La pregunta "¿Quién creó a Dios?" es una profunda que toca la misma naturaleza de lo divino y las creencias fundamentales del cristianismo. Como pastor cristiano no denominacional, exploraré esta pregunta profundizando en la naturaleza de Dios tal como se describe en la Biblia, las implicaciones filosóficas de la existencia de Dios y la comprensión que se ha desarrollado a lo largo de siglos de pensamiento cristiano.
En el corazón de la fe cristiana está la creencia en un Dios que es eterno, no creado y autoexistente. Esta creencia está arraigada en la Biblia, que consistentemente retrata a Dios como la causa última y no causada de todo lo que existe. En el versículo de apertura de la Biblia, Génesis 1:1, leemos: "En el principio, Dios creó los cielos y la tierra." Este versículo establece el escenario para toda la narrativa bíblica, estableciendo a Dios como el Creador de todas las cosas. Es importante destacar que no sugiere que Dios mismo fue creado; más bien, afirma que Dios ya estaba presente "en el principio".
El concepto de la naturaleza eterna de Dios se enfatiza aún más en pasajes como el Salmo 90:2, que declara: "Antes que nacieran los montes y que crearas la tierra y el mundo, desde el siglo y hasta el siglo, tú eres Dios." Este versículo subraya la creencia de que Dios existe fuera del tiempo y no tiene principio ni fin. De manera similar, en el Nuevo Testamento, Apocalipsis 1:8 registra a Jesús diciendo: "Yo soy el Alfa y la Omega, el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso." Aquí, Jesús se identifica con la naturaleza eterna de Dios, afirmando que Dios trasciende el tiempo y la creación.
Desde una perspectiva filosófica, la pregunta "¿Quién creó a Dios?" puede abordarse considerando el concepto de existencia necesaria. En términos filosóficos, un ser necesario es aquel cuya existencia no depende de nada más. En otras palabras, un ser necesario existe por la misma naturaleza de su propia esencia y no puede no existir. Esto contrasta con los seres contingentes, cuya existencia depende de algo más. La comprensión cristiana tradicional es que Dios es un ser necesario. Esto significa que Dios existe inherentemente y eternamente, sin ninguna causa o creador externo.
La idea de Dios como un ser necesario está estrechamente relacionada con el argumento clásico de la contingencia, que ha sido articulado por teólogos y filósofos como Tomás de Aquino. Aquino, en su "Summa Theologica", presenta el argumento de la contingencia como una de sus Cinco Vías para demostrar la existencia de Dios. Él argumenta que todo en el universo es contingente, lo que significa que depende de algo más para su existencia. Sin embargo, esta cadena de dependencia no puede retroceder infinitamente; debe haber una primera causa, un ser necesario que no sea contingente. Este ser necesario, concluye Aquino, es lo que llamamos Dios.
C.S. Lewis, un conocido apologista cristiano, también toca este concepto en su libro "Mero Cristianismo". Él explica que la misma idea de un dios creado es contradictoria porque implica un ser superior que creó al dios, lo que lleva a una regresión infinita. En cambio, Lewis argumenta, debe haber un ser que exista fuera de esta cadena de causación, un ser que sea autoexistente y eterno. Esta comprensión se alinea con la representación bíblica de Dios como el Creador último y no creado.
Además, la doctrina de la aseidad de Dios, o autoexistencia, es un aspecto clave de la teología cristiana. La aseidad se refiere a la naturaleza independiente y autosuficiente de Dios. Dios no depende de nada fuera de sí mismo para su existencia o sustento. Este concepto se expresa bellamente en Éxodo 3:14, donde Dios revela su nombre a Moisés como "YO SOY EL QUE SOY". Este nombre, a menudo traducido como Yahvé, significa la autoexistencia y presencia eterna de Dios. Transmite la idea de que la existencia de Dios no se deriva de nada más; Él simplemente es.
La pregunta de quién creó a Dios también toca las limitaciones de la comprensión humana. Como seres finitos, nuestra comprensión está limitada por el tiempo, el espacio y la causalidad. Naturalmente pensamos en términos de comienzos y causas porque así es como experimentamos el mundo. Sin embargo, Dios, siendo infinito y trascendente, existe más allá de estas limitaciones. Isaías 55:8-9 nos recuerda esta trascendencia divina: "Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, declara el Señor. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos." Este pasaje nos anima a la humildad al reconocer que algunos aspectos de la naturaleza de Dios están más allá de nuestra plena comprensión.
Además de las consideraciones bíblicas y filosóficas, la doctrina de la Trinidad también proporciona una visión de la naturaleza de Dios. El cristianismo enseña que Dios es un ser en tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Cada persona de la Trinidad es completamente y igualmente Dios, compartiendo la misma esencia divina. Esta triunidad de Dios subraya aún más la idea de que Dios es autoexistente y no creado. La relación dentro de la Trinidad es eterna y no implica ninguna forma de creación o causación dentro de la Deidad. Juan 1:1-3 habla de esta relación eterna: "En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho." Aquí, el Verbo (identificado como Jesús en Juan 1:14) se describe tanto con Dios como siendo Dios, participando en el acto de la creación mientras es eterno en sí mismo.
Además, el Credo de Nicea, una declaración fundamental de la fe cristiana formulada en el siglo IV, afirma la naturaleza eterna del Hijo, Jesucristo, como "engendrado, no creado, siendo de una sustancia con el Padre." Este credo refleja la comprensión de la iglesia primitiva de la Trinidad y la naturaleza eterna y no creada de Dios.
En resumen, la pregunta "¿Quién creó a Dios?" se aborda dentro del cristianismo afirmando que Dios es eterno, no creado y autoexistente. La Biblia consistentemente retrata a Dios como el Creador último que existe fuera del tiempo y la causalidad. Los argumentos filosóficos, como el concepto de existencia necesaria y el argumento de la contingencia, apoyan esta comprensión. La doctrina de la aseidad de Dios y la naturaleza trinitaria de Dios refuerzan aún más la creencia de que Dios no es un ser creado, sino la fuente eterna de todo lo que existe. Como seres finitos, podemos luchar por comprender plenamente la naturaleza infinita de Dios, pero la revelación bíblica y siglos de pensamiento cristiano proporcionan una respuesta convincente y coherente a esta profunda pregunta.