La gobernanza de la iglesia, la forma en que una iglesia organiza y gestiona sus operaciones y procesos de toma de decisiones, es un tema de gran importancia en la eclesiología, el estudio de la iglesia. Aunque la Biblia no prescribe un modelo único y definitivo de gobernanza de la iglesia, sí proporciona principios que pueden guiar la formación y el funcionamiento de varios modelos de gobernanza de la iglesia. Estos principios se derivan de las enseñanzas de Jesucristo, las prácticas de la iglesia primitiva y las epístolas pastorales. Al examinar estos elementos bíblicos, podemos discernir cómo los principios bíblicos apoyan y moldean diferentes modelos de gobernanza dentro de la iglesia.
En el núcleo de toda gobernanza de la iglesia está el reconocimiento de Jesucristo como la cabeza de la Iglesia. Este principio fundamental se articula en Colosenses 1:18, donde Pablo escribe: "Y él es la cabeza del cuerpo, la iglesia; él es el principio y el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la supremacía." Esto implica que cualquier modelo de gobernanza adoptado por la iglesia debe buscar reflejar el carácter y las prioridades de Cristo, asegurando que Su voluntad sea primordial en todos los procesos de toma de decisiones.
Los Hechos de los Apóstoles proporcionan valiosas ideas sobre la gobernanza de la iglesia primitiva. En Hechos 6:1-6, vemos a los apóstoles abordando una necesidad comunitaria al nombrar diáconos para supervisar deberes específicos. Esta división del trabajo sugiere un modelo donde los roles se distribuyen según las necesidades de la comunidad y los dones espirituales de los miembros (Romanos 12:6-8). Además, la participación de la comunidad en la selección de los diáconos destaca el principio de la participación congregacional, que es central en muchas formas democráticas de gobernanza de la iglesia.
Las epístolas pastorales de Pablo, particularmente 1 Timoteo y Tito, describen las cualificaciones para los líderes de la iglesia, como supervisores y diáconos (1 Timoteo 3:1-13; Tito 1:5-9). Estos pasajes subrayan la importancia de la integridad moral y espiritual en el liderazgo. Los criterios detallados sugieren un modelo de gobernanza que enfatiza la responsabilidad y la madurez espiritual de los líderes. El consejo de Pablo a Timoteo y Tito sobre cómo manejar los asuntos de la iglesia también apunta a un enfoque estructurado de la gobernanza, donde los líderes son responsables de mantener la pureza doctrinal y el orden dentro de la iglesia.
Un concepto clave del Nuevo Testamento es el sacerdocio de todos los creyentes, derivado de pasajes como 1 Pedro 2:9, que dice: "Pero ustedes son una raza elegida, un sacerdocio real, una nación santa, posesión especial de Dios, para que proclamen las alabanzas de aquel que los llamó de las tinieblas a su luz maravillosa." Este principio apoya un enfoque más igualitario de la gobernanza de la iglesia, reconociendo que cada creyente tiene un papel que desempeñar en la vida y la toma de decisiones de la iglesia. Desafía los modelos jerárquicos y apoya estructuras de gobernanza más inclusivas donde se anima a los miembros a contribuir a la misión de la iglesia.
La metáfora de Pablo de la iglesia como el cuerpo de Cristo, con muchas partes funcionando juntas bajo una cabeza, Cristo (1 Corintios 12:12-27), habla directamente sobre el tema de la gobernanza. Este pasaje enfatiza la importancia de la unidad y la diversidad, sugiriendo un modelo de gobernanza que valora los diferentes dones y roles dentro de la iglesia. Implica un enfoque colaborativo e inclusivo, donde el liderazgo se trata de coordinar y armonizar los diversos dones de la congregación para el bien común.
La gobernanza bíblica también implica responsabilidad y disciplina. Mateo 18:15-17 describe un proceso para abordar el pecado dentro de la comunidad, enfatizando la necesidad de corrección y restauración. Esto sugiere un modelo de gobernanza que incluye procesos claros para la responsabilidad y la disciplina, asegurando que la iglesia siga siendo una comunidad santa y saludable. Tales procesos deben llevarse a cabo en un espíritu de amor y redención, reflejando los propios tratos de Cristo con Sus discípulos.
Finalmente, el papel del Espíritu Santo en la gobernanza de la iglesia no puede ser subestimado. Hechos 15 relata el Concilio de Jerusalén, donde los apóstoles y ancianos se reunieron para discutir asuntos urgentes. Su conclusión, que parecía bien al Espíritu Santo y a ellos (Hechos 15:28), destaca el papel esencial de la guía del Espíritu Santo en los procesos de toma de decisiones. Esto apoya un modelo de gobernanza que busca el discernimiento y la dirección del Espíritu Santo, asegurando que las decisiones de la iglesia se alineen con la voluntad de Dios.
Estos principios bíblicos no apuntan a un único modelo uniforme de gobernanza, sino que proporcionan un marco dentro del cual pueden operar diferentes modelos. Ya sea que una iglesia adopte una forma de gobernanza episcopal, presbiteriana, congregacional u otra, estos principios bíblicos pueden ayudar a garantizar que el modelo se implemente de una manera que honre a Dios y fomente una comunidad de iglesia saludable y vibrante.
En conclusión, comprender y aplicar estos principios bíblicos en la gobernanza de la iglesia es crucial para mantener la integridad y la efectividad de la misión de la iglesia en el mundo. Al alinear la gobernanza de la iglesia con estas verdades bíblicas fundamentales, las iglesias pueden reflejar mejor el reino de Dios y cumplir su llamado a ser agentes de gracia y verdad en un mundo quebrantado.