de Joni Eareckson Tada proporciona una perspectiva personal sobre el sufrimiento y la gracia sanadora de Dios, recordándonos que incluso en medio del dolor, la presencia de Dios es una fuente de consuelo y fortaleza.
En conclusión, Jehová-Rafa, "El Señor que sana", es un nombre que revela la naturaleza compasiva y restauradora de Dios. Nos asegura que Dios está profundamente preocupado por nuestro bienestar y está activamente involucrado en traer sanación e integridad a nuestras vidas. Al orar por sanación, hagámoslo con fe, confiando en el poder y la soberanía de Dios, y buscando Su restauración en todos los aspectos de nuestro ser.