La frase "ausente del cuerpo y presente con el Señor" es un concepto teológico profundo que proviene de la segunda carta del Apóstol Pablo a los Corintios. Específicamente, se encuentra en 2 Corintios 5:8, donde Pablo escribe: "Confiamos, digo, y preferimos estar ausentes del cuerpo y presentes con el Señor" (RVR1960). Esta declaración encapsula una comprensión cristiana de la vida después de la muerte, la naturaleza del alma y la esperanza de la comunión eterna con Dios.
Para comprender plenamente este concepto, es esencial profundizar en el contexto de las cartas de Pablo y la narrativa bíblica más amplia sobre la vida después de la muerte y la naturaleza del alma humana. Pablo, escribiendo a los Corintios, está abordando el tema de la mortalidad y la esperanza que los cristianos tienen en Cristo. En 2 Corintios 5, Pablo contrasta nuestra existencia terrenal con nuestra futura existencia celestial. Utiliza la metáfora de una tienda para describir nuestros cuerpos terrenales, que son temporales y están sujetos a la decadencia, y los compara con un edificio de Dios, una casa eterna en el cielo, no construida por manos humanas.
La afirmación de Pablo de que estar "ausente del cuerpo" es estar "presente con el Señor" implica una comprensión dualista de la naturaleza humana, donde el alma o espíritu es distinto del cuerpo físico. Este dualismo no es único de Pablo, sino que está arraigado en la tradición judeocristiana más amplia. Por ejemplo, en Eclesiastés 12:7, está escrito: "y el polvo vuelva a la tierra como era, y el espíritu vuelva a Dios que lo dio" (RVR1960). Este versículo refleja la creencia de que, mientras el cuerpo es mortal y vuelve a la tierra, el espíritu es inmortal y vuelve a Dios.
La confianza de Pablo en estar presente con el Señor al morir se basa en su fe en la resurrección de Jesucristo. En 1 Corintios 15, Pablo elabora sobre la resurrección de los muertos, afirmando que la resurrección de Cristo es las primicias de los que han dormido. Escribe: "Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados" (1 Corintios 15:22, RVR1960). Esta esperanza de resurrección no se trata solo de un evento futuro, sino también de una realidad presente donde los creyentes, a través de la fe en Cristo, ya están participando en la vida eterna que Dios promete.
La idea de estar "presente con el Señor" también habla de la relación íntima que los creyentes tienen con Dios a través de Jesucristo. En Juan 14:2-3, Jesús consuela a sus discípulos con estas palabras: "En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis" (RVR1960). La promesa de Jesús a sus discípulos es que estarán con Él para siempre, una promesa que se extiende a todos los creyentes.
Estar "presente con el Señor" es estar en un estado de comunión eterna con Dios, libre de las limitaciones y sufrimientos de nuestra existencia terrenal. Apocalipsis 21:3-4 pinta una hermosa imagen de esta futura realidad: "Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron" (RVR1960). Esta visión del nuevo cielo y la nueva tierra encapsula la esperanza de estar presente con el Señor, donde no hay más sufrimiento y la presencia de Dios se realiza plenamente.
Además, la frase "ausente del cuerpo y presente con el Señor" tiene una dimensión ética y existencial para los creyentes. Saber que nuestro destino final es estar con el Señor debería influir en cómo vivimos nuestras vidas aquí y ahora. En Filipenses 1:21-23, Pablo expresa su lucha personal entre vivir en la carne y partir para estar con Cristo: "Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia. Mas si el vivir en la carne resulta para mí en beneficio de la obra, no sé entonces qué escoger. Porque de ambas cosas estoy puesto en estrecho, teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor" (RVR1960). Las palabras de Pablo reflejan la tensión entre el deseo de continuar sirviendo a Cristo en la tierra y el anhelo de estar con Él en la eternidad. Esta tensión debería llevar a los creyentes a vivir vidas fructíferas y dedicadas a los propósitos de Dios, sabiendo que su hogar final es con el Señor.
Además, el concepto de estar "presente con el Señor" proporciona consuelo y seguridad a aquellos que están de duelo por la pérdida de seres queridos. En 1 Tesalonicenses 4:13-14, Pablo escribe: "Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza. Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él" (RVR1960). La esperanza de la resurrección y la vida eterna con Cristo da a los creyentes una perspectiva diferente sobre la muerte, una que está llena de esperanza y seguridad en lugar de desesperación.
La doctrina de estar "ausente del cuerpo y presente con el Señor" también invita a los creyentes a reflexionar sobre la naturaleza del estado intermedio, el período entre la muerte física y la resurrección final. Aunque hay cierta diversidad de pensamiento dentro de la teología cristiana respecto al estado intermedio, el testimonio bíblico consistente es que los creyentes que mueren están inmediatamente en la presencia del Señor. Esto se apoya en las palabras de Jesús al ladrón en la cruz en Lucas 23:43: "De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso" (RVR1960). La presencia inmediata con Cristo al morir subraya la continuidad de la relación del creyente con Dios, incluso más allá de la muerte física.
En resumen, estar "ausente del cuerpo y presente con el Señor" es un concepto rico y multifacético en la teología cristiana. Habla de la esperanza de la vida eterna, la comunión íntima con Dios que los creyentes experimentarán y la seguridad de que la muerte no es el fin, sino una transición a una existencia más plena con el Señor. Esta esperanza está fundamentada en la resurrección de Jesucristo y las promesas de Dios a lo largo de las Escrituras. Llama a los creyentes a vivir vidas con propósito y dedicación, consolados por el conocimiento de que su hogar final es con el Señor.