¿Qué significa 'divino' en la Biblia?

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El término "divino" es uno que impregna la totalidad de la Biblia, moldeando la forma en que entendemos a Dios, Su naturaleza y Sus interacciones con la humanidad. En términos más simples, "divino" se refiere a cualquier cosa relacionada con Dios o que emana de Dios. Sin embargo, para comprender plenamente el significado bíblico de "divino", es esencial explorar las dimensiones multifacéticas de la naturaleza de Dios tal como se revela en las Escrituras.

La Biblia comienza con una declaración profunda sobre lo divino: "En el principio, Dios creó los cielos y la tierra" (Génesis 1:1, ESV). Este versículo inicial establece el escenario para entender lo divino como la fuente última de todo lo que existe. Dios es retratado como el Creador, un ser de poder y sabiduría infinitos, que trae orden del caos. La naturaleza divina aquí está marcada por la omnipotencia, la omnisciencia y la omnipresencia, atributos que distinguen a Dios de Su creación.

Para entender mejor lo que significa "divino" en la Biblia, considere los diversos nombres y títulos atribuidos a Dios, cada uno revelando diferentes aspectos de Su naturaleza. Por ejemplo, Dios es llamado "Yahvé" (Éxodo 3:14), un nombre que significa Su naturaleza eterna y autoexistente. También se le conoce como "El Shaddai" (Génesis 17:1), que significa "Dios Todopoderoso", destacando Su poder supremo. Estos nombres no son meras etiquetas, sino revelaciones profundas del carácter divino.

Uno de los aspectos más convincentes de la naturaleza divina es la santidad de Dios. El profeta Isaías tuvo una visión en la que vio al Señor sentado en un trono, alto y exaltado, y los serafines clamando unos a otros: "Santo, santo, santo es el Señor de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria" (Isaías 6:3, ESV). La repetición de "santo" tres veces enfatiza la pureza absoluta y la otredad de Dios. La santidad es una parte intrínseca de la naturaleza divina, que separa a Dios de todo lo que es pecaminoso e impuro.

La naturaleza divina también está marcada por el amor, un tema que recorre toda la Biblia. En el Nuevo Testamento, el apóstol Juan hace una declaración profunda: "Dios es amor" (1 Juan 4:8, ESV). Esto no es meramente un atributo de Dios, sino la esencia de Su ser. El amor divino es sacrificial, incondicional y eterno, demostrado más claramente en la vida, muerte y resurrección de Jesucristo. "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna" (Juan 3:16, ESV). Aquí, lo divino se cruza con la historia humana de la manera más íntima y transformadora.

Otra dimensión de la naturaleza divina es la justicia. La Biblia retrata a Dios como un juez justo que sostiene la justicia y castiga el mal. "Porque el Señor es justo; ama las obras justas; los rectos verán su rostro" (Salmo 11:7, ESV). La justicia divina no es arbitraria, sino que está arraigada en la perfección moral de Dios. Nos asegura que el mal no quedará impune y que la rectitud prevalecerá finalmente.

Además de estos atributos, la naturaleza divina abarca la inmutabilidad de Dios, lo que significa que Él es inmutable. "Porque yo, el Señor, no cambio; por eso ustedes, hijos de Jacob, no han sido consumidos" (Malaquías 3:6, ESV). Esta inmutabilidad proporciona una base de estabilidad y fiabilidad para los creyentes, sabiendo que las promesas y el carácter de Dios permanecen constantes a lo largo del tiempo.

La naturaleza divina también es relacional. Dios no es una fuerza distante e impersonal, sino un ser personal que desea una relación con Su creación. Esto es evidente en las relaciones de pacto que Dios establece a lo largo de la Biblia, desde Su pacto con Abraham (Génesis 12:1-3) hasta el Nuevo Pacto instituido por Jesucristo (Lucas 22:20). Estos pactos revelan a un Dios que está íntimamente involucrado en la vida de Su pueblo, guiándolos, protegiéndolos y amándolos.

Además, la naturaleza divina se revela a través de la Trinidad: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Esta doctrina compleja pero profunda encapsula la unidad y diversidad dentro de la Deidad. El Padre es la fuente de todo, el Hijo es la Palabra hecha carne (Juan 1:14) y el Espíritu Santo es la presencia de Dios dentro de nosotros (Juan 14:16-17). Cada persona de la Trinidad comparte la misma esencia divina, pero cumple roles distintos en la obra de la creación, la redención y la santificación.

La naturaleza divina también abarca la soberanía de Dios. Él es el gobernante supremo sobre toda la creación, orquestando la historia según Su plan divino. "El Señor ha establecido su trono en los cielos, y su reino gobierna sobre todo" (Salmo 103:19, ESV). Esta soberanía asegura a los creyentes que nada sucede fuera del control de Dios y que Sus propósitos se cumplirán finalmente.

Entender la naturaleza divina en la Biblia también implica reconocer la trascendencia y la inmanencia de Dios. La trascendencia se refiere a la existencia de Dios por encima y más allá del universo físico, destacando Su majestad y otredad. "Porque como los cielos son más altos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos y mis pensamientos que vuestros pensamientos" (Isaías 55:9, ESV). La inmanencia, por otro lado, habla de la presencia de Dios dentro de Su creación, sosteniéndola e interactuando activamente con ella. "Sin embargo, en realidad no está lejos de cada uno de nosotros, porque 'en él vivimos, nos movemos y existimos'" (Hechos 17:27-28, ESV). Estos dos aspectos juntos proporcionan una visión equilibrada de la naturaleza de Dios, enfatizando tanto Su grandeza como Su cercanía.

En la literatura cristiana, la naturaleza divina ha sido explorada extensamente. Por ejemplo, en su obra clásica "El conocimiento del Santo", A.W. Tozer profundiza en los atributos de Dios, ofreciendo ideas sobre Su santidad, amor y justicia. Tozer escribe: "Lo que viene a nuestras mentes cuando pensamos en Dios es lo más importante de nosotros". Esta declaración subraya la importancia de entender la naturaleza divina, ya que moldea nuestra fe, adoración y vida diaria.

De manera similar, C.S. Lewis, en "Mero Cristianismo", discute la naturaleza divina en el contexto de la Trinidad, enfatizando el aspecto relacional de Dios. Lewis escribe: "Dios no es una cosa estática, ni siquiera una persona, sino una actividad dinámica y palpitante, una vida, casi una especie de drama". Esta vívida descripción captura la naturaleza dinámica y relacional de lo divino, invitando a los creyentes a participar en la vida de Dios a través de la fe y la obediencia.

En resumen, el término "divino" en la Biblia abarca la totalidad de la naturaleza y los atributos de Dios. Habla de Su poder, sabiduría, santidad, amor, justicia, inmutabilidad, relacionalidad, soberanía, trascendencia e inmanencia. Entender la naturaleza divina no es meramente un ejercicio intelectual, sino un viaje transformador que moldea nuestra relación con Dios y nuestra comprensión de nuestro lugar en Su creación. A medida que profundizamos en las Escrituras y buscamos conocer más profundamente a Dios, somos continuamente atraídos al misterio y la majestad de lo divino, llevándonos a adorar, confiar y amar a Dios con todo nuestro corazón, alma, mente y fuerzas.

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