¿Dónde dice la Biblia que somos hechura de Dios?

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El profundo concepto de que somos hechura de Dios está bellamente articulado en el Nuevo Testamento, específicamente en la carta de Pablo a los Efesios. En Efesios 2:10, el apóstol Pablo escribe: "Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas" (ESV). Este versículo es una piedra angular para entender nuestra identidad y propósito como seres creados en la fe cristiana.

La palabra griega traducida como "hechura" en este versículo es "poiema", que también puede traducirse como "obra maestra" o "creación". Este término transmite la idea de que no somos simplemente artefactos hechos apresuradamente, sino que somos intrincadamente elaborados por Dios con intención y cuidado. Sugiere un sentido de arte y propósito, enfatizando que nuestra existencia es el resultado de un acto creativo divino.

En el contexto más amplio de Efesios 2, Pablo está abordando la transformación que ocurre a través de la salvación. Efesios 2:1-9 habla del estado de muerte espiritual de la humanidad debido al pecado y la subsiguiente gracia de Dios que trae vida a través de la fe en Cristo. La declaración en el versículo 10 de que somos hechura de Dios sigue a esta poderosa exposición de la gracia, subrayando que nuestra nueva vida en Cristo es el resultado de la obra creativa de Dios. Esta nueva creación no es meramente para nuestro beneficio, sino que está orientada hacia "buenas obras", que Dios ha preparado para que nos involucremos en ellas.

La idea de que somos hechura de Dios no es un concepto aislado, sino que está entretejido a lo largo de la narrativa bíblica. En el Antiguo Testamento, el tema de Dios como Creador es fundamental. Génesis 1:27 dice: "Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó". Este versículo destaca el estatus único de los seres humanos como portadores de la imagen de Dios, implicando un papel y propósito especial dentro de la creación.

El Salmo 139:13-14 también refleja este tema, con el salmista proclamando: "Porque tú formaste mis entrañas; me tejiste en el vientre de mi madre. Te alabaré, porque formidables, maravillosas son tus obras; estoy maravillado, y mi alma lo sabe muy bien". Estos versículos transmiten un profundo sentido de la íntima participación de Dios en la creación de cada individuo, reforzando la idea de que somos elaborados con cuidado e intención.

El Nuevo Testamento continúa construyendo sobre este fundamento, particularmente en las enseñanzas de Jesús y los escritos de los apóstoles. En 2 Corintios 5:17, Pablo escribe: "De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas". Este versículo hace eco del concepto de ser hechura de Dios al enfatizar el poder transformador de estar en Cristo. El lenguaje de "nueva creación" indica un nuevo comienzo, una recreación que se alinea con la intención original de Dios para la humanidad.

Además, la noción de ser creados para buenas obras se alinea con el tema bíblico más amplio de vivir la fe a través de acciones. Santiago 2:17 dice: "Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma". Esto refuerza la idea de que nuestra identidad como hechura de Dios está intrínsecamente ligada a nuestro propósito de realizar buenas obras. Estas obras no son un medio para ganar la salvación, sino una consecuencia natural de la nueva vida que tenemos en Cristo.

La literatura cristiana y las reflexiones teológicas también han profundizado en el concepto de ser hechura de Dios. San Agustín, en sus "Confesiones", reflexiona sobre la naturaleza de la humanidad y la obra creativa de Dios, enfatizando la belleza y el propósito inherentes en la creación de Dios. De manera similar, Juan Calvino, en sus "Institutos de la Religión Cristiana", discute la doctrina de la creación y la providencia, destacando la continua participación de Dios en el mundo y en la vida de los individuos.

La idea de ser hechura de Dios también se puede ver en los escritos de pensadores cristianos contemporáneos. Por ejemplo, en su libro "Una vida con propósito", Rick Warren explora la noción de que cada individuo ha sido creado por Dios para un propósito específico. Él escribe: "No eres un accidente. Incluso antes de que el universo fuera creado, Dios te tenía en mente, y te planeó para Sus propósitos. Estos propósitos se extenderán mucho más allá de los pocos años que pasarás en la tierra. ¡Fuiste hecho para durar para siempre!". Las reflexiones de Warren resuenan con la enseñanza bíblica de que somos creados con intención y para un propósito.

Entender que somos hechura de Dios tiene profundas implicaciones para cómo nos vemos a nosotros mismos y nuestras vidas. Nos desafía a ver nuestro valor no en términos de estándares sociales o logros personales, sino a la luz del acto creativo de Dios. Nos llama a reconocer que nuestra identidad está arraigada en ser hechos por Dios y para Dios, y que nuestro propósito es vivir las buenas obras que Él ha preparado para nosotros.

Además, esta comprensión puede traer consuelo y seguridad. En tiempos de duda o lucha, recordar que somos hechura de Dios puede recordarnos nuestro valor intrínseco y el cuidado con el que fuimos creados. Puede alentarnos a confiar en el plan de Dios y a buscar Su guía para cumplir nuestro propósito.

En conclusión, la Biblia enseña claramente que somos hechura de Dios, más explícitamente en Efesios 2:10. Este concepto está respaldado por numerosas otras escrituras que destacan el poder creativo de Dios y el propósito para la humanidad. Es una verdad que ha sido reflexionada y celebrada por los cristianos a lo largo de los siglos, ofreciendo una comprensión rica y profunda de nuestra identidad y llamado como creyentes. Al abrazar esta verdad, estamos invitados a vivir nuestra fe a través de las buenas obras preparadas para nosotros, confiados en el conocimiento de que somos hechos con temor y maravilla por nuestro Creador.

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