La frase "El que tiene oídos, que oiga" es una declaración recurrente en la Biblia, particularmente en las enseñanzas de Jesucristo. Esta frase no es meramente un llamado a escuchar, sino una invitación profunda a entender e internalizar las verdades espirituales. Para comprender plenamente su significado, debemos explorar su contexto, significado e implicaciones en la narrativa más amplia de las Escrituras.
La frase "El que tiene oídos, que oiga" aparece múltiples veces en el Nuevo Testamento, principalmente en los Evangelios y en el Libro de Apocalipsis. En los Evangelios, Jesús usa esta expresión después de pronunciar parábolas o enseñanzas que contienen un profundo significado espiritual. Por ejemplo, en Mateo 13:9, después de la Parábola del Sembrador, Jesús dice: "El que tiene oídos, que oiga". De manera similar, en Apocalipsis, Jesús usa esta frase para concluir Sus mensajes a las siete iglesias (Apocalipsis 2-3).
A primera vista, la frase podría parecer redundante; después de todo, todos los que tienen oídos físicos pueden oír. Sin embargo, Jesús no está hablando meramente de la audición física, sino de la comprensión espiritual. Esta distinción es crucial. En Mateo 13:13-15, Jesús explica por qué habla en parábolas:
"Por eso les hablo en parábolas: 'Aunque ven, no ven; aunque oyen, no oyen ni entienden. En ellos se cumple la profecía de Isaías: 'Oirán y oirán, pero no entenderán; verán y verán, pero no percibirán. Porque el corazón de este pueblo se ha vuelto insensible; apenas oyen con sus oídos, y han cerrado sus ojos. De lo contrario, podrían ver con sus ojos, oír con sus oídos, entender con su corazón y volverse, y yo los sanaría.'"
Jesús está destacando la diferencia entre la mera recepción auditiva y la verdadera comprensión espiritual. La frase "El que tiene oídos, que oiga" es un llamado a ir más allá de la escucha superficial hacia un compromiso más profundo con la Palabra de Dios. Es una invitación a abrir el corazón y la mente a las verdades divinas y permitir que transformen la vida de uno.
La frase también enfatiza la importancia de la sensibilidad y apertura espiritual. En la Parábola del Sembrador, los diferentes tipos de suelo representan diversas respuestas a la Palabra de Dios. El buen suelo, que produce una cosecha fructífera, simboliza a aquellos que oyen la Palabra, la entienden y permiten que dé fruto en sus vidas (Mateo 13:23). En contraste, los otros tipos de suelo representan a aquellos que oyen pero no internalizan el mensaje debido a diversas distracciones o dureza de corazón.
Esta distinción se refleja en el Libro de Apocalipsis. En los mensajes a las siete iglesias, Jesús repite: "El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias" (Apocalipsis 2:7, 11, 17, 29; 3:6, 13, 22). Cada iglesia recibe un mensaje específico adaptado a su situación única, pero el llamado a escuchar y responder es universal. Subraya la necesidad de que los creyentes estén sintonizados con la guía del Espíritu Santo y actúen en consecuencia.
Entender el significado de "El que tiene oídos, que oiga" también implica reconocer el papel del Espíritu Santo en iluminar las Escrituras. Jesús prometió que el Espíritu Santo guiaría a Sus seguidores a toda la verdad (Juan 16:13). El Espíritu ayuda a los creyentes a discernir y aplicar los significados más profundos de la Palabra de Dios. Sin la iluminación del Espíritu, uno podría escuchar las palabras de las Escrituras pero perder su verdadero significado.
La frase también tiene raíces en la tradición profética del Antiguo Testamento. Los profetas a menudo llamaban al pueblo a escuchar el mensaje de Dios y advertían sobre las consecuencias de ignorarlo. Por ejemplo, en Isaías 6:9-10, Dios comisiona a Isaías a predicar a un pueblo que oirá pero no entenderá, verá pero no percibirá. Este llamado profético a escuchar y entender es llevado adelante por Jesús y los apóstoles.
Para los creyentes contemporáneos, "El que tiene oídos, que oiga" sirve como un recordatorio de la importancia de la escucha activa y comprometida en nuestras vidas espirituales. Nos desafía a:
Cultivar un Corazón Receptivo: Debemos acercarnos a la Palabra de Dios con humildad y apertura, listos para recibir y aplicar sus verdades. Esto requiere una disposición a ser transformados y a dejar de lado nociones preconcebidas o resistencia.
Buscar la Guía del Espíritu Santo: Debemos orar regularmente para que el Espíritu Santo ilumine nuestra comprensión de las Escrituras y nos ayude a discernir su aplicación en nuestras vidas. La guía del Espíritu es esencial para la verdadera comprensión y crecimiento.
Participar en un Estudio Profundo: La lectura superficial de las Escrituras es insuficiente. Debemos participar en un estudio profundo, meditación y reflexión para descubrir las ricas capas de significado en la Palabra de Dios. Esto implica no solo un compromiso intelectual, sino también una respuesta a nivel del corazón.
Responder en Obediencia: Escuchar la Palabra de Dios no es un fin en sí mismo; requiere una respuesta. La verdadera escucha implica obediencia y acción. Como advierte Santiago 1:22-25, debemos ser hacedores de la Palabra, no solo oidores.
El objetivo final del llamado a "oír" es la transformación. Cuando realmente escuchamos y entendemos la Palabra de Dios, tiene el poder de cambiarnos desde adentro. Hebreos 4:12 describe la Palabra de Dios como "viva y eficaz, más cortante que cualquier espada de dos filos", capaz de penetrar hasta las partes más profundas de nuestro ser. Este poder transformador se desata cuando escuchamos con oídos espirituales y respondemos con fe.
En conclusión, la frase "El que tiene oídos, que oiga" es un llamado profundo a la atención espiritual, la comprensión y la capacidad de respuesta. Nos desafía a ir más allá de la mera recepción auditiva hacia un compromiso profundo y a nivel del corazón con la Palabra de Dios. Al cultivar un corazón receptivo, buscar la guía del Espíritu Santo, participar en un estudio profundo y responder en obediencia, podemos realmente escuchar y ser transformados por las verdades divinas que Dios busca impartirnos.